Entre las tareas de la ética, como ya hemos dicho, no sólo figura
la aclaración de lo que es la moralidad y la fundamentación de la
misma, sino la aplicación de sus descubrimientos a los distinta
ámbitos de la vida social: a la política, la economía, la empresa,
la medicina, la ingeniería genética, la ecología, el periodismo, etc.
Si en la tarea de fundamentación hemos descubierto unos principios
éticos, como el utilitarismo (logar el mayor placer del mayor numero)
o el Kantiano (tratar a las personas como fines en sí mismas, y no como
simples medios) o el dialógico (no tomar como correcta una norma si no
la deciden todos los afectados por ella, tras un dialogo celebrado en
condiciones de simetría), la tarea de aplicación consistirá, al parecer,
en averiguar cómo pueden esos principios ayudar a orientar los
distintos tipos de actividad.
La filosofía se define a partir de su etimología como un afán de conocimiento, como amor al saber, por tanto, como comprensión y racionalización de lo que debe considerar como certeza, válido y verdadero. La filosofía, al ocuparse del conocimiento de la realidad, explica las estructuras de cómo se piensa y en consecuencia del sentido de la existencia humana. Su base o fundamento es el lenguaje y su estructuración, de ahí que se llegue a la consideración de que una de las tareas fundamentales de la filosofía será enseñar a pensar a todo aquel que se acerque o incursione en este campo de conocimiento.
La ética aplicada o ética práctica, por su parte, ha puesto en entredicho tanto la separación tradicional entre la reflexión moral y la práctica, así como el papel de los filósofos en la resolución de problemas concretos.
El punto de partida es simple: se considera que todas las expresiones morales consisten en un sistema de reglas y la esencia de cualquier moralidad hay que buscarla en el respeto que el individuo adquiere hacia estas reglas; la reflexión ética consiste en comprender y explicar cómo se llega a la conciencia de esas reglas.
Palabras clave: Filosofía moral, ética aplicada, ética práctica, metaética, dilemas morales.
La tarea de la filosofía es hacer preguntas. A diferencia de otras disciplinas humanas, la filosofía busca cuestionar sobre el sentido de la existencia humana: ¿qué es vivir bien?, ¿qué es y en qué consiste la buena vida?, ¿cómo regular la vida en común preservando al mismo tiempo la autonomía de cada individuo?, ¿qué es la justicia? Responder estas y otras interrogantes es lo interesante, la filosofía es una lectura del presente, al responder se deja constancia del contexto social, cultural y político en el que se encuentra inmerso el filósofo.
El supuesto es simple: se parte de la idea de que la reflexión ética es una contribución que forja el carácter, una forma creativa de ser feliz, donde disfrutar de las buenas acciones, de aprovechar la buena fortuna, de convertir los problemas en oportunidades de crecimiento.
Las funciones de la ética a considerar son dos, una consiste en aclarar y fundamentar la moralidad, es decir, de averiguar cuáles son las razones por las que tiene sentido que los seres humanos se esfuercen en vivir moralmente, y la segunda en aplicar en los distintos ámbitos de la vida social los resultados de esa fundamentación, adoptando una función crítica en lugar de un código moral dogmático, con ausencia de referentes morales.
La ética aplicada es un enfoque pedagógico, vinculado directamente con situaciones concretas, en la que se destaca la resolución práctica de las controversias morales del ejercicio profesional, la ética ambiental y la bioética, principalmente.
La conducta humana, al ser explicada por la filosofía moral, crea o construye un discurso que conocemos como ética o reflexión filosófica de la moral. Por su parte, la moral hace referencia al lugar en que se vive, al carácter, a las costumbres, como la morada del hombre, como el lugar que nos hace indicar que los seres humanos vivimos de nuestras costumbres y que precisamente son los hábitos que nos vamos forjando día con día los que determinan el ethos, el carácter, el modo de ser de los individuos en comunidad.
Ética y moral comparten un mismo origen etimológico. Formar en hábitos, que formen un buen carácter y en consecuencia una buena morada, la que aumentará la probabilidad de lograr una buena vida. En este sentido la ética puede tener una orientación normativa, pero también reflexiva acerca de la conducta humana, sobre el carácter de los sujetos, sobre la idea de lo bueno y de los hábitos que lo hacen posible, cuando se estudia, se analiza, se presentan preguntas sobre lo bueno, el bien, el deber, la virtud o el vicio, se hace referencia a la ética y no a la moral.
La ética es entonces la reflexión filosófica de una forma de conducta, la moral, siendo por lo tanto el objeto de estudio de esta rama de la actividad filosófica. La ética como reflexión acerca de los hábitos que le son particulares a las personas y donde las personas puedan labrarse un buen carácter ha sido la pretensión racional del poder y la política.
La intuición, la emoción y más recientemente la expansión de la naturaleza del conocimiento, del lenguaje moral y las relaciones entre razones morales y las acciones, sitúan el tema de la libertad como el centro de la discusión de la ética científica y específicamente sobre el sentido mismo de la filosofía moral. Sin embargo, la libertad no es absoluta, siempre está condicionada. El carácter está en cada uno de nosotros, pero no es una cuestión arbitraria de simples deseos, formamos parte de un país, de una familia, de una colonia, barrio o calle y no está en nuestras manos decidirlo, tampoco determinamos las características genéticas y disposiciones psicológicas con las que nacemos, el azar, la posibilidad y la toma de decisiones son una constante a lo largo de nuestra vida.
Creamos y recreamos nuestras condiciones de existencia, por más condicionada que esté nuestra libertad, el destino no está escrito, se hace haciéndose, somos autores de nuestra biografía. El carácter no es destino. El destino se decide a pesar de los determinismos y las relaciones sociocontractuales que son determinantes. Lo importante es la actitud, resulta indudable que el carácter de una persona es la habilidad para aprovechar todas las oportunidades para hacer de cada situación una opción de suerte para la buena vida, para ser feliz.
La ética a lo largo de la historia del pensamiento filosófico no consiste en hacer apología de la tragedia, no busca explicar la conducta para caer en el miedo, en el desamparo, en la complacencia y en vivir atormentados y con ello sufrir a cada momento de la existencia. Una persona puede obrar con prudencia, actuando de acuerdo con la justicia, por vivir en solidaridad y, sin embargo, verse abandonada por aquellos a quienes ama, contraer una enfermedad incurable, padecer la muerte de sus seres queridos, pero a partir de su formación ética reflexionará acerca de su condición y optará por privilegiar la vida y la felicidad.
La palabra método, entendido como camino, como vía, hace referencia al procedimiento que se ha de seguir para establecer las proposiciones que dicho saber considera verdaderas o al menos aceptables. En este sentido hay un reconocimiento a la idea de que la ciencia es un saber universal, es decir, pretende establecer argumentativamente, por lo que se nos presenta el problema de cómo aprender o saber argumentar. De ahí que, a la hora de investigar los métodos propios de la ética, habremos de reconocer que existen tantos como métodos filosóficos se tiene conocimiento.
A lo largo de la historia se han desarrollado diversos métodos filosóficos, cada uno de los cuales aporta un modo de entender el objeto de la filosofía y una peculiar articulación de las fuentes de conocimiento, la razón y la sensibilidad que hacen posible alcanzarlo.
Entre ellos se encuentran:
La filosofía analítica es una tendencia, una forma de hacer filosofía. Edgar Moore, en 1903, publica Principia Ethica, una obra que se considera el punto de partida de este abordaje. Según este autor, el análisis es descomposición de conceptos a parir de otros conceptos. Se parte de datos simples, se desconfía de la generalización y del valor constructivo de lo apriorístico.
El planeamiento resultaba atrayente, había que distinguir entre saber cómo se usa una expresión y la capacidad del hablante para describir las reglas que determinan su uso. Sin embargo, el resultado fue evidente: la imposibilidad de definir la propiedad de lo bueno, pues el intento de definirlo es lo que se considera hoy en día como la falacia naturalista.
Los actos justos son los que producen el mayor bien, sin embargo, lo intrínsecamente bueno en la moral sería indefinible. Dar una definición de lo bueno como placer, utilidad o supervivencia, es caer en una falacia naturalista. No obstante, fueron los supuestos y las conclusiones erróneas a las que llega Moore los que en su conjunto impulsarían el desarrollo posterior de la ética analítica
Un método de abordaje del lenguaje moral consiste en despojar el contenido cognitivo de los juicios morales y atribuirles una función emotiva que da expresión a los sentimientos y estimulan la acción, dado que los juicios morales se caracterizan por un uso dinámico que explica la función persuasiva y la influencia sobre las personas que lo escuchan.
La ética no crea la moral, es su objeto de estudio. Es ciencia en el sentido tradicional, de conocimiento riguroso. Por tanto, la pretensión de la ética desde la perspectiva analítica será la de asegurar como punto de partida de la reflexión de la conducta moral el manejo del lenguaje lógico, luego el esclarecimiento conceptual, posteriormente la influencia del pragmatismo, reducido a la satisfacción de los placeres y al despertar estético del trato humano y de búsqueda de lo hermoso.
En esta perspectiva no existe el debate del entorno como necesidad de libertad, de libre albedrío, de la responsabilidad moral; la filosofía moral se da cita, además de una compleja articulación de tesis emotivistas, kantianas y utilitaristas, un tratamiento singular del razonamiento moral a partir del análisis de los imperativos morales.
La tarea de la ética por comprender la naturaleza y justificación de la moral dependerá de una adecuada teoría sobre las condiciones de verdad y del significado de los enunciados morales bajo la perspectiva más compleja de las relaciones entre los deseos, los sentimientos y las acciones.
Se reconoce que la tesis ontológica de una realidad moral independiente de si los juicios morales son verdaderos o falsos, un reenfoque epistemológico de que el conocimiento moral es posible y está sujeto a condiciones de verdad, de un acercamiento a la condición psicológicas del actor o sujeto moral donde sus acciones van acompañadas de deseos que actúan como fuerza motivacional, pero sobre todo de una visión metaéticas, esto es, de la correspondencia entre juicios y hechos.
Los representantes de la filosofía analítica introducen, a mediados del siglo XX, un intento de conciliación entre el método analítico lingüístico y el hermenéutico de búsqueda de interpretación o de sentido. La reflexión ética no consistiría simplemente en la reflexión de la moral como análisis del lenguaje moral, sino en la búsqueda de sentido.
A mediados del siglo pasado se ponen en cuestionamiento algunas diferencias o dogmas que habían tenido pleno arraigo en el positivismo lógico y la filosofía analítica y que habrían de afectar a la filosofía moral. Me refiero concretamente a la distinción entre analítico-sintético y el análisis del lenguaje moral o metaética y la ética normativa. ¿Qué puede hacer entonces el filósofo para aportar soluciones a problemas morales concretos de la vida cotidiana? La contribución hay que esperarla en los tres niveles de la ética: los juicios, los hechos y la sensibilidad.
En la década de los ochenta del siglo pasado, ante la inminente crisis ambiental e ideológica, caracterizada por el fin de las utopías, se gesta un amplio sentido de sensibilidad hacia problemas relacionados con la ecología, el bienestar animal y la experimentación genética.
La ética aplicada es un término acuñado entre otros por Peter Singer en 1979, en su obra monumental Ética práctica, donde indica que la ética analítica y la filosofía moral en general habían insistido en que la labor del filósofo moral tenía que distinguirse de la del moralista. Mientras al primero sólo le concierne analizar la constitución y naturaleza de los juicios morales, la función del moralista es la de elaborar códigos y recomendar su observancia. Pero lo que se dejó de lado es si el filósofo moral podía, sin convertirse en un predicador o en un moralista, hacer una contribución eficaz y real a las discusiones sobre las cuestiones prácticas que encierran algunos problemas morales. La ética aplicada comenzó su desarrollo centrándose en problemas sociales y políticos como el racismo, el pacifismo, las desigualdades económicas y la distribución de la riqueza.
Con relación a los juicios la aportación viene de la mano de la doble distinción establecida por la metaética: por un lado, la descripción de los usos que hacemos de los conceptos de nuestro lenguaje ordinario para aprehender una realidad no lingüística y, por otra, un esclarecimiento de esos conceptos, con el propósito de alcanzar un entendimiento reflexivo de nuestra comprensión cotidiana no reflexiva.
Los hechos que rodean a cada problema moral concreto con vistas a encontrar soluciones posibles. El problema es ontológico y epistemológico, y está sin duda en el lugar que ocupan los aspectos empíricos en las argumentaciones, en el ángulo de lectura.
Las reglas y los juicios morales no se pueden mantener dando la espalda a los hechos. Eso significaría renunciar a explorar una solución razonable a los nuevos dilemas que surgen en este mundo y que precisan soluciones. La estrategia consiste en la formulación o narración argumentada de una situación difícil o comprometida en la que hay varias posibilidades de actuación. Todo este esquema se completa cuando se revisa nuestra sensibilidad moral para actuar por una solución como desarrollo cognitivo y acción social en favor de una ciudadanía mundial.
El estudio de la filosofía moral o ética no es en sí misma moralizante. La moral procede del término latino mos, moris, que significa carácter, costumbre, usos, pero también lugar en el que se vive; por su parte ética procede del griego ethiko, relativo al carácter o moralidad, que se establecida como hábito o costumbre de un grupo.
La ética estudia una forma de conducta humana que los hombres consideran valiosa, obligatoria y debida. Hemos asegurado que la tarea de la ética, como teoría, es la de explicar, esclarecer e investigar un ángulo de realidad efectivo de los seres humanos, el moral o más específicamente la moralidad o de cómo se construye en los grupos humanos la idea social de lo bueno, de bondad, de virtud, de libertad y de responsabilidad, justicia y felicidad.
La ética, entendida como la capacidad de pensar críticamente sobre los valores morales y dirigir nuestras acciones en términos de tales valores es parte del debate acerca de cómo nos debemos de formar. La reflexión ética aumenta la posibilidad de ser feliz, porque disfruta de las buenas acciones que son valiosas por sí mismas y porque sabe aprovechar los problemas en oportunidades de crecimiento.
La metaética es una orientación metodológica para el análisis del argumento moral. La metaética sería un modo de reflexión, una forma de análisis del argumento ético, que sustente su cientificidad. En resumen, es tarea de la filosofía y de la ética analítica establecer los prolegómenos de toda ética futura que intente presentarse como científica.
El enfoque analítico de la filosofía moral, a parir de los años cincuenta del siglo XX, da cita, además de una compleja articulación de tesis emotivitas, kantianas y utilitaristas, un tratamiento singular del razonamiento moral a partir del análisis de los imperativos morales. ¿Cuál es la razón que se tiene para explicar la conducta moral? Las respuestas siguen ancladas dentro de la esfera emotiva y dentro del marco de las relaciones sociales, donde cobra sentido el deseo de formar parte de la comunidad moral de la humanidad. Los internalistas hablarán de que la conciencia del deseo de lo bueno es una consecuencia lógica de asumir una obligación; los externalistas, por su parte, sostienen que la conducta moral es resultado del grado de compromiso y responsabilidad social.
La ética aplicada ha venido a constituirse hoy en el esfuerzo más ambicioso a la hora de examinar las posibilidades de una nueva conciencia moral en estrecha relación con el progreso científico-tecnológico. Una prueba de que la metodología analítica está contribuyendo a formar una perspectiva crítica y reflexiva alrededor de los problemas concretos morales.
Finalmente, es indudable el reconocimiento de la influencia de la filosofía analítica en los proyectos de futuro, esto es, en el pensamiento político y social, como incidencia en la vida del quehacer político por un mundo mejor, a partir de las estructuras de gobierno y de participación ciudadana.
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