Huyendo del estrés de los últimos días Isaac, extraviado en el centro de la ciudad, llega a una tienda de antigüedades. Cruza la puerta y pasea entre los objetos. Toma en sus manos una pieza, sin duda de mucho valor: una esfera de cristal. Al acercarla a su rostro su respiración se detiene, su corazón retumba y la sangre se le congela. Ante sí tiene la imagen de un hombre: su propia imagen pero abatida por la vejez, en el ocaso de su existencia. Trata de sobreponerse y enseguida se ve envuelto en la atmósfera de un elegante pero gélido espacio, rodeado de muebles de caoba y gruesos y viejos libros. Y como si llevara una vida recluido en ese lugar, percibe un penetrante olor a tabaco y siente un amargo sabor de alcohol en su paladar. Trémulo escudriña en la habitación y sabe que no encontrará a la mujer que acaba de abandonarlo. En la antesala del ocaso, sus únicas compañeras serán la amargura y la soledad.