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Incisión

Andrés Guzmán Díaz


Incapaz de dejarse llevar por las sensaciones de placer, un doctor razona cada movimiento corporal. Le gusta balancear: de moverse a ser movido; pasa de activo a pasivo; es ya médico, ya paciente. Cuales malabares de un prestidigitador, el doctor simultáneamente visualiza con recuerdos aquella lengua que se retuerce en la oscuridad de sus pensamientos y cuenta cada músculo lingual extrínseco que se tensa y se contrae. Aquí el estilogloso debe estirarse al máximo para que el extremo me recorra de base a punta. Si la cabeza, con todo y lengua como un péndulo, va de atrás adelante y viceversa, escucho el faringogloso. Y como a cada lengua le corresponden un par de labios, nombra también los cigomáticos mayor y menor, el risorio de Santorini y el mentoniano. Pinta con imágenes su aparato siendo movido por ese pincel salivoso. Le estremece cuando el líquido fuera de su epidídimo se seca…

Antes de que emerja el inevitable óleo fálico, el doctor Lima se abstrae cuando piensa en los ductos eferentes, pues recuerda que aquella misma tarde, cuando todos los demás internistas estaban ocupados u ociosos o distraídos o alguna desafortunada combinación, tuvo que atender a un puberto en calidad de urgente. “¿Ya le llamó a Urratia?” “No contesta, doctor”. “¿Y Camberos?” “Está en quirófano, doctor”. “Señorita, es mi hora de descanso”. “Es urgente, doctor”.

Tembló. En el caminar de los pasillos, una enfermera le recitó la nota. “Varón, 13 años, complexión media, sin antecedentes clínicos, incisión genital sobre el testículo izquierdo, hemorragia leve, tipo de sangre A, factor Rh negativo”. Información que a esta altura de la jornada se le resbaló al insigne doctor Carlos Lima. “¿Qué sucedió?” “¿Doctor?” “¿Qué le pasó al muchacho?”. “Le acabo de leer, doctor”. “¿Los padres dijeron algo?” “Al parecer el muchacho estaba en el baño con un par de tijeras y, cuando su madre le llamó, sin querer se rebanó un testículo”.

Se contrajo y exhaló. El niño lo esperaba con la mirada en el techo. “Hola, Felipe”. “Buenas noches, doctor”. Sonrió. Carlos al final desentonó con la pregunta obligada: “¿Qué sucedió?” Le aplicaron anestesia mezzoforte y consideraron todos que la hemorragia había sido pausada de forma exitosa. “Voy a ponerte unos puntos, Felipe”. “Está bien”. “Voy a darle a tu madre una botellita para que limpie la herida”. “¿Un antiséptico?” “Eso, y un poco de metamizol sódico para el dolor”. “Yo sólo quería recortar un poco mis pelos, doc”.

El doctor Lima, de regreso a la pista, grita diatónico con todo su diafragma y su cuerpo se coordina en contracciones repetidas. Se ríe y limpia la eyaculación y el vello púbico. Ahora adentro es afuera; el pincel húmedo se vuelve cincel indiscreto; el espectador es esta obra en exposición.


Jumb17

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