Fin:
A punto está de ceder el hábitat,
producto del desasosiego del ambiente.
Maldito sea el medio opresor
que pone fin a otro extinguible.
Hogaño reliquia cicatrices envuelven,
parece cada brisa tener tornado efecto.
Indefensas criaturas se verán obligadas
a partir de su hogar de antaño.
Se fabricó una suerte de cerco,
con propósito de preservar.
Mas el daño estaba hecho,
jamás habría marcha atrás.
Lágrimas resbalan de los habitantes
al ver caer su fortaleza, su esperanza.
¿Abandonarla? ¿Para qué?
Meras fáciles presas serían,
frágiles como siempre han sido.
El techo se derrumba,
las paredes crujen y se desmoronan.
Requiescat in pace, homo sapiens.
Descansa en paz,
señor de la guerra,
cazador incansable,
ego supremo.
De barro se tornan las humanas figuras,
se hunden inmaculadas en la tierra;
habrán de preservarse como un recuerdo,
el trofeo de una victoria anhelada.
Natura, ¿por piedad o por júbilo lloras?
Reinicio…
La sensualidad es grata.
Cabello trigo ondulante.
Sol la mirada brillante y calurosa
y Luna la sombría y misteriosa.
Géiseres que exhalan frustraciones
con energía extraordinaria.
Aquellos vientos susurros
que se cuelan en recovecos inexplorados
y levantan polvos dormidos.
Corteza perfecta en su imperfección,
con fallas y elevaciones.
Los volcanes predilectos se alzan
con vanagloria y la lava brota impoluta.
Esos valles pasto y esas mieles curvas.
Frutos trillados son arrancados diario,
pero los prohibidos son reservados
para quienes penetren en grietas desconocidas.
Extremidades madera y fotosintéticas,
con cicatrices obligadas y añejas,
que se ensartan en la tierra mojada.
La sensualidad es grata,
pero en el recuerdo únicamente.
Hoy nos toca, nada más, añorarla.
Imagen.
Silencio.
Quietud.
Algarabía muda,
paz agitada.
Música reconfortante.
Lo verde de los árboles
se extiende hasta el horizonte.
Cientos de hombres y mujeres
disfrutan de la fresca natura.
Niños persiguen mariposas,
mariposas persiguen viento,
viento suave color miel,
sabor azul. Un cielo
puro sobre todo.
Imagen.
Silencio.
Quietud.
Imperturbables ahora los hombres caen,
los árboles resbalan en ángulo pronunciado.
Fragilidad.
Ruido.
De aves excremento llueve,
la perfección ya no existe: ya no
se distinguen los trazos. Nadie podrá jamás
aquella réplica de Manet encontrar
en medio
de una montaña de basura colosal,
bañada de mierda humana
y animal.
Vigilante escarbador,
escarbador incansable,
incansable corazón.
Has de buscar en las entrañas
un escondite y un consuelo:
una morada.
Madriguera es tu lugar.
Elévate en
dos patas,
divisa la pradera,
resguárdalos de las presas
acosadoras.
Madriguera es tu lugar.
Nace, criatura indefensa;
crece, diminuto mamífero;
glorifícate, santa suricata;
y, eventualmente,
perece, procreador inmolado.
Dichoso tú,
que vives y reinas
en madriguera tu lugar,
pues siempre has comprendido
que la tierra es hogar.
Del quince al dieciséis del cinco de dos mil dieciséis:
Veintisiete náufragas en arena de desesperanza,
treintaicuatro brazos impulsando yertos cuerpos.
Aquí nos quedamos.
Un sol de plomo que ilumina el transparente oleaje,
una reportera que de apuntes llena su libreta.
Constantes nos quedamos.
Ciento y un ojos observan la obra antinatural,
ciento y dos pies clavados cual raíces de muerto árbol.
Aquí nos aferramos.
Veintisiete ballenas piloto encalladas devueltas al hogar de Poseidón,
pero la faena no ha concluido. Exhaustos y exasperados ven
veinticuatro cetáceos a San Felipe retornar y los escuchan exclamar:
Aquí nos quedamos…
Aquí atestíguanos, mundo, morir.
Corazón líquido y palpitante.
Turquesa corazón,
esmeralda corazón,
roza transparencia.
Calma.
El viento mece la sangre,
mueve la vida.
Tus venas se extienden al horizonte,
dan color a tu piel,
jade piel,
ámbar piel.
Tus habitantes viven.
Cuerpo y alma impecables.
Tu cerebro no está lejos del corazón;
están conectados…
o deberían.
Se arremolinan los martillos,
la jaqueca es latente.
Sogas te atan y te jalan.
Carbones ideas,
bronces pensamientos,
diamantes… perdidos.
Ruedas.
Ruedas y poleas,
poleas y arneses y palancas,
y ascensores y tuercas y tornillos y concreto y vidrio y polvo,
y polvo y polvo y polvo…
Tus habitantes sobreviven.
Cuerpo o alma, ¿dónde están?
Negras nubes fatídicas se posan encima
y se extienden en un radio indeterminado.
¿Qué es lo peor que podría pasar?0
hay que aguantar
los vientos fortísimos y el agua torrencial.
Poco más, poco menos.
Al final, impávido permanecerás.
Truenos acechan, sin embargo.
Aumenta tu inquietud
y quizá una o dos plegarias no estén de más.
Eres el Elegido.
Unas ligeras gotas comienzan a precipitarse
y te mojan un poco;
es suspiro refrescante.
Al final, una historia más en el libro será.
En un instante, un rayo
desciende sobre ti.
Lo impensado…
El horror.
En un instante,
a tu memoria el tiempo pasado viene,
cuando apenas crecías,
cuando tú, tímido y frágil entre escombros surgías
como una esperanza de un futuro mejor.
Soy el Elegido, pensabas.
Natura daba el sustento
y te regocijabas y crecías
y crecías y crecías,
cada vez más convencido.
Contempladme, contemplad al Elegido,
de quien algún día brotarán manzanas,
fruto prohibido;
por quien algún día alguien osará
dudar del mandamiento divino.
Seré yo quien todo un universo amenazado salvará.
En un instante, se agota la evocación.
Un rayo cayó sobre ti
y, al final, no eres más que materia
que en energía se transforma.
Al final, tu follaje ya solo asemeja no una,
sino cientos de serpientes que convergen…
No. Divergen y se evaporan.
Al final,
la lluvia es perpetua y el agua te sepulta.
Agua, elemento vital,
se precipita en pausas:
el ciclo se ha completado.
La semilla paciente
el líquido recibe.
Impulso. Energía.
Aglutinación de emociones,
encerradas
en una partícula.
Poco a poco,
comienza a distinguirse
lo que la semilla
formará:
ilusión, esperanza…
ser.
Vida.
Después,
agua se acumula,
conforme la calidez
aparece.
Dentro de nubes ovaladas
se esconde la sustancia
preciada. Aquel tesoro
insustituible.
Momentos esporádicos
de liberación insignificantes.
Nubes cargadas,
nubes cargadas por siempre.
Basta con un momento,
un preci(o)so instante
en que el agua y la semilla
en la oscuridad se encuentren.
Entonces el agua, semen vital,
se precipita en pausas…
el ciclo se ha completado.
Estática. Perenne.
De un todo parte.
Sueña con haber sido
en otra vida asteroide,
un navegante sideral,
surcador de millones de galaxias;
un foráneo que vale más
por provenir de otro lugar.
Lástima, no fue obra de la gravedad,
ni de intrépidos viajes,
sino de mala fortuna:
hoy es roca,
mañana…
roca permanecerás.
El día que menos lo esperes,
empero,
cuando la Tierra se detenga,
cuando el cúmulo deje
de ejercer fuerza sobre ti,
la inercia te impulsará lejos.
Anhela el día,
oh eterna piedra,
de ser testigo de la muerte
de un planeta similar.
Fruto de la tierra y del cielo,
de la vida dulce néctar,
esperanza en la desesperanza,
oro líquido que mana y fluye.
Fluyes.
A veces rápido y tempestuoso,
A veces cadencioso y agonizando,
pero siempre oportuno y vivo.
Largo es tu recorrido:
yardas, metros, millas, leguas…
Solo Dios sabe las sendas que has de producir,
pues también eres creador divino.
En tus entrañas viajan diminutos seres,
acompañantes determinantes,
seres ancestrales branquíferos.
La diversidad es tal que te sientes
en momentos pesado, agobiado;
eres consciente de la ley:
que sobreviva el más apto,
y la masacre es en tu interior,
es tuya y eres tú.
También algunas ocasiones
tus internos navegan en tu contra,
zozobrando saltan y te inquietas.
Piensas que Natura no te favoreció,
que habrán de perecer los defectuosos.
No.
También son tú, contrarios,
testarudos y… esperanzados.
¡Gloria a ti, oh Río!
Salvador y dador de vidas,
fuente de esperanza,
líquido inmaculado.
Hemos algún día
de llorar la sequía,
de lamentar tu pequeñez paulatina,
de clamar por lo frágil de la vida.
Ese día recordaremos,
Santo Río,
que las lágrimas brotan saladas.
Rubén Hernández Hernández
Amaranta Madrigal
Paulina García
Rolando Revagliatti Argentina
Luis Rico Chávez
Ramón Valle Muñoz
Julio Alberto Valtierra
Paulina García
Juan Castañeda Jiménez