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Conferencia Nobel de Bob Dylan

Ramón Valle Muñoz

El pasado 5 de octubre, se anunció al ganador del premio Nobel de literatura 2017 a Kazuo Ishiguro, novelista británico nacido en Nagazaki, Japón, en 1954. Con ello las fronteras literarias, que con el premio a Bob Dylan parecían haberse dilatado, regresan a sus límites tradicionales. En concordancia con ello y para cerrar el affaire Dylan, en esta ocasión, caro lector, te ofrezco mi traducción de la conferencia Nobel que Dylan envío por escrito al comité Nobel.

Lo primero que me pregunté al recibir el Premio Nobel de Literatura,1 fue cómo se relacionan mis canciones con la literatura. Reflexioné al respecto y descubrí en dónde estaba la conexión. Intentaré expresarlo para ustedes. Quizá lo haré de manera indirecta, sin embargo, espero que valga la pena y sea útil.

Si vuelvo a los orígenes de todo, debo comenzar por Buddy Holly. Buddy murió cuando yo tenía dieciocho años y él veintidós. Desde que lo escuché por primera vez, me sentí afín, ligado a él como si fuera un hermano mayor. Llegué a pensar, incluso, que me parecía a él. Buddy tocaba la música que me gustaba —la música con la cual crecí: country del oeste, rock and roll y rhythm and blues. Tres hilos separados de música, los cuales entretejió para fusionarlos en un solo género. Un estilo. Buddy también escribió canciones —canciones con melodías hermosas y versos creativos; y, además, cantaba grandioso— cantaba en tonos variados. Era mi arquetipo. Todo lo que yo quería y no quería ser. Únicamente lo vi en una ocasión, días antes de su muerte. Viajé cientos de millas para verlo tocar, y no me decepcionó.

Estuvo tremendo, electrizante, tenía una presencia imponente. Me encontraba muy cerca de él. Fue memorable. Vi su rostro, sus manos, la manera en que golpeaba el suelo con sus pies, sus grandes anteojos negros, su mirada tras los cristales, la forma en que sostenía su guitarra, la manera de pararse, su traje pulcro. Aparentaba más de veintidós años. Algo en él parecía eterno y me llenó de convicción. De repente, sin esperarlo, algo extraño sucedió. Miró directamente a mis ojos y algo me transmitió. Algo que ignoro y aún hoy me produce escalofríos. Creo que uno o dos días después de eso, su avión se estrelló.

Tiempo después, alguien —a quien nunca había visto antes— me regaló un disco de Lead Belly con la canción “Campos de algodón”. Y entonces, ese disco cambió mi vida. Me transportó hacia un mundo que no conocía. Fue una explosión. Como si hubiera caminado en la oscuridad y de repente esa oscuridad se iluminase. Algo parecido a cuando alguien posa sus manos sobre ti. Debí escuchar ese disco unas cien veces. Era de una marca que nunca había oído mencionar, tenía una funda interior con anuncios impresos de otros artistas: Sonny Terry and Brownie McGhee, The New Lost City Ramblers, Jean Ritchie, orquestas de cuerdas. Jamás había escuchado a ninguno de ellos, pero sospeché que, si estaban en la misma marca que Lead Belly, tenían que ser buenos y por lo tanto necesitaba escucharlos. Quería tocar y saber todo sobre ese estilo de música. Aún conservo cierto sentimiento por esa música con la cual crecí. Esto sucedió hace mucho tiempo.

Aún no había partido de casa, pero lo ansiaba. Quería aprender esta música y conocer a las personas que la tocaban. Finalmente, partí y aprendí a interpretar esas canciones. Eran diferentes a las melodías que hasta entonces había escuchado por la radio. Eran más vibrantes y congruentes con la vida. Un intérprete de canciones en la radio podía conseguir el éxito, ya sea por suerte como si fuera un giro de los dados o una buena mano de cartas, pero eso no importa en el mundo folk. Todo era el éxito. Lo único que tenías que hacer era saber rimar bien y tocar la melodía. Algunas de estas canciones eran sencillas, otras no. Yo tenía una afinidad natural hacia las baladas antiguas y el blues campirano; sin embargo, tenía que aprender mucho más comenzando por cómo rasgar las cuerdas. Toqué ante audiencias pequeñas, a veces de no más de cuatro o cinco personas en una habitación o en una esquina. Para eso deberías tener un repertorio amplio y saber qué y cuándo tocar. Algunas canciones eran para algo muy íntimo y en otras tenías que gritar para que te escucharan.

Cuando escuchas a cualquier artista pionero del folk e interpretas sus canciones, autoaprendes lo vernáculo. Lo interiorizas. Lo absorbes del blues ragtime, las canciones de labor, los cantos marineros de Georgia, las baladas de los Apalaches y las canciones de vaqueros. Escuchas los puntos finos, y entonces aprendes los detalles.

Sabes de qué se trata. Desenfundar la pistola y volver a guardarla en tu bolsillo. Escabullirse a través del tráfico, hablar en la oscuridad. Te enteras de que Stagger Lee fue un hombre malo y que Frankie era una buena chica. Sabes que Washington es un pueblo burgués y habrás escuchado la voz cavernosa de John el Revelador y viste al Titanic hundirse en un riachuelo cenagoso. Y trabas amistad con el salvaje irlandés errante y el salvaje muchacho colonial. Escuchas el sonido sordo de los tambores y los flautines que murmuran. Habrás visto al lujurioso Lord Donald acuchillar a su esposa, y muchos de tus camaradas habrán sido envueltos con sábanas blancas.

Me funcionó lo vernáculo. Conocí su retórica. Nada me pasó por alto —los instrumentos, las técnicas, los secretos, los misterios— y conocí todos los caminos abandonados que además recorrí. Pude conectarlo todo y moverme con la corriente diaria. Cuando comencé a escribir mis propias canciones, la jerga folk era el único vocabulario que conocía, así que lo utilicé.

Pero también tuve algo más. Tuve principios, susceptibilidad y un punto de vista informado sobre el mundo. Y lo he mantenido por largo tiempo. Aprendí mucho en clases de gramática. Don Quijote, Ivanhoe, Robinson Crusoe, Los viajes de Gulliver, Historia de dos ciudades y todo lo demás —la gramática clásica de las lecturas escolares te proporcionan una forma de ver la vida, un entendimiento de la naturaleza humana, y una medida para dimensionar las cosas. Trasladé todo eso al empezar a componer canciones. Los temas de esos libros tomaron forma en muchas de mis canciones, ya sea deliberadamente o sin intención. Quise escribir canciones distintas a cualquier cosa que alguien hubiese escuchado, y estos temas fueron fundamentales.

Libros específicos que se han quedado conmigo desde que los leí hace mucho tiempo en clases de gramática. Hablaré acerca de tres: Moby Dick, Sin novedad en el frente y La odisea.

*

Moby Dick es una obra fascinante, plena, con dramatismo intenso y diálogos impresionantes. Es un libro que exige al lector. La trama es simple. El misterioso capitán Ahab —capitán de un barco llamado el Pequod— es un ego maniático con una pata de palo persiguiendo a su peor enemigo, la enorme ballena blanca Moby Dick, quien le arrancó la pierna. La persigue por todo el Atlántico rodeando la punta de África hasta internarse en el océano Índico.

Persigue a la ballena por todos los rincones de la tierra. Sus motivos son abstractos, nada concretos o definidos. La llama Moby el emperador y encarna el mal. Ahab tiene esposa y un hijo en Nantucket a quienes siempre recuerda. Se puede anticipar lo que sucederá.

La tripulación del barco está compuesta por hombres de diferentes razas y aquel que aviste a la ballena obtendrá como recompensa una moneda de oro. Hay muchos elementos relacionados con los símbolos zodiacales, alegorías religiosas, estereotipos. Cuando Ahab se encuentra con otras naves balleneras, presiona a los capitanes para que le den pistas de la ubicación de Moby. ¿Lo han visto? En una de las embarcaciones, hay un profeta loco, Gabriel, quien predice el destino de Ahab. dice que Moby encarna a un dios Shaker y que cualquier enfrentamiento contra él acarreará el desastre. Se lo advierte al capitán Ahab. Otro capitán de barco —el Capitán Boomer— pierde un brazo contra Moby. Pero lo supera y es feliz por el hecho de haber sobrevivido. No entiende la sed de venganza de Ahab.

El libro nos cuenta cómo hombres distintos reaccionan diferente ante una misma experiencia. Contiene muchas alegorías del Antiguo Testamento: Gabriel, Raquel, Jeroboam, Bildah, Elijah. Nombres paganos también: Tashtego, Flask, Daggoo, Fleece, Starbuck, Stubb, Martha’s Vineyard. Los paganos son devotos a sus ídolos. Unos adoran pequeñas figuras de cera, otros a figuras de madera. Otros adoran al fuego. Pequod es el nombre de una tribu india.

Moby Dick es un cuento de marineros. Uno de los hombres, según relata el narrador, dice: “Llámenme Ishmael”. Alguien le pregunta de dónde viene y él contesta: “No está en ningún mapa. Los lugares reales nunca lo están”. Stubb no le otorga significado a nada, dice que todo está predestinado. Ishmael ha viajado en barco toda su vida. Llama a los barcos su Harvard y Yale. Se mantiene alejado de las personas.

Un tifón golpea al Pequod. El capitán Ahab piensa que es un buen augurio. Starbuck piensa que es un mal presagio y se plantea asesinar a Ahab. Tan pronto pasa la tormenta, un miembro de la tripulación cae desde el mástil del barco y se ahoga, esto es un presagio de lo que vendrá. Un predicador cuáquero y pacifista, quien es en realidad un negociante sediento de sangre, dice a Flask: “Algunos hombres reciben insultos y son guiados hasta Dios, pero otros son llevados hacia la amargura”.

Todo está mezclado. Los mitos: la Biblia judeocristiana, mitos hindúes, leyendas británicas, san Jorge, Perseo, Hércules, todos son para balleneros. Mitología griega, el sanguinario negocio de destazar una ballena. Muchos de los sucesos en este libro, el saber geográfico, aceite de ballena —bueno para la coronación de la realeza—, familias nobles en la industria ballenera. El aceite de ballena es utilizado para ungir a los reyes. La historia de la ballena, frenología, filosofía clásica, teorías pseudocientíficas, justificación de la discriminación, todo está incluido y nada de ello es racional.

Intelectual, vulgar, perseguidor de ilusión, perseguidor de la muerte, la gran ballena blanca, blanca como oso polar, blanca como hombre blanco, el emperador, el enemigo, la encarnación del mal. El capitán enloquecido quien años atrás, perdió su pierna intentando atacar a Moby con un cuchillo.

Solo vemos la superficie de las cosas. Podemos interpretar lo que yace por debajo en la forma en que nos plazca. Los tripulantes caminan por cubierta escuchando a las sirenas, y tiburones y navíos que siguen al barco. Leen calaveras y rostros al igual que tú lees un libro. He aquí un rostro. Lo pondré frente a ti. Léelo si puedes.

Tashtego cuenta que murió y renació. Sus días extra son un regalo. No fue salvado por Cristo, pero dice que, a fin de cuentas, fue salvado por un semejante no cristiano. Parodia la resurrección.

Cuando Starbuck cuenta a Ahab que lo pasado, pasado está, el capitán, furioso, contesta bruscamente: “No me hables de blasfemia, golpearía al sol si me insultase”. Ahab es, además, un poeta elocuente. Dice: “El camino hacia mi fin concreto está hecho de rieles de hierro sobre los cuales mi alma está encarrilada para correr”. O estas líneas: “Todos los objetos visibles no son más que máscaras de cartón”. Frases poéticas dignas de citarse y que no pueden ser superadas.

Por último, Ahab caza a Moby y prepara sus arpones. Arrojan los botes al mar. El arpón de Ahab está bautizado con sangre. Moby ataca el navío de Ahab y lo destruye. Al día siguiente, Ahab vuelve a ver a Moby. Nuevamente lanzan los botes, Moby vuelve a atacar. Al tercer día otro bote entra. Más alegoría religiosa. Se ha levantado. Moby embiste al Pequod y lo hunde. Ahab queda enredado con las cuerdas del arpón y es arrastrado fuera de su barco hacia una tumba acuática.

Ishmael sobrevive. Flota en el mar sobre un cajón. Y eso es todo, es la historia completa. Ese tema y todo lo que implica tomarían forma en no pocas de mis canciones.

*

Sucedió lo mismo con el libro Sin novedad en el frente. Sin novedad en el frente es una historia de horror. En este libro pierdes tu niñez, tu fe en un mundo de significados y tu preocupación por los individuos. Quedas atrapado en una pesadilla. Succionado hacia un misterioso torbellino de muerte y dolor. Te defiendes para no ser eliminado. Estás a punto de ser borrado del mapa. Alguna vez fuiste un joven inocente con grandes sueños de ser un gran pianista de conciertos. La vida y el mundo que alguna vez amaste está ahora despedazado.

Día tras día, las avispas te pican y los gusanos chupan tu sangre. Eres un animal acorralado. No cabes en ninguna parte. La caída de la lluvia es monótona. Hay ataques sin fin, gas venenoso, gas nervioso, morfina, corrientes de gasolina en llamas, búsqueda de comida entre la basura, hay influenza, tifo, disentería. La vida se desmorona a tu alrededor y los escudos crujen. Esta es la región inferior del infierno. Fango, alambre de púas, trincheras llenas de ratas, ratas comiendo intestinos de los muertos, trincheras llenas de porquería y excremento. Alguien te grita: “Oye tú, levántate y pelea”.

¿Sabe alguien cuánto durará esta lucha? La guerra no tiene límites. Serás aniquilado y esa pierna tuya sangra demasiado. Ayer mataste a un hombre y hablaste con su cadáver. Le contaste que después de que todo termine pasarás el resto de tu vida buscando a su familia. ¿Quién se beneficia aquí? Los líderes y los generales ganan fama y otros se benefician financieramente. Pero a ti te toca hacer el trabajo sucio. Uno de tus compañeros dice: “Espera un minuto, ¿a dónde vas?” Contestas: “Déjame solo. Volveré en un minuto”. Caminas hacia el bosque de la muerte buscando un pedazo de salchicha. No te percatas de que cualquier persona, en su vida ordinaria, tiene a fin de cuentas algún propósito. Todas sus tribulaciones, todos sus deseos, no puedes comprenderlos.

Más ametralladoras tabletean, más partes de cuerpos cuelgan de los alambres, más pedazos de brazos y piernas y esqueletos donde las mariposas anidan entre los dientes, más heridas espantosas, pus saliendo de todos los poros, pulmones heridos, demasiadas heridas para el cuerpo, cadáveres hinchados por el gas y cuerpos muertos haciendo ruidos de arcadas. La muerte está por todos lados, Nada más es posible. Alguien te matará y usará tu cadáver para prácticas de tiro. Botas también. Son tu posesión más preciada. Sin embargo, pronto estarán en los pies de alguien más.

Vienen los franchutes por entre los árboles. Bastardos inmisericordes. Tus proyectiles se agotan. “No es justo que vengan tan pronto otra vez contra nosotros”, dices. Uno de tus camaradas yace en el fango y quieres llevarlo al hospital. Alguien más dice: “Podrías ahorrarte el viaje”. “¿Qué quieres decir?” “Voltéalo y verás lo que quise decir”.

Aguardas a escuchar las noticias. No entiendes por qué la guerra no termina. El ejército anda tan corto de tropas de reserva que reclutan niños que resultan inútiles para el uso militar, pero igual los reclutan porque los hombres se han terminado. La enfermedad y la humillación han roto tu corazón. Fuiste traicionado por tus padres, tus maestros de escuela, tus ministros e incluso tu propio gobierno.

El general con el cigarro ahumado también te traicionó, te convirtió en bestia y asesino. Si pudieses pondrías una bala en su rostro. También en la del comandante. Imaginas que si tuvieras el dinero pondrías una recompensa para que cualquier hombre dispusiera de su vida por cualquier medio que fuese necesario. Y si al hacerlo perdiera su vida, entonces el dinero iría para sus herederos. También el coronel, con su caviar y su café, es otro. Pasa su tiempo en el burdel de oficiales. Te gustaría verlo jodido y muerto. Más Tommies y Johnnies con su azótame papi y sus botes de whisky. Matas veinte de ellos y veinte más brotan en su lugar. Todo apesta delante de tus fosas nasales. Has venido despreciando a la generación más vieja que te arrojó a esta locura, dentro de esta cámara de torturas. Todos a tu alrededor, todos tus camaradas mueren. Mueren de heridas en el abdomen, doble amputación, caderas destrozadas y piensas: “Tengo veinte años, pero soy capaz de matar a cualquiera, incluso a mi padre si se me acerca”.

Ayer, intentaste salvar un perro mensajero herido y alguien gritó: “No seas tonto”. Un franchute balbuceando está tirado a tus pies. Clavas una daga en su estómago, pero el hombre aún vive. Sabes que deberías concluir el trabajo, pero no puedes. Persigues la cruz de hierro, y un soldado romano pone en tus labios una esponja con vinagre.

Pasan los meses. Vas a casa con permiso. No puedes comunicarte con tu padre. Él dijo: “Serías un cobarde si no te enrolas”. Tu madre también a su manera, y desde atrás de la puerta, te dice: “Cuídate de esas francesas”. Más locura. Combates por una semana, un mes y avanzas diez yardas y al día siguiente las has perdido.

¿Qué le pasó a toda esa cultura milenaria, esa filosofía, esa sabiduría: Platón, Aristóteles, Sócrates? Debió haberse evitado esto. Tus pensamientos vuelan de regreso a casa. De nuevo eres un niño caminando a través de los álamos. Es un recuerdo placentero. Más bombas caen sobre ti desde los dirigibles. Tienen que reunirse. Ni siquiera puedes buscar a alguien por miedo a cualquier situación inesperada. La fosa común. No hay otras posibilidades.

Entonces notas las flores de cerezo y te das cuenta de que todo esto no afecta la naturaleza. Los altos sauces, las mariposas rojas, la frágil belleza de las flores, el sol. Descubres que la naturaleza es indiferente a todo. Toda la violencia y el sufrimiento de toda la humanidad. La naturaleza ni siquiera lo nota.

Estás tan solo. A continuación, un trozo de metralla golpea el lado de la cabeza y estás muerto. Has sido descartado, tachado. Has sido exterminado.

Cerré el libro y lo hice para siempre. No quería volver a leer otra novela de guerra, y nunca lo hice.

Charlie Poole, de Carolina del Norte, tenía una canción que refiere todo esto. Se llama “No me hables” y la letra va más o menos así:

Un día mientras caminaba hacia el pueblo vi el anuncio en una ventana.
Únete al ejército, conoce el mundo, eso decía.
Conocerás lugares emocionantes acompañado de un alegre equipo.
Conocerás gente interesante y también aprenderás a matarla.
No me hables, no me hables.
Podría estar loco y demás, pero tengo buen entendimiento como te darás cuenta.
Asesinar con arma no suena divertido.
No me hables.

*

La odisea es un libro grandioso cuyo tema ha tomado forma en baladas de muchos cantautores. “Homeward Bound”, “Green, Green Grass of Home”, “Home on the Range” y también en mis canciones. La odisea es un relato extraño sobre las aventuras de un viejo que intenta volver a casa después de combatir en una guerra. Realiza un largo viaje lleno de trampas y peligros hacia casa. Está condenado a vagar. Siempre lucha contra el mar y siempre se salva de milagro. Enormes trozos de rocas golpean su navío. Hace enojar a gente que no debería. Tiene buscapleitos en su tripulación. Traición. Sus hombres son convertidos en cerdos y después son reconvertidos en hombres más jóvenes y guapos. Siempre intenta salvar a alguien. Es un viajero, sin embargo, hace muchas escalas.

Varado en una isla desierta. Encuentra cavernas abandonadas y se esconde en ellas. Se enfrenta a gigantes que dicen: “Al final te comeré”. Escapa de ellos. Intenta volver a casa, pero es sacudido y volcado por los vientos. Vientos implacables, vientos helados. Es llevado muy lejos y sale volando de regreso.

Siempre está advertido de las cosas que sucederán. Hay cosas importantes que no le contaron. Hay dos caminos que tomar y ambos son malos. Ambos peligrosos. En uno te ahogarías y en el otro morirías de hambre. Continúa navegando por los estrechos con torbellinos de niebla que lo ahogan. Se enfrenta a monstruos de seis cabezas con colmillos afilados. Truenos y relámpagos le golpean. Ramas colgantes que convierte en asidero para salir y salvarse en un río revuelto y rugiente.

Diosas y dioses lo protegen, pero otros quieren asesinarlo. Cambia de identidad. Está agotado. Cae dormido y lo despierta el sonido de una risa. Cuenta su historia a extraños. Ha estado lejos por veinte años. Lo abandonan en un lugar. Han puesto drogas en su vino. Ha recorrido un camino arduo.

En muchas formas, te han sucedido cosas similares. Han puesto drogas en tu vino. Has compartido el lecho con la mujer equivocada. También te han hechizado con voces mágicas, voces dulces con melodías extrañas. También has venido de tan lejos y has sido arrojado nuevamente más lejos. Te has salvado de milagro. Has enfurecido a las personas que no deberías. Y además has vagado por este país. Has sentido ese maligno viento, aquel que no te trae nada bueno. Y eso no es todo.

Cuando él regresa a casa, las cosas no están mejor. Sinvergüenzas se han mudado y se aprovechan de la hospitalidad de su esposa. Hay muchos de ellos. A pesar de ser más grande que ellos y mejor en todo —mejor carpintero, mejor cazador, mejor experto en animales, mejor marino— su valor no lo salvará, pero sus engaños lo harán.

Todos los sinvergüenzas pagarán por deshonrar su palacio. Se disfrazará como un sucio mendigo, un sirviente arrogante y estúpido lo pateará tirándolo por los escalones. La arrogancia del sirviente le repugna, pero controla su furia. Es uno contra cien, pero hasta los más fuertes caerán. Nadie fue. Y cuando todo se ha consumado, cuando al fin está en casa, se sienta con su esposa y le cuenta sus historias.

*

Entonces, ¿qué significa todo? Yo y muchos otros cantautores recibimos influencia de los mismos temas. Estos pueden tener muchos y diferentes significados. Si una canción te conmueve, al final eso es lo más importante. No tengo por qué saber el significado de la canción. He escrito sobre todo tipo de cosas en mis canciones. Y no por eso voy a preocuparme por su significado.

Cuando Melville puso todas las referencias bíblicas del Antiguo Testamento, teorías científicas, doctrinas protestantes y todo ese conocimiento sobre el mar, barcos mercantes y ballenas en una historia, no creo que se hubiese preguntado qué significa.

John Donne tampoco. El sacerdote poeta, quien vivió en la época de Shakespeare, escribió estas palabras: “Los Sestos y Abidos de sus senos. No, de dos amantes, pero de dos amores, los nidos”. No sé qué significan, como sea suenan bien y por eso quieres que tus canciones suenen bien.

Cuando Ulises, en La odisea, visita al afamado guerrero Aquiles en el infierno —Aquiles, quien cambió una larga vida llena de paz y gozo por una corta llena de honor y de gloria— este le dice a Ulises que todo fue un error: “He muerto, eso es todo”. No hubo ningún honor. Ni inmortalidad. Si pudiese elegir volvería para ser el sirviente humilde de un agricultor en lugar de lo que soy, un rey en la tierra de los muertos; no importa cómo son las luchas en vida, son preferibles a estar aquí en este lugar muerto.

También eso son las canciones. Nuestras canciones viven en la tierra de los vivos. Pero las canciones no son como la literatura. Fueron pensadas para cantarse, no para leerse. Las palabras en las obras de Shakespeare fueron pensadas para ser actuadas en el escenario. Como las letras de las canciones deben ser cantadas, no leídas desde una página. Y espero que algunos de ustedes tengan la oportunidad de escuchar estas letras de la manera en que fueron pensadas ser escuchadas: en concierto o en disco o como sea que la gente escuche canciones en esta época. Vuelvo una vez más a Homero, quien dice: “Canta en mí, oh Musa, y a través de mí cuenta la historia”.

Nota

1La versión en inglés puede consultarse y escucharse en el siguiente enlace: https://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2016/dylan-lecture.html


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