Ha sido una mañana de música, café y esbozos de textos. Mis cotidianas mujeres (Mita y Vale) visitando amigas, Lola (nuestra Shih Tzu familiar) acaso soñando sobre el lomo de un sofá; nueva taza de café y apunto: Escuchar el ya gastado disco de Hugh Laurie, Didn’t it rain, me hizo volver a pensar en los lazos de familia entre el blues y el tango, ese recurrente tema —casi de leyenda urbana— entre sus autores.
Y es que como tú sabes, en el material que Laurie incluyó está ese viejo tango llamado “El choclo” arropado bajo el título Kiss of Fire; con la voz very bluesy de Gaby Moreno, esa guatemalteca con su canto cálido y sabroso contrastando con la instigación del conjuro de Laurie, se arrebatan la pieza al alimón… y luego de alternarse se enredan ella en español y él en inglés para culminarlo con sus voces fundiéndose.
Acotación dictada por el buen Lucrecio Petra: Esa versión del popular tango tiene un antecedente brillante en la interpretación de Louis Armstrong.
Pero además hay que mencionar que el primer tema del disco de Laurie es el “Saint Louis Blues” de W. C. Handy. Ese blues nace con un tango en su composición.
Me cuenta mi amigo Lucrecio que Carlos Groppa (historiador del tango) ha señalado que cuando Handy crea “St. Louis Blues” el tango llegaba de París causando revuelo en EU; y dado que el ragtime se mezclaba bien con el tango en los salones de baile, Handy le pone algo de tango a su blues y causa euforia en las pistas.
“Cuando escribí ‘Saint Louis Blues’ —dictó Handy en su autobiografía— el tango estaba en boga, por lo que les hice un truco a los bailarines arreglándole una introducción de tango, luego cortada abruptamente en un blues lento”. En el tango había un elemento racial que atraía a quienes llenaban las pistas de baile en Memphis.
Pero a ver, nueva taza de café y entra en la escena de los recuerdos la “Europa” de Carlos Santana, esos ocho minutos creados a mediados de los 70 en uno de los máximos momentos del de Autlán.
Un par de años después Santana se nos pierde en un viaje espiritual hasta que vuelve a emerger en el umbral del siglo XXI… pero allá en los 70 comparte su “Europa” con Gato Barbieri, aquél con su guitarra, éste con su saxofón, y la rola que originalmente se iba a titular “Ahí viene esa señora con cara de hongo” (en serio) los mete a ambos en un viaje mágico, un sueño con las imágenes de la memoria que articulan la música —como apunta Barbieri en su disco Caliente! .
Santana ciertamente después se va por los senderos de la espiritualidad y Barbieri prosigue su ruta que había iniciado por las sinuosidades de lo sensual, su jazz es el llamado smooth porque fusiona géneros que van del soul al pop y al funk desde el rhythm and blues. Así se edifica “Europa”, el Gato la incluye en el referido disco, lo emblematiza porque —según sabedores de estas cosas como Petra— el movimiento que recorre América Latina en los 60, el Latin Jazz originario de Cuba y Brasil, viene a ser un perfil de la identidad del saxofonista argentino (Petra dixit).
(A insistencia suya, otra acotación en su propia voz: “El smooth es un subgénero que el elenco de los snobs estigmatiza porque dicen que toca la orilla del río —comercial— donde deambulan los muertos vivientes”).
Para entonces Gato Barbieri ya había estrechado los lazos del jazz y el blues con el tango argentino. En 1972 había compuesto el tema para El último tango en París, esa polémica cinta en la que Marlon Brando y el director Bernardo Bertolucci engañan a la entonces ingenua María Schneider ocultándole lo de la mantequilla en la escena que hace cuarentaitantos años desató un escándalo porque proyecta sexo duro fuera del cine porno.
En fin, pero la banda sonora de la película de Bertolucci, creada e interpretada por Gato Barbieri, emite un jazz desenfadado y erotizante para la cinta de marras que le marca nuevos derroteros al saxofonista que siguió, a su manera, materializando sueños e imágenes sensuales desde un sonido latino en su música influenciada por el rock: en YouTube encuentras una interpretación de “Europa” en vivo entre Santana y su grupo con Barbieri, en 1977, de antología.
No más café: una última nota: Barbieri —como Julio Cortázar— desde la infancia recibe la influencia de Charlie Parker. El escritor toca el sax con la pluma, en tanto el rosarino desarrolla su arte —sus improvisaciones poéticas— a través de la memoria de los sueños que habitan en su saxofón.