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El teléfono celular

entre la recreación y el aprendizaje en estudiantes de bachillerato

Yésica Cecilia Núñez Berber | Juan Manuel Ortega Partida *

* Profesor de tiempo completo, titular C, adscrito a la Escuela Preparatoria 7, Universidad de Guadalajara.

Resumen

El presente documento se ha organizado en función de los usos cada vez mayores del teléfono celular entre la población, en particular entre los jóvenes estudiantes de bachillerato, y sobre cómo dicha utilización los ha llevado al desarrollo de aprendizajes sin que se den cuenta de ello, ya que por lo general el manejo del dispositivo móvil lo realizan con fines recreativos y de socialización. Como primer punto se aborda la relación jóvenes-tecnología, a partir del planteamiento de diversos autores en relación con la posibilidad que brinda este dispositivo para el desarrollo de aprendizajes; en un segundo momento se revisan algunas investigaciones realizadas sobre el desarrollo de aprendizajes con dicha tecnología, aprendizajes que se han denominado móvil, dado que el teléfono celular se utiliza intencionalmente como herramienta tecnológica para el proceso de enseñanza-aprendizaje, entendido este como nuevo paradigma del conocimiento.

En un tercer momento se recupera la preocupación de algunos investigadores que han comprobado lo adictivo que puede resultar el uso del teléfono celular entre la población, sobre todo entre los jóvenes; como último punto se plantean las investigaciones encaminadas a reconocer los aprendizajes formales e informales que se desarrollan a través del uso de las tecnologías, tanto dentro como fuera del ámbito escolar, así como el desarrollo de las denominadas alfabetizaciones múltiples, mismas que se han generado a partir del amplio desarrollo y uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), en particular de parte de los jóvenes estudiantes.


Palabras clave: jóvenes, estudiantes, teléfono celular, tecnología, aprendizajes.


Jóvenes y tecnología

De Winocur (2009) se retoma el abordaje que hace de la relación jóvenes-tecnología al señalar que para los jóvenes el teléfono celular ha llegado a ser imprescindible, ya que cuando no se lleva consigo se genera un síndrome de abstinencia digital, un trauma de angustia de desconexión al sentir la falta del artefacto como una amenaza de exclusión. El teléfono celular le ha permito a su usuario sentirse con una capacidad omnipotente al permitirle la conexión a cualquier lugar sin importar las distancias físicas y simbólicas que la modernidad impone. Lo anterior permite entender la razón del incremento en el número de usuarios de los teléfonos celulares, pues de acuerdo con los datos de las estadísticas, el 72.2% de la población de México mayor de seis años es usuaria de un teléfono celular, y tres de cada cuatro de ellos poseen un teléfono celular inteligente, lo que indica que esta es una tecnología que ha logrado entrar a formar parte de la vida de los sujetos.

Para la autora el teléfono celular, además de albergar las redes, contactos y afectos de las personas que lo utilizan, también expresa un poder sobre el cuerpo, el tiempo de su poseedor y del otro, sobre el territorio real, imaginario y virtual, ya que si una persona recibe muchas o pocas llamadas o mensajes ello expresa, además de su pertenencia, el control sobre el sistema de redes.

No sólo se trata de poseer un teléfono celular, sino de qué se hace con él, cuántos y cuáles son los contactos, qué tonos de timbre suenan en las llamadas o mensajes, elementos que se han vuelto identificables, que simbolizan pertenencia pero también poder, que se ejerce al comunicarse o incomunicarse con los demás: apagar el teléfono o enviar la llamada a buzón indica que el teléfono ha instaurado un nuevo orden social basado en un sistema de visibilidad y comunicabilidad absoluta, donde sólo lo que es visible es comunicable y sólo se puede comunicar lo que es visible (Winocur, 2009).

Es de subrayar que la autora habla de la adhesión inusitada y explosiva que ha habido de los usuarios del teléfono celular, lo que marcó las tendencias para el consumo de este, obligando a las empresas a producir opciones de diseño y costos, de tal forma que ahora existen en el mercado marcas y modelos para todos los niveles socioeconómicos, convirtiéndose dicho dispositivo en un objeto indispensable. En ese sentido Katz (2005) señala cómo las compañías Nokia y Sony Ericsson invertían grandes cantidades de dinero para que sus modelos aparecieran en programas de televisión y en películas, buscando con ello generar en los espectadores el deseo y la necesidad de poseer un celular como el anunciado, además de vender la imagen que da su posesión, no la tecnología en sí misma. Situaciones que, sin lugar a dudas, surtieron los efectos esperados al lograr que el teléfono, como dispositivo móvil, se posicionara como la tecnología de mayor crecimiento respecto del número de consumidores.

No sólo las estadísticas, sino también diversas investigaciones confirman el uso cada vez mayor del teléfono, incluso entre jóvenes estudiantes. Sin embargo Winocur (2015), quien realiza una investigación con jóvenes, encuentra que un gran número de estudiantes rechazan leer textos escolares en formatos digitales, lo que para la autora resulta contradictorio por el gran número de mensajes cortos que leen en la mensajería instantánea o las redes sociales digitales, ya que los estudiantes participantes en la investigación argumentan preferir las lecturas en formatos impresos, pero lo que se observa en la práctica es la consulta de plataformas y materiales digitales para realizar tareas y actividades escolares.

Mientras tanto, en otra investigación con estudiantes de una universidad pública de Cataluña sobre el uso de las tecnologías digitales, Gallardo, Marqués y Bullen (2015) destacan cómo el uso del teléfono es similar en porcentaje al uso de la computadora al utilizar los estudiantes el dispositivo móvil tanto para fines comunicativos, de entretenimiento, sociales y académicos, además del acceso a internet y navegar en la web; por otro lado, nos hablan de cómo las redes sociales como Facebook y WhatsApp son las más utilizadas entre los estudiantes para comunicarse y estar en contacto con sus compañeros, para compartir información y trabajos escolares, revisarlos y corregirlos. Para los estudiantes entrevistados, dichas redes sociales les permiten crear grupos de trabajo para realizar actividades de colaboración, además de emplearlas como herramientas de apoyo en su proceso de aprendizaje, lo que se denomina aprendizaje colaborativo.

En ese mismo sentido, Mariscal y Morales (2016) coinciden en el planteamiento de que las TIC, incluyendo desde luego los dispositivos móviles como el teléfono celular con conexión a internet, al ser utilizados dentro del aula escolar presentan cada vez mayores usos con fines educativos no explícitos entre los estudiantes y dejan de ser sólo un elemento distractor para ellos, al ser utilizados para realizar búsquedas de información, así como para discutirla y compartirla al momento. Para los autores, la apropiación de las TIC, además de propiciar en los usuarios el desarrollo de competencias sobre el uso y manejo instrumental del dispositivo, también facilita el aprehender e incorporar nuevas metáforas y lenguajes, permitiendo el desarrollo de nuevos esquemas de interpretación de la realidad.

Por otro lado, para Casacuberta (2013) se presentan una serie de mitos sobre lo que los adolescentes realizan cuando se conectan a internet. El autor plantea que muchos adultos consideran internet más como un espacio para la recreación y el ocio y la reproducción de violencia y la circulación de información peligrosa. Por otra parte, sostiene que la posibilidad que tienen los adolescentes de navegar por internet les permite el libre acceso a la información y la construcción de un espacio social público en línea a su medida y no mediado por adultos, así como el poder construir una identidad cultural y social libre, además de sentir la autonomía de explorar y transformar contenidos multimedia.

Por su parte, Ito (2010) es otra autora que ha realizado diversas investigaciones en las que plantea cómo internet permite a los jóvenes navegar en busca de información de su interés, así como realizar interacciones con personas ubicadas en lugares geográficos distantes, que al compartir gustos e intereses logran, a través de una conexión en línea, crear comunidades virtuales en las cuales aprenden y colaboran. Para la autora, las TIC, aunadas a internet, han generado diversas formas de interacción y participación en la virtualidad.

Las investigaciones de Ito (2010), Mariscal y Morales (2016) y Casacuberta (2013) plantean cómo el uso y apropiación de las TIC y navegar por internet propicia en los adolescentes el desarrollo de diversas competencias y aprendizajes.

Garay (2013), en una investigación realizada con jóvenes universitarios, señala que los estudiantes reportan que aprendieron a usar los recursos tecnológicos de manera informal, a través de familiares y amigos, y que reconocen el empleo de las TIC con fines educativos para buscar información, realizar tareas y usarlas como herramienta para su trabajo escolar.

A su vez Franco (2015) plantea, entre otras cosas, cómo a partir del reconocimiento simbólico de las pantallas en el hogar se da la domesticación tecnológica; entre las pantallas a las que hace mención se encuentra el teléfono celular utilizado por los jóvenes, y añade que, a partir de los usos que estos le dan, en ocasiones seduce a los padres de familia para utilizarlas también. Como ejemplo de lo anterior citemos el fenómeno observado durante la contingencia provocada por la pandemia vivida actualmente a nivel mundial: niños y adolescentes han fungido como “asesores” de adultos para enseñarles a utilizar la tecnología para el desarrollo de videollamadas, entre otras cosas. El autor señala que en ocasiones el factor económico no limita la adquisición de la tecnología, sino que esta cede ante la necesidad y organización familiar que la condiciona.

El planteamiento de Franco (2015) es relevante al señalar cómo los jóvenes, a partir de los capitales informacionales adquiridos en muchas ocasiones a través de su interacción con las múltiples pantallas a las que tienen acceso, inciden en la generación de estrategias educativas que se crean al interior del hogar, buscando resolver las problemáticas que el uso de las diferentes tecnologías provocan en la vida familiar, así como con el lugar que ocupan en función de los beneficios o perjuicios que ocasionan en las dinámicas familiares.

Si bien la investigación de Franco (2015) se da al interior de las dinámicas familiares, el abordaje de la relación jóvenes-tecnología en su planteamiento nos habla de cómo esa relación, por un lado, ha llegado a ocasionar conflictos al interior de las familias y, por otro, ha obligado a la creación de estrategias y consensos entre los actores para disolverlos. La relevancia de la investigación se da en el reconocimiento de la domesticación tecnológica lograda por los jóvenes respecto de la tecnología en pantallas donde se incluye el teléfono celular, domesticación transferida por los estudiantes al ámbito escolar.

El consumo mediático, la creación de contenidos y la conectividad son planteamientos que García (2015) identificó en su investigación con adolescentes de secundaria, todas ellos desarrollados a través del uso del teléfono celular en los espacios escolares, tanto dentro como fuera del aula de clase, a pesar de la restricción para el uso del dispositivo de parte de las autoridades de la escuela, pero a decir del investigador, los estudiantes despliegan una serie de tácticas que les permiten “evitar la confrontación directa con el poder del orden escolar” (p. 267).

Se puede asegurar que esos estudiantes de secundaria, que cursarán estudios de bachillerato, llevarán consigo esas prácticas, a través de las cuales desarrollan aprendizajes informales que posteriormente vinculan con los aprendizajes formales del ámbito escolar y como parte de un programa educativo, donde la relación jóvenes-tecnología puede generar tensiones entre la reglamentación institucional respecto del uso permitido o no del teléfono celular de parte de los estudiantes.


Nuevos paradigmas del conocimiento

El amplio desarrollo de las TIC, entre ellas el del teléfono celular como un dispositivo móvil que representa una tecnología convergente y cuyo uso se ha generalizado entre la población, en este caso la estudiantil, ha generado diversas investigaciones que van desde el reconocimiento del desarrollo de aprendizajes denominados aprendizaje móvil y aquellas que, por el contrario, plantean que el celular representa un distractor o una influencia negativa; algunos autores, pues, consideran su uso como una conducta adictiva, y otros un apoyo para las actividades escolares.

La investigación (de corte cuantitativo) de Oliva (2014), llevada a cabo con docentes y estudiantes de bachillerato en El Salvador, plantea que el celular representa un distractor y un enemigo para el aprendizaje de los estudiantes dentro de las aulas, a la vez que lo ve como una amenaza para la seguridad de los jóvenes y los profesores, al vincularlo con la violencia escolar cuando se utiliza para grabar y avergonzar tanto a compañeros estudiantes como a docentes. El investigador reconoce que existe una prohibición para su uso al interior del salón de clases, prohibición que no se acata; señala también que los profesores no consideran que pueda utilizarse como recurso didáctico.

La investigación destaca como uno de los problemas la violencia escolar que se puede ejercer a través del uso del celular al interior de las aulas escolares, lo que coincide plenamente con el suceso presentado en marzo de 2017 en la Escuela Preparatoria 10 de la Universidad de Guadalajara; uno de los estudiantes graba, con su dispositivo móvil, a un profesor durante su clase, para después editarlo y publicarlo en las redes sociales y evidenciar el lenguaje soez y misógino utilizado por el docente al parodiar, según él, un tema de la unidad de aprendizaje que impartía. Dicho suceso provocó un gran revuelo en los medios de comunicación, así como la condena para el docente, aunque posteriormente se trató de reivindicarlo al conocer la explicación del suceso de parte del propio profesor (Pérez, 2017).

Por otro lado, en esa misma investigación de Oliva (2014) se considera el uso del teléfono celular como una desventaja al ser un distractor para los estudiantes, además de considerar la posibilidad de regular o prohibir su uso en las escuelas, pero no contempla la opción de formar al estudiante en el uso responsable del dispositivo. Por nuestra parte, se reconoce la necesidad de una alfabetización mediática de los estudiantes, para que sean capaces de desarrollar la competencia digital que les permita un uso educativo del celular al interior de las aulas; se apuesta por su uso formal como herramienta no sólo tecnológica sino educativa.

En ese mismo sentido, respecto de los aprendizajes y alfabetismos que se desarrollan o pretenden desarrollar en los estudiantes a partir de los avances tecnológicos y del uso generalizado del celular, autores como García (2013) plantean la necesidad de que las instituciones educativas proporcionen a los estudiantes las herramientas para el desarrollo de la capacidad de aprender a aprender, de que ante la avalancha de información a la que están expuestos, sepan cómo sintetizarla, discriminarla y aplicarla en situaciones específicas, que la transformen en conocimiento. Se tiene claro que diversos autores plantean e investigan en diferentes contextos el uso generalizado del teléfono celular y sus implicaciones en los procesos de enseñanza-aprendizaje, los cambios en el desarrollo de aprendizajes y las necesidades formativas de parte de las instituciones educativas, cuya responsabilidad implica, entre otras, la de guiar al estudiante y brindar las herramientas para afrontar dichos cambios que no son sólo educativos.

Como parte de esas investigaciones autores como Humante, García y Conde (2016) reconocen que los estudiantes aprenden de manera informal y personal en los denominados “entornos personales de aprendizaje” o PLE (Personal Learning Environments), y de manera específica se enfocan en este PLE pero desde un contexto móvil, es decir mPLE (mobile Personal Learning Envionments), definido como aquellas herramientas y recursos electrónicos a los que se puede acceder desde dispositivos móviles, mismos que permiten planificar y desarrollar aprendizaje autónomo, autorregulado y de forma permanente, además de que se ve el proceso de aprendizaje como colectivo, siendo importantes para el proceso las interacciones y la socialización.

Para los autores, el aprendizaje informal se da desde que se tiene contacto con el medio que rodea al sujeto, lo que en la actualidad se ve fortalecido con las TIC, aunque también reconocen que precisamente el tener acceso a una amplia gama de contenidos demanda aprender cómo manejarlos y que, en el ámbito escolar, el docente representa al facilitador o mediador que orienta y media el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En el estudio realizado por los autores sobre los entornos personales de aprendizaje móviles (mPLE), estos se ofrecen como una propuesta para ser adoptada por las instituciones universitarias, de tal forma que se aproveche el uso masivo de los dispositivos móviles de parte de los estudiantes; los autores reconocen la viabilidad de la propuesta porque, en el diseño de estructura, el estudiante es el centro del proceso de aprendizaje al permitirle seleccionar los recursos disponibles en la red, al elegir los que mejor se adapten a sus necesidades formativas, preferencias y estilos de aprendizaje, aunque también reconocen como limitantes el acceso a internet fuera del ámbito escolar y el costo de los teléfonos celulares inteligentes de última generación.

La investigación expuesta anteriormente permite reiterar lo que implica el uso y apropiación de los teléfonos celulares de parte de los estudiantes al representar una opción para el desarrollo de aprendizajes tanto informales como formales, al ser incorporados al ámbito escolar; si bien el planteamiento se da bajo un esquema intencional al crear un entorno direccionado, no por ello se demeritan los posibles usos educativos del dispositivo móvil.

En ese mismo sentido, se presenta la investigación realizada por Ramos, Herrera y Ramírez (2010) como parte de un proyecto de aprendizaje móvil que pretendía que los estudiantes aprendieran a utilizar el teléfono móvil como tecnología de apoyo para su vida académica y sus actividades escolares presenciales; en dicha investigación encontraron que el 37% de los 3,000 estudiantes participantes consideraron al teléfono celular muy bueno como herramienta de aprendizaje. Por otro lado, fue el mismo concepto para el 50% de los profesores y en la categoría de bueno lo consideró el 51% de estudiantes y el 50% de profesores. Entre las ventajas que los participantes en el estudio señalaron, encontramos la movilidad y portabilidad de la herramienta, por la posibilidad que brinda de utilizarla en cualquier lugar y a cualquier hora. En ese sentido, coinciden con la investigación realizada por Cheon, Lee, Crooks y Song (2012), para quienes el auge en el uso del teléfono celular se debe, entre otras cosas, a sus características: portabilidad, conectividad y sensibilidad en el contexto, además de que permite el desarrollo de diversos aprendizajes.

Para los investigadores Ramos, Herrera y Ramírez (2010), el uso de los recursos que se ofrecieron como parte del proyecto y de los que posee el teléfono celular a través de las diversas actividades que realizaron los estudiantes, les permitieron el desarrollo de habilidades como la búsqueda, recuperación, organización, análisis, evaluación y transformación de la información, así como la solución de problemas, toma de decisiones, pensamiento crítico y pensamiento creativo. Lo anterior permite relacionar dicha investigación con el desarrollo de aprendizajes invisibles planteado por Cobo (2011), para quien el uso de los motores de búsqueda en el teléfono celular permite a los estudiantes el desarrollo de habilidades en ocasiones no reconocidas por las instituciones educativas.

Si bien la investigación realizada por Ramos, Herrera y Ramírez (2010) se da en un contexto escolar y en el espacio donde expresamente se instalan las aplicaciones que se desea que los estudiantes utilicen para el desarrollo de aprendizajes, se comprueba que efectivamente se generan habilidades a través de la búsqueda, selección, recuperación y utilización de la información consultada con ese dispositivo móvil.

En ese sentido Cantillo, Roura, y Sánchez (2012) plantearon la necesidad de que la escuela articule el entorno social y tecnológico de los estudiantes a través del desarrollo de proyectos que impliquen el uso de dispositivos móviles, y una forma de hacerlo es permitir el uso autorregulado del teléfono celular, dado que esa tecnología se ha convertido en depósito de recursos, centro de información, registro y edición de archivos de texto, audio y video. Dicho planteamiento se relaciona con lo señalado por Cobo y Moravec (2011) respecto de que los estudiantes desarrollan habilidades, conocimientos y actitudes con el uso de las tecnologías, en este caso con el teléfono celular.

De acuerdo con Barquero (2016), el teléfono móvil representa para las instituciones educativas una excelente herramienta que puede ser explotada para el desarrollo de aprendizajes como habilidades de organización, ya que representa una opción para acceder a contenidos las 24 horas el día y en cualquier lugar, ya sea que el dispositivo se encuentre conectado a internet o no, dado que podría descargarse la información y en un momento posterior consultarla.

Ya sea aprendizaje invisible, aprendizaje móvil, aprendizaje informal o aprendizaje ubicuo, este último denominado así al relacionarlo con las tecnologías móviles, es decir, al tener la posibilidad de estar conectado en cualquier momento y en cualquier lugar, se puede producir y compartir información, así como generar entornos de aprendizaje y acceder a ellos en diferentes contextos y situaciones (Gros, 2015). Todos son aprendizajes desarrollados con y a través de los usos y apropiaciones del teléfono celular, lo que coincide con el planteamiento de Ramos, Herrera y Ramírez (2010), quienes en su investigación comprobaron el desarrollo de aprendizajes utilizando como herramienta el teléfono celular, quienes denominan ese aprendizaje como “móvil”.

Un concepto más que se le ha dado al aprendizaje desarrollado a raíz de la proliferación de las tecnologías, en particular al uso masivo del teléfono celular, es el llamado aprendizaje sin fisuras o aprendizaje sin costuras que se desarrolla con las tecnologías móviles, a través de las cuales los estudiantes experimentan continuidad de prácticas de aprendizaje en diferentes contextos y con diferentes tecnologías, es decir, un alumno puede, durante una clase, empezar a ver o trabajar un tema; después, ya sea en su teléfono celular o en una computadora, buscar y obtener información relacionada con dicho tema y, en ese mismo dispositivo, realizar su actividad para posteriormente con sus compañeros, ya sea de manera presencial o a través de una red social digital, intercambiar esa información o verificarla (Gros, 2015), secuencia que implica el desarrollo de aprendizajes.

Independientemente del título que se decida asignar al aprendizaje desarrollado, lo importante es que se coincide en que las tecnologías, en particular el teléfono celular como tecnología móvil, ofrecen posibilidades para que el estudiante, con intención o no, esté desarrollando aprendizajes a través del uso y apropiación que le otorga a dicho dispositivo, pero también refleja que, conscientemente o no, los jóvenes están creando tácticas para vincular y relacionar esos aprendizajes informales con los aprendizajes desarrollados de manera formal dentro del ámbito escolar.


Portabilidad, accesibilidad y ubicuidad

El teléfono celular inteligente se considera un dispositivo móvil que, por sus características, es una tecnología cuyo consumo aumenta constantemente, y se puede llevar prácticamente a cualquier lugar, en diferentes ubicaciones (portabilidad); se trata de un dispositivo que puede conectarse a internet de manera instantánea, permitiendo al usuario acceso a una amplia gama de información y plataformas, con la posibilidad de buscar y reunir información o datos reales o virtuales (sensibilidad del contexto). Tales características (de hardware: la cámara, para grabar imágenes o video, y el audio; de software: las diversas aplicaciones), permiten lograr diferentes tipos de aprendizajes, como el informal, el cual se lleva a cabo con la convivencia de los estudiantes con el dispositivo fuera del ámbito escolar (Cheon et al., 2012). Dichas características, señala el estudio, ha convertido a este aparato, desde la perspectiva de los estudiantes, en objeto cultural y simbólico.

Respecto de sus características, ya desde 2008 Ling señalaba que es un dispositivo que permite la individualización de la comunicación, además de que es una tecnología que es utilizada en la medida en que se navega por la vida cotidiana y su utilización es un marcador de la competencia técnica de su uso ante los ojos de los demás, aunado a que el tipo de teléfono celular es indicador de posición social, sobre todo entre los adolescentes; dispositivo móvil que se ha convertido en un ícono cultural, generando con su uso formas particulares de comunicación e interacción al crear lenguajes y simbologías propias de eso que se realiza a través de dicha herramienta tecnológica.

Por sus características físicas o culturales, el teléfono celular como dispositivo móvil, como herramienta tecnológica, ha presentado un incremento considerable en el número de usuarios; al respecto, la Unión Internacional de Telecomunicaciones de la Organización de las Naciones Unidas, publica el informe 2018 sobre la Medición de la sociedad de la información; cabe destacar que es considerado como la fuente más fiable e imparcial sobre el análisis de datos que reflejan el desarrollo mundial de las TIC a través del índice de desarrollo de las TIC, es decir, mide los niveles de acceso a las TIC, la utilización de dichas tecnologías y los conocimientos en la materia.

El informe señala que, a finales de 2018, el 51.2% de las personas utilizaban internet; en los países desarrollados, cuatro de cada cinco personas están en línea, mientras que en los países en desarrollo es el 45%. Respecto del uso de la telefonía móvil, esta es la tecnología que más rápido se ha desarrollado en la historia; plantea que el número de abonados a la telefonía móvil es mayor que el de la población mundial, salvo en los países en desarrollo, donde aún existen muchas personas que no lo utilizan; mientras que la conexión a la banda ancha móvil es de 69.3 por cada 100 habitantes; se calcula que más del 70% de los jóvenes entre 15 y 24 años cuentan con acceso a internet. Según el informe, la tecnología móvil ha sido el motor que alimenta el acceso a los servicios de internet, sobre todo en los países en desarrollo, siendo precisamente los dispositivos móviles los que tienden a ser el principal medio para acceder a internet (p. 53).

En el informe se plantea que los beneficios de las TIC deben llegar a toda la población, ya que las consideran como herramienta para el empoderamiento, es por ello que los gobiernos deben promover políticas que impulsen la adopción de la telefonía móvil y que las barreras económicas, educativas, sociales o técnicas no deben ser un impedimento para ello; al hablar de una herramienta tecnológica que permite el empoderamiento, de que con ella se desarrollan competencias técnicas respecto a su manejo (Ling, 2008), de acceso a la información y del desarrollo de aprendizajes informales (Cheon, et al., 2012; Cobo, 2011; Crovi, 2013).

En ese mismo sentido, en el reconocimiento de la potencialidad del teléfono celular, para Barquero (2016), el auge del uso de los teléfonos móviles se debe entre otras cosas a la conectividad e inmediatez que representan; el aumento en el consumo de todo tipo de aplicaciones para este dispositivo ha provocado que no sólo las compañías que se dedican a fabricar celulares amplíen su mercado, sino que además el 74% de las principales marcas comerciales cuentan con alguna aplicación adaptada para los teléfonos móviles, ya que ello representa ventas de sus productos. Se ofrecen aplicaciones para la socialización, el entretenimiento, la educación, la productividad y un sinfín de categorías. Al ofrecer aplicaciones para los teléfonos inteligentes, entre ellas para los ámbitos de la educación, se reconoce la posibilidad que ofrece ese dispositivo móvil como herramienta de aprendizaje, aunque por otro lado y como se ha visto en las investigaciones presentadas, sin tener la intencionalidad de usarlo como herramienta educativa dentro del ámbito escolar, este ha permitido el desarrollo de aprendizajes informales.


Ubicuidad del aprendizaje

La ubicuidad como una de las características de la tecnología que representa el teléfono celular provoca que el aprendizaje desarrollado a través del uso de ese dispositivo también se considere ubicuo. En ese sentido para Burbules (2014), la expresión “en cualquier momento y en cualquier lugar” tiene que ver con la ubicuidad del aprendizaje generado a partir del auge de los dispositivos móviles aunado a las redes inalámbricas, con lo que además se desmorona la brecha entre los contextos formales e informales del aprendizaje.

El autor sugiere seis dimensiones que, relacionadas entre sí, permiten concretar lo que se refiere con la ubicuidad del aprendizaje; la primera, dimensión espacial, que tiene que ver con la posibilidad de que en cualquier lugar se pueda tener acceso a las tecnologías digitales con conexión a internet; como segunda dimensión, la portabilidad habla del poder de llevar consigo dispositivos portátiles; una tercera dimensión se refiere al sentido de interconexión, la cual, a decir del autor, genera para los estudiantes una “inteligencia extensible” al brindar la posibilidad de que a través de los dispositivos tecnológicos se tiene acceso a una inteligencia en red.

La ubicuidad en sentido práctico, como una cuarta dimensión, Burbules la plantea como el desdibujamiento de las divisiones antes vista en actividades como el aprendizaje/entretenimiento o público/privado, entre otros, provocado por las tecnologías; la quinta dimensión tiene que ver con la ubicuidad en un sentido temporal, que refleja el sentido de tiempo desplazado, ya que a través de las tecnologías digitales se permiten, entre otras cosas, el aprendizaje permanente sin la limitante de edad, espacio o tiempo.

La sexta dimensión señalada por el autor habla de la ubicuidad en el sentido de redes y “flujos” trasnacionales y globalizados, lo cual implica reconocer interconexiones entre personas, lugares y procesos, así como la manera en que ello influye en las decisiones y elecciones de las personas; respecto del ámbito educativo, dicha dimensión tiene que ver con la necesidad de reconocer que el conocimiento y los aprendizajes también se dan en contextos fuera de los escolares.

Las tecnologías digitales representan un desafío para los monopolios educativos tradicionales como lo es la “escuela”, así como para los periodos de tiempo llamados “clases” considerados como las fuentes primarias para el desarrollo de aprendizajes. La ubicuidad del aprendizaje implica además un cambio en el pensamiento sobre cómo las oportunidades de aprendizaje se vuelven relevantes y significativas para quienes aprenden (Burbules, 2014).

El planteamiento que hace este autor respecto de la ubicuidad del aprendizaje reconoce la posibilidad de que a través de la utilización de las tecnologías digitales, en este caso del teléfono celular de parte de los jóvenes estudiantes de bachillerato, estén desarrollando aprendizajes informales y el cómo la escuela puede no estar reconociendo esos aprendizajes por no haberse desarrollado de manera formal en el ámbito escolar, es decir, desarrollan aprendizajes invisibles.


El dispositivo móvil como tecnología adictiva

En el presente apartado se aborda la posibilidad de que el uso del teléfono celular pueda representar una adicción para los estudiantes, en ese sentido se han realizado diversas investigaciones producto de la preocupación que ha generado el aumento en dicho uso principalmente entre jóvenes, sobre lo que autores como Graner, Beranuy, Sánchez, Chamarro y Castellana (2007) realizaron una investigación con jóvenes y adolescentes estudiantes de Barcelona partiendo de la preocupación de la conducta adictiva que puede estar representando el uso del internet y el teléfono móvil.

Como resultados de su investigación encontraron que el 24.5% de los adolescentes participantes en el estudio se consideran adictos al teléfono móvil y que su uso es mayoritariamente para realizar llamadas y enviar mensajes instantáneos; información que coincide con investigaciones que se han revisado y señalan el uso generalizado del celular entre los adolescentes. En el caso de los estudiantes de bachillerato, se coincide con la propia declaración del entonces rector general de la Universidad de Guadalajara, Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla, quien señaló que más del 90% de estudiantes acuden a las escuelas con teléfono celular (Pérez, 2017).

En ese mismo sentido, el uso cada vez mayor del teléfono celular en los jóvenes, Barquero (2016) habla de la alerta que se genera por un trastorno de ansiedad llamado nomofobia, el cual es provocado por estar la persona separada del teléfono móvil. El autor señala que aún no se ha caracterizado como trastorno psicológico, pero que particularmente entre la población de 18 a 25 años se han presentado dichas alteraciones en la conducta, principalmente por la ausencia de conexión a las redes sociales o los juegos. Ello da un indicador de que el tiempo destinado al uso y manejo del teléfono celular puede representar un problema y derivar en una conducta adictiva.

Por otro lado y contradictoriamente, para Winocur (2014), el hecho de que los jóvenes usen por mucho tiempo el teléfono celular ya sea para comunicarse o interactuar a través de las redes sociales digitales, para ver videos o para jugar, no implica necesariamente un nuevo tipo de adicción o compulsión a estar conectados permanentemente, sino que ello se ve confrontado con el síndrome de exclusión que sufren los padres o adultos al ver cuestionada su autoridad familiar porque los jóvenes “prefieren” mantenerse conectados.

Para la autora, el uso cotidiano de las tecnologías provoca una serie de tensiones entre las prácticas individuales y sociales, prácticas que se dan tanto en las familias como en espacios como la escuela, donde se da la convivencia entre jóvenes y adultos.

Del planteamiento de la autora se rescata la posibilidad de ver el teléfono celular no como una amenaza o desventaja para los jóvenes, sino como una oportunidad de aprendizaje; poder identificar cuáles son las habilidades que a través de los usos que le dan al dispositivo móvil los estudiantes pueden estar desarrollando y que se traducen en aprendizajes, los cuales posiblemente estén relacionando o aplicando, a través de tácticas, a las actividades que realizan en el proceso de enseñanza-aprendizaje dentro del ámbito escolar.

Mientras que para Turkle (2012), quien ha realizado investigaciones durante varios años sobre la tecnología móvil, esa tecnología ha tenido tanta influencia psicológica en nosotros que no sólo ha cambiado lo que hacemos, sino también cómo somos. La investigadora señaló como preocupante la situación que se presenta con el uso del teléfono celular, el uso de la mensajería instantánea o el estar conectados a las redes sociales digitales, situaciones que en muchas de las ocasiones los sujetos las prefieren a la interacción personal; el compartir e interactuar a través de un dispositivo móvil ha permitido a los usuarios mostrar, en muchas ocasiones, una imagen que no es real, de ahí el éxito de ese tipo de comunicación.

Para la autora, la frase “comparto luego existo” define lo que la tecnología ha cambiado en las personas al crear la necesidad de estar conectados todo el tiempo, de no querer estar solos, ya que se usa la tecnología para definirnos al compartir nuestros pensamientos y sentimientos, incluso en el momento en que se están experimentando; el problema de esos cambios, de acuerdo con la autora, es que si no compartimos, si no estamos conectados, no nos hallamos con nosotros mismos, ya no sabemos estar solos; se cree que al estar conectados todo el tiempo ya no se está solo. La tecnología permite poner atención a lo que nos interesa; con la tecnología se cree que siempre seremos escuchados y nunca estaremos solos (Turkle, 2012).

Si bien Turkle no habla explícitamente del teléfono celular como tecnología adictiva, sí habla de los cambios psicológicos que ha provocado en las personas a través de la manera en que es utilizada, situaciones que sin lugar a dudas y, a decir por la misma autora, exigen un espacio para la reflexión sobre cómo la tecnología móvil ha logrado modificar de diferentes modos los comportamientos y formas de ser de las personas, así como la reflexión sobre si es eso lo que se quiere tener.


Aprendizajes formales e informales

Respecto del desarrollo de aprendizajes formales y aprendizajes informales, para Sangrá y Wheeler (2013), las TIC han resultado ser un aliado para la informalización del aprendizaje, ello con la gran oferta formativa que representan los recursos educativos abiertos. Para los autores, el aprendizaje informal se da en la medida en que las personas crean redes de contactos virtuales para ayudarse entre sí o redes en línea, así como al tener la capacidad de acceder a contenidos e información.

Por otro lado, la diferencia entre aprendizajes formales y no formales se plantea desde los criterios estructurales, mismo que considera como aprendizaje formal aquel desarrollado en instituciones educativas y que se brinda desde la educación básica hasta los estudios universitarios, mientras que los aprendizajes no formales son todos aquellos adquiridos en la educación extraescolar, siendo estos los cursos o talleres de música, baile, manualidades, costura, etc. Respecto del criterio metodológico para diferenciarlos, lo formal se limita a lo desarrollado en el ámbito escolar y lo no formal, lo desarrollado en el ámbito no escolar (Martín, 2014).

Los aprendizajes formales son aquellos institucionalizados, los que el estudiante obtiene con y a través de las actividades desarrolladas en el ámbito escolar, realizadas en una institución educativa regulada, esquematizada y la cual, para avalar esos aprendizajes emite una constancia, diploma o certificación con reconocimiento oficial, y a donde acuden los sujetos interesados en aprender y obtener dicho aval, así como que forman parte de un sistema educativo. En tanto que los aprendizajes no formales también se desarrollan de forma intencional de parte del sujeto que acude a organizaciones que ofertan una serie de cursos o talleres para el desarrollo de habilidades y pueden otorgar un diploma o reconocimiento al concluir el curso, pero la diferencia con los aprendizajes formales es que estos no forman parte del esquema oficial o sistema reglado de educación básica o superior, aunque sus procesos son planificados pero ocurren fuera del ámbito escolar.

Respecto del aprendizaje informal se considera como tal aquel que dura para toda la vida, es decir, el sujeto nunca deja de aprender, y ese aprendizaje puede ser producto de las experiencias cotidianas, además de que la capacidad de aprender es inherente al ser humano (Martín, 2014).

Para Colardyn y Bjornavold (2004), el aprendizaje informal puede ser entendido como aprendizaje accidental, ya que no está estructurado por tiempos, objetivos o bajo algún tipo de soporte para que se logre, además de que en la mayoría de las ocasiones no se desarrolla de manera intencional y surge como resultado del ocio, las relaciones familiares, sociales o de trabajo, es decir, se da a partir de las actividades de la vida cotidiana.

Un claro ejemplo del desarrollo de aprendizajes informales a través del uso de las tecnologías son la pluralidad de aprendizajes informales que los participantes de videojuegos desarrollan a través de estos. Para Rosales (2009), aprendizajes como el competitivo, de roles, colaborativo, informáticos y de estrategias, son algunos de los aprendizajes que los jóvenes logran adquirir a través de las propias dinámicas de los videojuegos; pero además de que los jugadores son inconscientes del desarrollo de dichos aprendizajes, también lo son de la posibilidad de su transferencia a la vida real; videojuegos en los que pueden estar participando a través del uso del teléfono celular.

Cabe hacer la aclaración de que el hecho de que el teléfono celular sea incorporado al ámbito escolar como herramienta tecnológica para el proceso de enseñanza-aprendizaje los aprendizajes que los estudiantes desarrollen a través de dicho dispositivo pueden ser considerados de tipo informal, ya que el uso de este no es exclusivo del ámbito escolar, sino que al otorgarle los estudiantes un significado como objeto cultural y simbólico, se ha convertido en una herramienta de uso cotidiano.

En ese mismo sentido, para Sefton-Green (2013), el aprendizaje informal se desarrolla de manera individualizada e impulsada por el propio estudiante en los diferentes contextos en los que se desenvuelve, incluso los mediados por las tecnologías digitales, siendo estos aprendizajes dirigidos por sus propios intereses, mientras que el aprendizaje formal y el no formal implican una noción de un plan de estudios, de un orden y despliegue de estructura y desarrollo.

Por otro lado, para Mejía (2005), los escenarios en los cuales se da el aprendizaje formal y el aprendizaje informal son diferentes; en el primero, el escenario educativo formal implica una estructura jerárquica, roles identificados y fijos, además de un programa predeterminado de contenidos, así como lenguajes de comunicación particulares entre profesores y estudiantes y estudiantes entre sí, mientras que para el aprendizaje informal las formas de interacción y participación por lo general son de forma horizontal, se tiene una motivación inherente al interesarse e involucrase en las actividades, así como los contenidos relevantes para los intereses de los participantes.

La autora plantea que en investigaciones que se han realizado sobre el aprendizaje informal se ha encontrado que una de sus características es que las interacciones y la participación situada en el ámbito sociocultural genera el interés por el conocimiento y por saber hacer, además de que incorpora el placer del descubrimiento, se reconoce que no son actividades cognoscitivas puras, sino que ocurren en la acción y la interacción social.

El aprendizaje no se puede reducir a poseer o adquirir conocimientos; para la autora, es un proceso amplio y complejo, no es proceso de adquisición sino de participación, el cual se inicia con la interacción con objetos de conocimiento, a través de actividades compartidas con otras personas.

En ese mismo sentido, Jenkins, Purushotma, Welgel, Clinton y Robison (2009), coincide sobre cómo las actividades que realizan los jóvenes a partir de la cultura participativa generada con las tecnologías digitales y cuyas actividades implican, entre otras cosas, participar en redes sociales digitales, grupos de videojuegos, la publicación de videos creados por ellos mismos o bien realizar o completar tareas con información compartida a través de las redes sociales digitales, se propicia en los jóvenes el desarrollo de habilidades y aprendizajes informales; dichas comunidades o grupos virtuales se crean a partir de intereses comunes que permiten a sus participantes aprender a través de los comentarios de sus pares, entre otros, además de ser espacios en los que tienen la libertad de “moverse” de acuerdo con sus gustos, necesidades e intereses.

Por otro lado, pero en el mismo sentido, para Davidson y Goldberg (2009), las oportunidades de colaboración que ofrecen las redes sociales digitales, los blogs, los wikis y demás medios digitales interactivos, las fuentes de información, la manera en la que se intercambia e interactúa la información, así como la forma en la que la propia información informa y nos da forma, ha propiciado que los modos de aprendizaje se hayan modificado drásticamente, como ejemplo de ello los autores mencionan Wikipedia, considerada como la enciclopedia más grande que ha sido compilada en la historia de la humanidad, escrita en colaboración por personas voluntarias de todo el mundo.

Para los autores, dichos cambios se pueden definir con el término de aprendizaje participativo, en el cual se incluyen las diversas maneras en que los estudiantes, sin importar el nivel educativo, utilizan las tecnologías digitales para participar en comunidades virtuales en las cuales pueden compartir ideas o proyectos, o bien diseñarlos o implementarlos, además de comentar los de otros participantes; el aprendizaje participativo lo ven como una práctica común de socializar y aprender. Los autores reconocen cómo el aprendizaje informal se desarrolla constantemente y de diversas maneras en personas de todas las edades a través del juego, la socialización y la participación en diversos entornos, muchos de ellos propiciados y creados por las tecnologías digitales.

Sin embargo, la mayoría de las instituciones educativas están atrapadas en un modelo epistemológico del pasado al actuar como si el área del aprendizaje no sufriera cambios con las tecnologías digitales (Davidson y Goldberg, 2009).


Diversidad de alfabetizaciones

El desarrollo exponencial de las TIC, así como el uso generalizado y masificado del teléfono celular llevan consigo la necesidad de formación, en particular respecto del manejo de los dispositivos móviles. Autores como Gutiérrez (2007), Jenkins (2009), Livingstone (2011), Severín (2014) y Vargas (2015), entre otros, plantearon en su momento cómo el crecimiento y uso generalizado de las TIC demandaban el desarrollo de múltiples habilidades: alfabetización informacional, digital, mediática o informativa, conforme la ecología de la comunicación iba cambiando. Los cambios en la ecología mediática contemporánea han provocado la necesidad de definir de una forma pertinente lo que se venía considerando como alfabetización mediática al no poder limitarse este al análisis crítico de los contenidos de la ecología de la comunicación.

Ya en la actualidad y bajo el reconocimiento de que no sólo en el ámbito escolar es posible el desarrollo de aprendizajes sino también fuera de este es que el término alfabetismo transmedia propone la recuperación dentro de la escuela de las competencias y prácticas que desarrollan los estudiantes en el ámbito informal (Scolari, Winocur, Pereira y Barreneche, 2018). Los autores proponen que en lugar de estigmatizar dichas prácticas mediáticas estas sean recuperadas dentro del aula, de tal forma que pasen de lo informal a lo formal.

Scolari (2016), define el alfabetismo transmedia como “un conjunto de habilidades, prácticas, valores, sensibilidades y estrategias de aprendizaje e intercambio desarrolladas y aplicadas en el contexto de la nueva cultura colaborativa” (p. 8). Para el autor, este tipo de alfabetización está centrada en las nuevas experiencias mediáticas digitales e interactivas al considerar al sujeto como “prosumidor”, es decir, productor más consumidor, además de que este alfabetismo considera las estrategias de aprendizaje informal, así como las competencias que se desarrollan fuera del ámbito educativo.

En ese mismo sentido autores como Morales, Cabrera y Rodríguez (2018) realizaron una investigación con adolescentes de Uruguay para identificar estrategias de aprendizaje informal de habilidades desarrolladas a través de prácticas transmedia, es decir detectar aquellas habilidades, prácticas, valores, sensibilidades y estrategias de aprendizaje, entendiendo estas como aquellas acciones específicas usadas para hacer el aprendizaje más fácil, rápido, agradable y transferible a situaciones nuevas (Oxford, 1990, citado por los autores).

Las principales estrategias de aprendizaje informal encontradas por los autores con la investigación que desarrollaron son el “aprender haciendo”, lo que significa, en voz de los adolescentes, probar, practicar, errar y volver a intentar. La estrategia de aprendizaje informal “resolución de problemas y aprendizaje cooperativo” tiene que ver con aquellas estrategias colectivas y cooperativas con las cuales se favorece la solución de aquellas dificultades presentadas en videojuegos o en la producción de contenidos; este tipo de estrategias se construyen a través de plataformas, grupos en WhatsApp, Facebook o foros en línea. Un elemento importante en este tipo de estrategias es la creatividad y el aprendizaje que desarrollan los adolescentes por experiencia, el manejo de la lectura, la jerarquización de información, el uso de palabras clave, la habilidad para búsqueda de información en línea o habilidades sociales para estar “conectados”, entre otras.

Respecto de otra estrategia de aprendizaje informal detectada en la investigación está la “imitación-simulación y enseñanza”, la cual tiene que ver con el hecho de que los adolescentes aluden a que aprenden mirando a otros jugar un videojuego, producir contenidos o utilizar las redes sociales; dicha imitación es posible con algún amigo, familiar o con alguien de su entorno a quien toman por modelo. Los adolescentes señalan que algunos de los conocimientos que adquieren con el uso de diferentes medios digitales o videojuegos les sirven para desempeñarse incluso en el ámbito de la educación formal.

Investigaciones como la de Morales, Cabrera y Rodríguez (2018), en la que a partir de sus hallazgos plantean la necesidad de hacer confluir las estrategias de aprendizaje informal de las habilidades transmedia al marco de la educación formal sin que estas sean desconectadas de los significados y valores culturales que poseen en el contexto original de los adolescentes, se puede observar la relevancia respecto del reconocimiento que se hace de la necesidad de conocer la forma en que los estudiantes vinculan los aprendizajes informales desarrollados, con el uso y apropiación del teléfono celular, a los aprendizajes formales desarrollados en el ámbito escolar. Si bien la investigación de los autores aborda el uso de los videojuegos y las redes sociales, estos medios digitales son utilizados por estudiantes de bachillerato a través de su teléfono celular como tecnología convergente.

Por otro lado, autores como Rodríguez, Castro y Meneses (2018), quienes realizaron una investigación con jóvenes entre los 12 y 18 años respecto de los usos problemáticos de las TIC en su ámbito escolar y personal, recomiendan que los centros educativos deberían promover actuaciones para contribuir con el uso responsable de parte de los jóvenes y no obviar el uso de dicha tecnología.

En conclusión, en el presente documento se representa una exploración de la bibliografía consultada, a través de la cual se logra identificar cuál es la relación jóvenes-tecnología generada a partir del auge de estas; se reconocen las diferentes acepciones que se le han dado a los aprendizajes desarrollados con la incorporación intencional o no de las tecnologías digitales a los procesos de enseñanza-aprendizaje; además se recuperan las propuestas sobre los alfabetismos para denominar las diferentes habilidades que los jóvenes desarrollan y aplican en sus prácticas mediáticas.

La literatura revisada permite reafirmar el reconocimiento de la posibilidad de que los estudiantes de bachillerato desarrollen algún tipo de aprendizajes a través de los usos y apropiaciones que le otorgan al teléfono celular a partir de su uso con fines de recreación.


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Jumb8

Manifiesto contra la educación del siglo XXI

Luis Rico Chávez


Jumb9

Anacópula

Ana Anka Perú


Jumb10

El cuerpo habitado

Tania Ramos Azula Puerto Rico


Jumb11

Documentales IV

Luis Benítez Argentina


Jumb12

Cazador de horizontes

Marvin Calero Nicaragua


Jumb13

Relatos

Nari Rico


Jumb14

Cansado

Harley Ezel Nicaragua


Jumb15

Mutismo

Francely Navarro Nicaragua


Jumb16

Incisión

Andrés Guzmán Díaz


Jumb17

Entrevista a Francely Navarro

Carlos Javier Jarquín Costa Rica


Jumb18

Ave equivocada

José Ángel Lizardo


Jumb19

Una lisiada escribe

Margarita Hernández Contreras