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Momentos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

Presentan libro conmemorativo por el 20 aniversario

Premian a ganadores del Concurso FIL Joven

Luis Rico Chávez

En 1994, con cierta precariedad pero con mucho entusiasmo, nació el concurso de poesía y cuento (y en esta edición, de microrrelato) FIL Joven, para dar voz y un espacio a los estudiantes de preparatoria interesados en la creación literaria. Posteriormente, de manera conjunta con el Fondo de Cultura Económica, se abrió también el concurso al ensayo, a través del denominado “Cartas al autor”.

A mí me ha tocado participar en él prácticamente desde su primera edición. Comencé labores en la Universidad de Guadalajara en 1992, y a partir de esa fecha, contra viento y marea, estrellándome contra muros de inopia, burocracia y ciega necedad que por no sé qué oscuras y egoístas razones buscan boicotear tan noble labor, he organizado, diseñado y dirigido talleres de creación literaria y salas de lectura.

Primero en la Preparatoria 7, y ahora en la 2, puedo contar por cientos el número de jóvenes que, de manera libre y voluntaria, se han inscrito a mis talleres y han participado, año con año, en el concurso. No se puede describir el gusto y la emoción de reencontrar, al paso de los años, a egresados que asistieron a mis talleres y, en su momento, fueron ganadores, y que acudieron a esta fiesta de celebración por el veinte aniversario del concurso.

Y el gusto es doble porque, en esta edición 2014, Andrea Avelar, integrante del taller que dirijo en este momento, obtuvo, por segundo año consecutivo, el primer lugar. En la edición previa fue galardonada en el área de Poesía, y ahora le tocó lo propio en la de Cuento, además de mención honorífica en la de Microrrelato.

La ceremonia de premiación, programada por la mañana, resultó por demás emotiva. Y no lo digo por estar involucrado de manera personal en ella; el ambiente, cálido por la presencia de familiares y amigos de los ganadores, además de los profesores que compartimos con ellos mucho más que el trabajo del aula, se tornó más intenso por el contexto de inseguridad de nuestro país, por la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, tema del discurso de dos de los ganadores, uno de los cuales, el de Andrea, se incluye en este mismo espacio. Incluso en el presídium, los miembros del jurado y las autoridades no pudieron ocultar la impresión y las emociones derivadas al escuchar las palabras de los ganadores.

Por la tarde se presentó una edición especial, publicada por la Editorial Universitaria de nuestra benemérita institución, en la que se incluyen textos de los ganadores del concurso desde su primera edición. En el presídium, además del presentador, el poeta Raúl Bañuelos, estuvieron Diana Garcidueñas y Abel Díaz de León, ganadores en su momento del concurso, Lilia Mendoza, de Difusión y Extensión, Javier Espinoza de los Monteros, director del Sistema de Educación Media Superior, y Tonatiuh Bravo Padilla, rector de la Universidad.

Además de la presentación del libro, se entregó un reconocimiento a diez promotores de lectura, la mayoría de los cuales (yo incluido) llevamos el mismo tiempo, o incluso más, en esta labor. El reconocimiento lo recibimos de manos del propio rector.

La poesía de Gioconda Belli

Eduardo González

En el Salón 5 de Expo Guadalajara, durante la Feria Internacional del Libro, Gioconda Belli leyó algunos de sus poemas de la mano de Sergio Ramírez, quien repasó de manera cronológica la vasta obra de la autora nicaragüense y destacó su trabajo reconociéndola como una de las escritoras más prolíficas del país centroamericano.

Durante la lectura, Belli recordó sus inicios como escritora: “Realmente comencé a escribir cuando empecé a tener conciencia de mí misma, porque creo que he pasado buena parte de mi vida tratando de indagar quién soy y llega un momento en el que la vida te dice o te pone en una situación en la que tenés que definir quién sos”.

La autora recordó su primer encuentro con la poesía, el cual no fue muy bien recibido por su familia. “Mi primera manifestación poética fue mi encuentro como mujer al decir ‘yo soy mujer y me siento feliz de serlo’, y fue uno de los primeros poemas que se publicaron: Dios me hizo mujer”.

La escritora habló acerca de la relación entre ser mujer y la poesía: “Las mujeres hemos sido objetos sexuales; hay muchísima poesía erótica sobre la mujer, el cuerpo de la mujer, pero la mujer casi nunca ha hecho poesía erótica del hombre, y cuando lo ha hecho, siempre ha provocado escándalo”.

La poetisa también destacó su trabajo como militante del Frente Sandinista, reconociendo que fue un suceso que marcó su vida como escritora y como persona. Esta actividad la convirtió en exiliada, trayéndola a México y posteriormente a Costa Rica, donde conoció a Sergio Ramírez, quien ha editado la mayor parte de sus obras.

“En ese tiempo de exilio escribí una gran cantidad de poemas, mismos que conformaron este libro que titulamos Línea de fuego (1978)”, el cual mereció el premio Casa de las Américas en 1978.

Durante la lectura, los asistentes percibieron sobre todo el sentido feminista de sus versos. “De noche la esposa aclara” fue uno de los poemas mejor recibidos, ya que refleja un dejo de sarcasmo e ironía, una presencia constante en su obra.

Al término de la lectura, la autora agradeció la presencia de los asistentes y finalizó dedicando un poema a todas las mujeres, el cual escribió el Día Internacional de la Mujer “para que no olvidemos que aún existen muchas luchas, todos los sabemos, todos los latinoamericanos. Y una de las grandes luchas de mi vida es la lucha por los derechos de la mujer y, sobre todo, porque se acabe la violencia”.

XII Encuentro de Promotores de Lectura

Luis Rico Chávez

Estoy a punto de cumplir 22 años como promotor de lectura. Me resulta difícil hacer un balance al respecto. Me siento como el personaje de Luvina (por mala suerte profesor): las fiebres del estrés laboral me enrevesaron el tiempo, y con él los recuerdos y los sucesos. Así que de entrada pido disculpas por la evocación deshilvanada que viene en seguida.

¿He participado en los doce encuentros que se han organizado en la FIL? Creo que sí, pero ignoro qué beneficios he obtenido de ellos. Debo subrayar, en primer lugar, el encuentro (así sea una vez al año) con colegas que bogan en este mismo barco, y enfrentan las borrascas en el mar caprichoso que es la cultura en nuestro medio. A pesar de los mareos y otros inconvenientes inconfesables, seguimos adelante, y el vernos las caras de azoro de alguna manera nos inyecta el estímulo para no dejar la embarcación al garete. Es el calor humano, el contacto, la complicidad, lo que me permite agradecer su compañía y darme ánimos para seguir adelante.

También, por encima de la burocracia y la necesidad de mostrar productos a partir de números y estadísticas, he disfrutado e incluso me he emocionado y conmovido por la presentación de proyectos y de experiencias que justifican sobradamente las horas, los desvelos y los recursos (de muy diversa índole, incluido el monetario) que invertimos en tan noble labor.

Y qué decir de las experiencias lectoras que, entre otras cosas, desmitifican y ridiculizan posiciones acartonada, anacrónicas e incluso estúpidas sobre la cultura, el arte y el individuo y, sobre todo, respecto de la manera en que se pretende educar a nuestros niños y jóvenes. Gianni Rodari asegura que “en nuestras escuelas se ríe muy poco. La idea de que la educación de la mente tiene que ser algo lúgubre, es una de las más difíciles de combatir”. Por medio de la risa y el humor se nos muestra la otra cara de la promoción de la lectura, y aunque estas exposiciones no abundan, su recuerdo es más perdurable. En particular en estos tres días de sesiones, Benito Taibo se encargó de cumplir este papel.

Aunque también debo confesar que hay discursos que no puedo digerir. De repente me pintan la vida color de rosa, y me pregunto si aquel que está hablando se refiere a la misma realidad que yo padezco todos los días, si aquellos muchachos entusiastas descritos habitan este planeta. Y lamento que quienes toman el micrófono parecen habitar una burbuja impenetrable, de la que ellos no pueden salir y a la que nosotros tenemos prohibido ingresar. Trabajos dispersos, solitarios, que se ignoran mutuamente.

Porque termina el encuentro y debo regresar a mi realidad: el batallar en cada cambio de administración en mi centro de trabajo, volver a comenzar, a presentar informes, a las antesalas, a parecer limosnero para conservar espacios que a la postre se pierden, a ser relegado hasta el último rincón del escalafón escolar, a no recibir ni las migajas… ¿Vale la pena seguir adelante? Si pongo en la balanza únicamente mi relación con las autoridades, ni siquiera me hubiera embarcado en la empresa. Hace más de un año que ignoro si la Secretaría de Cultura de Jalisco me considera dentro del Programa de Salas de Lectura, y en la Universidad mi situación está en el limbo. Pero para mí hay algo mucho más importante, y es el trabajo en sí mismo y los beneficiarios últimos de mis afanes: los jóvenes, por quienes en este momento sostengo que sigo adelante.

Versión del Quijote de Arturo Pérez-Reverte

Eduardo González

El escritor español Arturo Pérez-Reverte presentó su adaptación de la obra cumbre de Miguel de Cervantes, el Quijote de la Mancha, publicada por Santillana, en la cual se pretende ofrecer al lector la historia clásica prescindiendo de los arcaísmos, así como de aquellos párrafos que, según el literato, pueden llegar a perder en el relato al lector promedio.

En el evento, moderado por la comunicadora mexiquense Gabriela Warkentin, Pérez-Reverte justificó la importancia de esta edición de la considerada como obra cumbre del idioma castellano.

“Con un Quijote en la mano puedes estar hablando de ética, moral, historia, filosofía, de cine, televisión, guerra, maldad, amor, odio… de todo”, aseveró el autor en referencia a la importancia de considerar como imprescindible la obra de Cervantes en las aulas.

En la presentación de esta edición, ante un público principalmente conformado por jóvenes, se abordaron tópicos como la presencia de cánones éticos inmersos en la narrativa del Quijote. Al respecto, Pérez-Reverte afirmó que “el Quijote es un hombre equivocado, loco”, ya que las mayores victorias del personaje consistieron en que bajo ninguna circunstancia dejó de enfrentar sus batallas, lo que da cuenta de la perseverancia y calidad ética del personaje.

Pese a lo anterior, el autor tachó a Cervantes de cruel, pues da vida a uno de los personajes más singulares de la historia de la literatura, pero con la intención de mofarse de él, al que califica como grotesco, por sus andanzas en compañía de su escudero Sancho.

Al ser cuestionado sobre el estilo de Cervantes al escribir la obra, Pérez-Reverte afirmó que “el Quijote tiene un humor finísimo, al que hay que tenerle paciencia. Yo lo he leído 20 veces y me sigue aportando cosas buenas”, en referencia a los recursos literarios de la obra.

En el evento, los asistentes tuvieron la oportunidad de cuestionar al autor. Uno de ellos aludió a lo que consideró un trabajo de mutilar la obra cervantina. El autor de El club Dumas (Alfaguara, 1993) aseguró que su intención al presentar este trabajo no es mutilar o cortar la obra —ya que el texto no sufrió modificaciones—, sino ayudar a una lectura más fluida para despertar un mayor interés en los jóvenes.

Al respecto, Gabriela Warkentin añadió que “más que una censura a la obra, en esta edición hay mayor oportunidad de que la lectura fluya”.

En otro momento el autor fue cuestionado sobre diversos tópicos, inclusive políticos, sobre los cuales, aseguró, tiene su postura bien marcada, pero no pretendía dar cuenta de ello en el foro dedicado a su último trabajo.

De cualquier manera, el autor explicó que “cuando el estado es injusto, cuando el estado no tiene la decencia requerida, el hombre tiene que morir peleando”, luego de que una joven de preparatoria le preguntara si todas las batallas se deberían luchar, en alusión a la situación del país utilizando como metáfora al Quijote.

Pérez-Reverte concluyó el encuentro con jóvenes diciendo que “cuanto más Quijote se les dé a los jóvenes, será más fácil que ellos enarbolen su propia opinión sobre cualquier cosa”.

Cómo funciona la música, de David Byrne

Eduardo González

David Byrne, vocalista y frontman de la legendaria agrupación de new wave neoyorquina The Talking Heads, presentó su segundo libro, Cómo funciona la música, publicado por la editorial Sexto Piso, en la cual ya había aparecido una obra anterior del músico, Diarios de bicicleta .

En la presentación, moderada por el arquitecto y urbanista mexicano Fernando Romero, el músico comenzó su presentación exponiendo los aspectos físicos del sonido. Habló sobre la acústica y cómo afecta o beneficia a cada género en particular, pasando desde la música clásica hasta la electrónica y el pop, que es como define el tipo de música que interpreta su banda.

Al detallar la importancia del foro en un recital musical, Byrne proyectó una foto del legendario CBGB’s, en el cual su agrupación tocó por primera vez en al público y albergó a bandas como The Ramones, The Sex Pistols, Blondie y Joy Division, entre otras.

Del legendario foro neoyorquino destacó que, pese a ser un lugar muy pequeño y descuidado, a las agrupaciones de aquella época, incluyendo la suya, les parecía muy bien.

Sobre la obra, Byrne atribuyó su génesis a una inquietud: cómo funciona la música en otros ámbitos, más allá de la música alternativa. La indagación correspondiente lo llevó a considerar la importancia de escribir este libro.

En la charla, destacó el aspecto social de la música, la que consideró como “un buen aditivo para la interacción social”. Agregó: “La experiencia de la música es la experiencia social”, subrayando las relaciones interpersonales que se tejen a través de las composiciones.

El autor, al reflexionar sobre la globalización en la industria musical, aseguró que es preciso viajar para encontrar sonidos diferentes que permitan diversificar en su manera de producir música y generar sonidos que vayan más allá de lo convencional.

Al ceder la palabra a los asistentes, se le cuestionó acerca del valor real que tiene la música en la actualidad, considerando que se dispone de recursos como YouTube y Spotify, temas sobre los que versa la publicación.

Respondió: “La gente actualmente tiene acceso gratuito a la música, y cree que cualquier pieza musical está en el aire. Están acostumbrados a pagar por una taza de café pero les parece injusto pagar por una canción. La gente le da un valor a la música, es parte de sus vidas, juega un papel fundamental para desarrollarse en momentos diversos, no sólo en el ámbito social, sino incluso en el sexual. Se le da este valor, pero el valor monetario, económico, ha caído”.

El músico opinó también acerca de la escena musical actual en Nueva York, al ser una de las más activas a nivel mundial. Explicó que no ha cambiado desde que él estaba inmerso completamente en ese medio. Como en los años de mayor actividad de su agrupación, “había también una diversificación de propuestas musicales, sólo que ahora es mucho más global”.

Olga Grjasnowa en Ecos

Luis Rico Chávez

Al margen de cuestionamientos u objeciones que pudieran hacerse a la FIL, se debe agradecer la posibilidad que tienen los bachilleres de entrar en contacto con los representantes de la cultura de su tiempo, oportunidad que de otra manera se les negaría. Y se debe agradecer también la generosidad del programa denominado Ecos, el cual además lleva hasta la preparatoria a autores de talla internacional.

En esta ocasión le tocó a la escritora azerbaiyana, radicada en Alemania, convivir, dialogar e intercambiar experiencias con los jóvenes. En un evento que se prolongó por poco más de una hora, Olga describió el argumento de sus dos novelas publicadas, A los rusos les gustan los abedules (edición en español de la editorial Cómplices), y Die juristische Unschärfe einer Ehe, la cual acaba de aparecer este año.

A propósito, y en respuesta a una interrogante de los asistentes, reconoció que la sorprendió la publicación de su primer libro; y lo mismo ocurrió con el segundo. “Todavía no salgo de mi asombro”. Señaló que se convirtió en escritora por accidente. “No me levanté un día y dije: voy a ser escritora”. Mandó su solicitud a una escuela de escritores y se sorprendió cuando recibió la respuesta de aceptación (sí, para ella en esta área todo es sorpresas). “Además, para mi buena o mi mala suerte, es lo único que sé hacer. Mi madre, que es música, quiso enseñarme, pero desistió por mi incompetencia. En la escuela, en las materias del área científica, pasé de panzazo (palabras de la traductora)”. Aunque, eso sí, se considera como una buena lectora.

Durante la charla con los jóvenes, además de su obra, refirió anécdotas de su vida y su país de adopción, y situaciones relacionadas con México. “En la antigua URSS”, evocó al ser cuestionada sobre el conflicto como elemento literario, “luego de su desintegración, a pesar de los problemas económicos, con inflación de hasta 500% semanal y los enfrentamientos bélicos, a las siete de la noche el país se paralizaba porque todos se iban a ver las telenovelas mexicanas, que luego se convertían en tema de conversación, por encima de la situación real que enfrentaban. El morbo del conflicto, del drama, de la tragedia, nos seduce. Por cierto que en esas novelas siempre la protagonista se llamaba Rosa, de dieciocho años, quien se enamoraba del señorito de la casa y era virgen. Y a propósito, hoy en la noche cuando llegue a mi hotel veré una telenovela”, y agradeció este viaje al pasado, pues las telenovelas las veía en su infancia.

Esta digresión surgió del tema del conflicto. “Las novelas rosas, sin conflicto, son falsas. Lo que da vida a una obra literaria es el conflicto. No podemos imaginar a Romeo y Julieta como la pareja perfecta, con familias perfectas en donde todos son felices. Si tu vecina dice que tiene un matrimonio feliz, sin conflictos, nadie se lo cree”.

Pero la charla comenzó con cuestiones más abstractas. Le pregunté, en primer lugar, lo que significaba para ella haber nacido en Bakú y, a los doce años, radicarse en Alemania. Detalló la ambigüedad del concepto de patria en alemán, que no se corresponde con la definición que le damos en América Latina. Se declaró en contra de tal concepto, porque en su contexto cultural y social lleva implícito un rasgo de racismo, de rechazo a los otros, a los que son diferentes. “Yo pertenezco a muchas etnias, a muchas minorías, y no defiendo el concepto de patria. Todo ser humano debería tener el derecho de elegirla, y la nacionalidad no tendría que determinarla el accidente geográfico del nacimiento. No deberían existir fronteras, y todos deberíamos tener la libertad de ir a donde nos lleve el corazón”.

Al respecto añadió que la identidad alemana surgió con Hitler, y llevaba implícito el rechazo a los no arios, y de manera especial a los pobres, aunque todo forma parte de aquello que se vive pero no se habla. “Los Estados Unidos les caen bien a los alemanes, porque les permiten autojustificarse: ellos están mal, nosotros no. El racismo, la discriminación, los guetos existen en EU, no en Alemania. Como en el país la población negra no es numerosa, no hay contra quien dar muestras de racismo” .

Esta situación, que enmascara una doble moral, se contradice por los hechos. Detalló dos situaciones deplorables: en una ocasión fue detenido por la policía, sin ninguna razón, un hombre de color. Posteriormente murió en su celda, luego de un incendio. “¿Cómo pudo ser posible que sólo se incendiara su celda? Hasta la fecha, el asunto no se ha aclarado”. Existe también, continuó, un grupo radical que secuestraba y desaparecía a gente de color. “Los hechos permanecieron ocultos por mucho tiempo, pero cuando se hicieron públicos, las actas penales que se levantaron al respecto al poco tiempo fueron desaparecidas por las propias autoridades”.

Un asistente, sorprendido por esta exposición, le preguntó si no la censuraban en su país. “Pues no, aquí estoy invitada por mi gobierno”, fue su respuesta. “Me mandaron a México a hablar mal de Alemania”.

Y sobre las noticias que llegan hasta allá del exterior, señaló que Europa es una gran comunidad cerrada, a la cual es muy difícil ingresar; los conflictos ocurren fuera de sus fronteras, por lo tanto no se preocupan mucho por los problemas externos. “Las calles son muy seguras, y a lo único que le tenemos miedo es al fisco”. De México, especificó, “escuchamos bastantes noticias, sabemos de las marchas, de las protestas, pero no recibimos información a fondo”.

No faltó quien mencionara el tema de la cerveza y el tequila. “Odio la cerveza, odio su sabor, así que tengo más fe en que me pueda gustar el tequila”.

Y vueltos a temas un poco más serios, habló sobre el proceso de creación. “Es sorprendentemente fácil crear a un personaje, aunque temo volverme esquizofrénica, porque para crearlos debo hablar con ellos y ponerlos a dialogar entre sí. En el caso de mi segundo libro, tenía claro que hablaría de una pareja, por lo que consideré que llegaría el momento en que tendrían problemas matrimoniales, y como yo no tenía problemas matrimoniales a la mano, comencé a hablar con mis conocidos para preguntarles qué problemas de pareja tenían. Como es obvio, nadie quiso darme respuestas, por lo que me vi obligada a suscribirme a páginas de internet en las que las parejas o las personas hablaran de su situación matrimonial, y tuve que comprarme todas las revistas y todos los tabloides que abordaban el tema”.

Subrayó que la parte más difícil de la creación es la disciplina. “Hay que seguir escribiendo a pesar de los fracasos, como cuando se da el caso de que debes tirar cincuenta páginas cuando te das cuenta de que no sirven para nada”.

Mil jóvenes con Ruy Pérez Tamayo

Diez razones para ser científico

Luis Rico Chávez

Aunque no necesitaba presentación, el historiador y narrador Jorge F. Hernández subrayó la “erudición sin pedantería”, la humildad y la capacidad para navegar por “ese mar de los sargazos que es la ciencia en México” de Ruy Pérez Tamayo, durante el encuentro que el científico sostuvo con mil jóvenes (“no es cierto”, matizaría enseguida, “ya los conté y faltan 127”) en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Y así, sin más preámbulos y en ese tono de socarronería, broma y relajación —que uno pensaría ajeno por completo al ámbito de la ciencia— comenzó la charla, con una pregunta del propio Hernández: “¿Cuáles son las razones para ser científico? Que a mí me gustaría serlo”, añadió entre dientes, “al menos para adelgazar”.

Para responder, Pérez Tamayo evocó una anécdota en la que una vecina, amiga de una conocida de una directora de escuela, lo recomendó para que diera una charla a los estudiantes “de secundaria y de prepa” sobre orientación vocacional, en particular relacionada con la ciencia. “Y como yo soy muy disciplinado y obediente”, respondió a la carta que le enviaron y en la que le pedían que expusiera Diez razones para ser científico, y así, junto con la charla, nació el libro que escribió con ese título.

Antes de exponer, ante el auditorio de preparatorianos, algunas de esas razones, rememoró aquella por la cual él se volvió científico, 71 años atrás, y subrayó el dato, “a pesar de mi aspecto juvenil”, minimizando sin embargo esta circunstancia, “pues apenas tengo 90 años”. Se dedicó a la ciencia por seguir los pasos de su hermano mayor, quien entró a la carrera de medicina. “Yo no quería ser médico, yo quería ser como mi hermano”, y lo mismo ocurrió con su hermano menor, quien también estudió la carrera. “Así matamos tres pájaros de un tiro: como los libros estaban en francés y eran muy caros, los tres estudiamos con los mismos libros”.

En la Escuela de Medicina conoció a Raúl, hijo de un médico y a quien su padre montó un laboratorio de fisiología, en donde ambos comenzaron a realizar observaciones y experimentos en gatos, a los que atrapaban en las azoteas del vecindario. Detalló enseguida el instrumental requerido y el procedimiento para conseguir sus fines, aunque sus compañeros consideraban que más que gatos, se dedicaban a cazar gatas.

Después de unos tres años de trabajo de observación y recolección de datos, presentaron la información a un profesor y la dejaron lista para un artículo, para publicarla y para presentarla en un congreso, y así comenzó su carrera científica. Al evocar a uno de los profesores que más admiraba, señaló que quería aprender de él, y aprendió a fumar, “aunque yo no fumaba con la misma elegancia, y además fumaba cigarros Delmon”. Después dejó ese mal hábito, aclaró enseguida, “como abandoné muchas de las estupideces que uno hace en la juventud”.

Al evocar a otro de sus profesores mencionó al fisiólogo Arturo Rosenblueth, quien también experimentaba con gatos, y solía decir: “Aquí en el laboratorio el único que tiene la razón es el gato”.

Luego de este preámbulo, se enfocó en las razones para ser científico, y para hablar de la primera recurrió a las palabras de su hijo, quien señala que quien se dedica a la investigación científica nunca envejece, se mantiene en la juventud eterna, pues cuando establece una hipótesis y la comprueba, se siente rejuvenecido.

Para no tener jefe, fue la segunda razón que expuso. Se tiene independencia intelectual. El propio científico establece sus hipótesis, se plantea sus propias preguntas de investigación y decide los experimentos que quiere realizar.

Tercera razón: para no tener horario de trabajo. El científico no se pregunta a qué hora comienza o termina su trabajo, sino que más bien se pregunta a qué hora no va a trabajar, ya que su trabajo consiste en pensar, y las ideas siempre están ahí, a toda hora y en todo lugar.

La cuarta razón es porque uno siempre hace lo que le gusta. “Lo que uno hace bien le gusta, y si lo hace mejor, le gusta mucho más”. Recordó entonces otra anécdota: “A mí me gustaban las matemáticas, porque me gustaba mi maestra de matemáticas. Pero me dejó de gustar cuando me enteré que me engañaba con su marido, aunque no me dejaron de gustar las matemáticas”. Hay que hacer entonces lo que nos gusta.

La siguiente razón para ser científico es porque se usa el cerebro. “A los diputados y a los futbolistas les estorba”, aclaró. Cuando uno usa el cerebro, continuó, es difícil que le tomen el pelo. El científico en todo momento está alerta, y si lee, por ejemplo, en una pasta de dientes, que contiene calcio, se ríe y se pregunta “¿y eso para que me sirve?”, o si escucha del maravilloso shampoo que “controla la caída del cabello, comprobado científicamente” vuelve a reírse y se pregunta que dónde están las evidencias de tal aseveración; en síntesis, que no cree en aquello para lo que no hay demostración.

La sexta razón (y fue la última que expuso, pues señaló que las siguientes ya las abordaría durante las preguntas de los estudiantes) es para hablar con otros científicos. No con los que aparecen en las películas de James Bond, que quieren conquistar el mundo y le pegan a su mujer todos los sábados, sino con los que se dedican a la ciencia en verdad. Aunque su número es reducido (en México hay uno por cada diez mil habitantes) es indispensable el contacto.

Los datos al respecto le sirvieron para exponer el lamentable estado del país en este sentido. “México está subdesarrollado porque su ciencia y su tecnología están subdesarrolladas”. El himno, expuso, debería decir “un científico en cada hijo te dio”, en lugar de “soldado”. Estamos, entonces, a una distancia enorme de tener el mínimo de científicos para convertirnos en un país desarrollado.

Vino a continuación la primera pregunta por parte de los asistentes, y como ocurriría en cada intervención, Pérez Tamayo se quejó de no entender el sentido de la pregunta porque, efectivamente, el planteamiento de la misma era ambiguo y poco claro. Al final el cuestionamiento consistió en si se necesitaba dedicarse a otra actividad para subsistir, además de la ciencia.

Respondió el científico que se dedicó durante 25 años a la medicina, “y después me dediqué sólo a la ciencia, para no dañar a mis pacientes”. Aconsejó, sin embargo, dedicarse a algo más que también interese a los jóvenes. “Diez pesos por autógrafo”, informó luego de que, aprovechando su intervención, quien le planteó la pregunta le solicitó que le firmara su libro.

La siguiente interrogante también lo llevó a cuestionar a su interlocutor: “¿Por qué a los jóvenes no les interesa la ciencia”, respondió: “¿Cuáles son tus datos para afirmar que no les gusta?”, para añadir enseguida que ello se debe a la ignorancia, ya que nadie les ha dicho en qué consiste la ciencia y qué posibilidades tienen para desarrollarse en una carrera científica. Hay además, una grave deficiencia en la divulgación científica.

“¿Cómo aumentar el número de científicos?”, se escuchó, y dijo Pérez Tamayo: “Qué buena pregunta, yo también me la planteo”. Agregó: “Falta una mayor divulgación científica, explicar cuál es el espíritu de la ciencia, cómo se hace, y su contenido: es decir, el qué y el cómo del quehacer científico”.

Tomó de nuevo la palabra Jorge F. Hernández, para interrogarlo sobre la existencia de un libro que inculque el amor a la ciencia, y le planteó si no le interesaba descubrir crímenes por el método científico, y aludió específicamente a Sherlock Holmes. “Usted se vería bien de pipa. Yo sería su Watson”.

Expuso entonces Pérez Tamayo el método que utilizó su maestro de inglés para enseñarle esta lengua, una de cuyas actividades consistía en leer un libro de Bertrand Russell. “¿Cómo llega el amor? A mí me llegó por medio de este libro”. Y de aquí describió enseguida su método de trabajo: “Cada proyecto de investigación se divide en muchos proyectos”. Los problemas son complejos y deben reducirse para estudiar cada parte (método reduccionista); otro método es el holístico, que pretende resolver todo de un golpe. “Yo los admiro porque están locos”, señaló. “No existe un método científico, hay muchos métodos científicos”.

Siguió Hernández su proceso indagatorio: “Yo escribo cuento y novela” (replicó Pérez Tamayo: “Nadie es perfecto”) “y me interesa el qué, cuándo, cómo, dónde… pero le tengo mucho respeto al por qué. En la relación de pareja, por ejemplo, es peligroso; cuando se llega al por qué: ¿por qué hiciste esto?, todo acaba en divorcio”.

“Hay tres preguntas clave: qué, por qué y para qué. La primera consiste en describir el fenómeno de la manera más completa posible; la segunda se refiere a los mecanismos de los fenómenos, y la tercera corresponde al área de la teleología, es decir, pretendemos que existe un propósito que nos explica la razón de los fenómenos, pero éste ya no es el terreno de la ciencia”.

La charla tomó a continuación los cauces de la ciencia y la estética, en las afinidades que tienen ambas como creación humana, y el tema le sirvió a Pérez Tamayo para mencionar el hecho de que Arthur Conan Doyle demostró que la supuesta cura que Robert Koch encontró para la tuberculosis no fue sino una estafa. Le permitió también ahondar en sus puntos de vista sobre la obra de Russell, a quien calificó como un autor magistral y quien se refiere de una manera brillante sobre cuestiones de la ciencia y la realidad.

Se permitió también apostillar sobre la importancia del dominio del idioma. Calificó incluso como “misteriosa” nuestra capacidad de comunicarnos mediante la articulación de sonidos. Aprovechó para exhortar a los jóvenes a esmerarse en su forma de comunicación, la cual no sólo debería ser clara y coherente, sino incluso elegante, “y si no pueden o no saben comunicarse, estudien”.

Ya casi para cerrar la charla, a pregunta expresa habló de dos de sus libros, de los que conserva recuerdos más entrañables: El viejo alquimista, publicado en 1971, cuento que expone el tema de la ciencia explicada a niños y jóvenes. El otro es un tratado sobre patología, el cual se lleva como libro de texto en muchos países latinoamericanos, y que fue incluso traducido al inglés. Pérez Tamayo cuenta que en cierta ocasión recibió un juego de té desde Osaka, regalo de un profesor japonés en agradecimiento por su tratado, el cual utilizaba en sus cursos. “Luego de algunos años viajé a Japón, y el día que llegué se celebraban los funerales del profesor”.

Algún joven despistado continuó con el tema de la rentabilidad de dedicarse a la ciencia. “Si quieres ganar dinero”, contestó el científico, “dedícate a la política”, aunque aclaró enseguida que con su sueldo como profesor de carrera, y con el de su mujer, les alcanzó para vivir con decoro, y viajar cada año a Europa, “a escuchar en Alemania las óperas de Wagner”.

Al final, como un homenaje a Ruy Pérez Tamayo, se realizó una dramatización sobre su obra, con mención especial de El viejo alquimista. El público lo despidió con una merecida ovación de pie.

Taller con Javier Sagarna

Luis Rico Chávez

Algunos profesores gozamos del privilegio de asistir a un taller con el narrador español Javier Sagarna, director de la Escuela de Escritores de Madrid. Como taller, nos ponen a talachear, como decimos aquí en México, y la actividad tiene la virtud de mostrarnos, en la práctica, el proceso de creación, indispensable para guiar a los estudiantes por el (para ellos) abstruso camino de la lectura. Entre otros, se trabajaron aspectos relacionados con el punto de vista y el empleo de palabras concretas, de los personajes y la implicación de los sentidos en las historias.

Entre muchos de los rasgos positivos del taller destaco la generosidad. Sagarna comparte sus experiencias y sus conocimientos con los asistentes, profesores y promotores de lectura todos, con humildad y con el ánimo de ampliar los horizontes, las perspectivas y las opciones para trabajar en el aula o en la sala de lectura, o en ambos espacios.

Como taller, además, tuvo la ventaja de que, más allá de los conocimientos teóricos o los conceptos de los participantes, el enfoque estuvo puesto en la práctica. Situación poco usual en actividades de esta naturaleza, pues por lo general se nos tiene acostumbrados a un fárrago de información y lecturas que, a la postre, no sabemos ubicar en ninguna parte de nuestra práctica docente.

Espero que los profesores hayan sido capaces de asimilar las peculiaridades de los textos literarios, pues la experiencia me ha enseñado que nuestra incapacidad para inculcar en nuestros alumnos el gusto por la lectura se deriva, entre otras razones, de nuestra propia deficiencia lectora. Y para cerrar esta breve nota (que no le hace justicia a los dos días de trabajo —productivo y enriquecedor— del taller) incluyo uno de los textos que escribí durante las actividades, y que dedico a Javier Sagarna:

Recordó el rostro adolescente: lo enterneció como nunca la palidez que marcaba el final de su existencia. Esta imagen postrera lo llevó a las otras que aún retenía frescas desde que inició el acoso: el viaje en auto por aquella carretera interminable, el tránsito entre árboles y nubes que le parecieron la señal de que por fin, luego de esta búsqueda infinita, hallaría la paz. Al abrigo de la noche llegaron a la cabaña. Entrenado entre tantos ocasos y amaneceres, se deleitó rondando su habitación, a través de la ventana, observándolo en las mil y una actividades cotidianas en que transcurría su existencia. En el acto final, lo sorprendió absorto, encaramado en la silla, empuñando el lápiz, trazando pájaros que volaban sobre aguas cristalinas, como un sueño inalcanzable que él estaba a punto de destruir. En el gesto de abrir la boca se le oprimió el corazón, pero debía cumplir su destino. Hincó los dientes y devoró con fruición la sangre. Al absorber la última gota volvió la decepción eterna: nunca podría robar el calor de las vidas ajenas. La inquietud lo carcomió y tuvo el impulso de acabar con todo. Luego del enésimo intento de suicidio, recordó que era inmortal.

Revisitan la obra de Jorge Luis Borges

Eduardo González

Escritores e intelectuales recordaron al escritor Jorge Luis Borges en el homenaje que se preparó en el marco de la XXVIII Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

El panel, conformado por el poeta Hugo Mujica, la investigadora y catedrática en literatura latinoamericana Sylvia Molloy y el ensayista Miguel Vitagliano, se dedicó a revisitar la obra del fecundo autor argentino desde diversas perspectivas. Fungió como moderador el escritor y periodista Vicente Muleiro.

Miguel Vitagliano hizo un repaso biográfico de la vida del autor y destacó el lado irónico que, aseguró, siempre reflejó en sus obras.

El ensayista además destacó aspectos particulares de la obra de Borges, entre los que subrayó el excesivo uso de citas, “reales o ficticias”. Recordó una anécdota de dos bibliotecarias que se dedicaron a hurgar entre los libros de diversos autores con los que contaba Borges en su biblioteca personal y en los que solía señalar citas que después utilizaría en sus escritos.

Vitagliano cuenta que “identificaron mil libros propiedad de Borges, los agrupan y lo que hacen después es tratar de investigar por la obra de Borges para ver en qué parte de sus textos había utilizado las citas”.

Hugo Mujica, en su intervención, realizó un acercamiento desde la perspectiva filosófica a la obra de Borges, a quien en una primera instancia catalogó como contemporáneo de Nietzsche, al asegurar que el filósofo alemán “comienza a escribir lo que termina escribiendo Borges”.

Además el poeta, también argentino, comentó que Borges desde los inicios de su vida profesional tomó el camino de la literatura fantástica “en el sentido de eternidad, disolviendo la realidad”. Considera al autor entre dos grandes caminos, el idealismo y el realismo, entendiéndose como uno solo, ya que es un ferviente defensor del idealismo, pues para Borges “la realidad es la idea”.

Al hablar acerca de la vida dogmática del autor, Mujica comparó al autor con George Berkeley, prominente filósofo irlandés, aunque asegura que Borges no pudo tomar la visión absolutista de Berkeley “ya qué él, al ser sacerdote, tomaba a Dios como un todo y Borges no tuvo más opción que poner en lugar de Dios a la escritura”.

Sylvia Molloy, por su parte, habló de la herencia cultural de Borges, en la cual percibe un criollismo notorio, según considera al revisar su literatura. La catedrática refirió, al respecto, que “juega por los dos lados, aunque es parte del universalismo de Borges, es el todo”.

Mil jóvenes con Claudio Magris

La literatura es una forma de vagabundear

Luis Rico Chávez

Como cada año, ayer se desarrolló el encuentro del ganador del Premio FIL en Lenguas Romances, Claudio Magris, con mil jóvenes, estudiantes de bachillerato de la Universidad de Guadalajara en su mayor parte.

Conocedor del público al que se dirigía, luego de las palabras de bienvenida de la directora de la FIL, Marisol Schulz, y de la presentación a cargo de Juan Cruz, Magris abrió relatando anécdotas de sus años como bachiller. Correspondieron, señaló, a una época de descubrimientos, a un momento feliz de su vida, de conocimientos y de humor.

Sobre el tema abundó en el segundo momento del encuentro, cuando los estudiantes plantearon sus inquietudes al autor de Danubio. A pregunta expresa, evocó a algunos de sus profesores, sobre todo a aquel que los obligaba a leer textos en alemán, pues ahí encontró la raíz de la disciplina y el gusto por la lectura, por el reto intelectual que implica. Otro profesor que lo marcó fue aquel que le revisó un trabajo de redacción, y luego de corregirlo escribió la siguiente nota: “Que Dios te perdone por tus errores, porque yo no”.

A propósito de la novela inspirada en el río alemán, Magris definió la literatura como “una forma de vagabundear”, pues el libro surgió, señaló, mientras paseaba con unos amigos por las riberas del Danubio. Mirar su cauce y un letrero fueron el detonante de la escritura, pues ante él se abrían diferentes posibilidades y debía elegir un rumbo… o no hacerlo, y simplemente dejarse llevar sin un destino definido.

Las preguntas de los jóvenes lo llevaron a describir el punto de partida de sus obras. Su inspiración está, destacó, en personajes, anécdotas, sucesos vividos; parte de un aspecto de la realidad al que luego reviste con los elementos de la ficción.

No faltaron los temas del momento, como el caso de Ayotzinapa, ante los cuales Magris declaró su humildad. “Si pudiera responder a estas preguntas, o resolver estos problemas, sería el Mesías”. Alabó los actos de repudio, las manifestaciones y todos los actos que se han realizado para exigir justicia, pues lo peor que podemos hacer es quedarnos quietos, callados o indiferentes. “Al que comete estos crímenes no le importa nuestro horror, pero nosotros no podemos dejar de expresarlo”.

Subrayó sobre todo la palabra humildad, “en su concepto etimológico, de humus, es decir, de la tierra; pertenecemos a ella, somos parte de ella” y a ella debemos integrarnos al igual que al resto de nuestros semejantes, de la misma naturaleza, para erradicar estos comportamientos bárbaros.

La charla transcurrió de manera casi vertiginosa, y luego de dos o tres preguntas del moderador, Juan Cruz, los jóvenes sólo pudieron plantear otras cuatro que, sin embargo, fueron suficientes para constatar el valor humano de Magris, a quien Cruz definió como un “ciudadano del mundo”.

Apañón

Luis Rico Chávez

Recién ingresado a la Expo, un policía me detuvo… para regalarme un libro de cuentos policiacos. No es broma. Se trata de una edición del gobierno municipal de Puebla, la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito y el Instituto Municipal de Arte y Cultura. Con el lema “Puebla una ciudad segura y de lectura” (que lo digan los poblanos y los que han turisteado por la ciudad) se distribuyen gratuitamente estos ejemplares, que incluyen texto de Roald Dahl, Nathaniel Hawthorne, Edgar Allan Poe y Robert Graves. Aplausos para estos raros actos de promoción que siempre serán bienvenidos, sobre todo por quienes dedicamos parte de nuestros desvelos a la promoción de la lectura.

Homenaje a José Emilio Pacheco

Eduardo González

“José Emilio fue creador de un estilo cuya mayor virtud fue hacer sentir a los lectores”. Con estas palabras Laura Emilia Pacheco evocó a su padre, a través de la lectura de un texto de Vicente Quirarte —quien por motivos personales no se presentó al evento—, poeta mexicano y gran amigo de José Emilio Pacheco, homenajeado en la edición XXVIII de la Feria Internacional del Libro.

En el texto de Quirarte se subrayó la bondad y la cercanía del autor con los jóvenes. “Fue un hombre bueno, consciente de que el arte no se hace con malas intenciones. Nada estaba concluido, todo estaba por hacerse. Por eso sus diálogos con el otro y con él mismo fueron, son y serán tan notables”. Estas aristas en la personalidad y estilo del autor son las responsables de que tuviera lectores cada vez más jóvenes.

Laura Pacheco, durante la lectura, aseguró que la obra entera del autor, originario del Distrito Federal, es un registro que sirve para crear más generaciones de lectores que, asegura, “a edad muy temprana penetran en su mundo”.

En el evento, el escritor y periodista José Carreño Carlón, autor de Topos (Tusquets, 1980), rememoró al autor homenajeado con un texto de su autoría, titulado “Pacheco”. “Voy a leerles un texto que lamento haber escrito. No por los defectos que pudiera llegar a tener, sino porque lo escribí porque José Emilio no está aquí”, afirmó.

José Carreño cuenta que conoció al autor en 1980 y que “aunque todavía faltaba un año para que publicara Las batallas en el desierto era ya, a su siempre modesta manera, una celebridad”.

Por su parte, el profesor-investigador en literatura y lenguas romances Rafael Olea Franco resaltó aspectos biográficos en los que destacó el carácter humano del autor y su cercanía con los problemas sociales, además destacó que su lectura es un referente para la “urgente transformación de la sociedades, en particular la mexicana”.

Al evento también asistió Marisol Schulz, directora de la Feria Internacional de Libro, así como Marcelo Uribe, director de la Editorial Era, responsable de la publicación de la primera edición de la obra más reconocida de Pacheco, Las batallas en el desierto.

Entre de las obras de autor homenajeado, Premio Cervantes 2009, y fallecido el pasado 26 de enero, se encuentran El principio del placer (Era, 1972), La sangre de Medusa y otros cuentos marginales (Era, 1990), además de diversas obras y antología poéticas entre las que destaca Ciudad de la memoria (Era, 1989), El silencio de la noche . El Fondo de Cultura publicó la mayor parte de sus poemas Tarde o temprano, además de la novela Morirás lejos.

Enrique Krauze: El poeta y la revolución

Eduardo González

En el marco de los festejos de la conmemoración del centenario de Octavio Paz en la Feria Internacional del Libro, Enrique Krauze presentó su libro biográfico El poeta y la revolución (De bolsillo, 2014), en el que pretende plasmar aspectos no conocidos del autor y justificar con esto la obra de quien fuera Premio Nobel a la Literatura en 1990.

En la presentación, moderada por el escritor y ensayista Ricardo Cayuela, Krauze se refirió a Octavio Paz como el “intelectual menos políticamente correcto de la historia”, resaltando la capacidad crítica del autor hacia su propia ideología.

Krauze también habló de aspectos biográficos de la vida de Paz. Refirió que muchos de los rasgos por lo que se le conoce al autor son aspectos hereditarios.

El historiador resaltó el acercamiento a la industria editorial de Paz y justificó su interés por esta disciplina al aseverar que “Octavio Paz tenía la tinta en la sangre, venía de familia de editores”, en referencia a la profesión de Octavio Paz Solórzano, quien además de ser caudillo en la revolución, fue editor de varias publicaciones.
“Él quería ser editor y lo logró al fundar la revista Vuelta en 1976”.

Al hablar de la publicación aseguró que “todos los jóvenes de la época queríamos fundar un partido político que reformara al país. Octavio Paz hizo algo más inteligente: fundó una revista”.

Sobre la postura ideológica del intelectual —una de las más controversiales de los escritores de la época— Krauze se refirió a él como “un revolucionario marxista absolutamente serio”.

Señaló que Paz siempre mantuvo una postura “democrática de un socialista radical”, misma que le hizo ser un crítico de los gobiernos socialistas y de la Unión Soviética.

Desde su punto de vista, ésta fue una de las razones por las que el autor fuera muy mal visto, ya que sus críticas a la izquierda incluían las propias de sus militantes.

A pesar de que por sus ideas políticas el autor tuvo muchos detractores, su obra ha sido considerada como una de las más prolíficas y brillantes de la literatura mexicana, por lo que en la FIL abundarán los eventos para festejar el centenario de su natalicio.

Mónica Lavín: Cuento sobre cuento

Eduardo González

La narradora Mónica Lavín presentó su libro Cuento sobre cuento, una antología de la Editorial Lectorum, en el marco de la XXVIII Feria internacional del libro de Guadalajara.

La autora, además de agradecer a los ahí congregados por el foro con sobrecupo, añadió que el cuento es un género muy menospreciado, por lo que se autodefine como una “defensora de un género que provoca diversos sentimientos”. Añadió que el cuento, al igual que la novela, narra una historia, pero matizó que un género breve como el cuento desgarra.

La también periodista, además de promover la lectura del cuento, recomendó a los asistentes que no se tomen los libros de este género como novelas ya que, asegura, es “más disfrutable cuando se lee en espacios diversos y se lee pausadamente”.

Al explicar el proceso creativo del cual parte la novela, la autora aseguró que toda obra suya “parte de una pregunta, al igual que el campo de la investigación científica todo parte de una hipótesis”, aunque diferencia a la literatura añadiendo que la disciplina literaria no da respuestas, sino aproximaciones, mismas que se dan por parte de los propios personajes de la historia, ya que de esa forma se ofrecen esas “aproximaciones a las respuestas de la realidad”.

La presentación se llevó de la mano del escritor David Martín del Campo, quien leyó un texto de su autoría que tituló como “La escritora que quería vivir en una casa de muñecas” en referencia a la más reciente obra de la escritora originaria de Distrito Federal.

El autor describió a la cuentista como “una buscadora de historias”, y se refirió a la recién publicada obra como una “precursora del deseo”. La autora, expuso, “ha aprendido de los clásicos”.

En la presentación del libro de Laviín también participó Porfirio Romo, editor de la obra, quien señaló que la importancia del cuento reside en el grado de participación que tienen los lectores en la narrativa del relato, ya que “ellos mismos dan la importancia a cada elemento inmerso en la narrativa”.

Porfirio Romo aludió a la vasta obra de la autora, y le agradeció la oportunidad de editar varios de sus títulos, y reafirmó lo que él denominó “complicidad” entre su trabajo y el de Levín, algo intrínseco en la publicación literaria.

Mónica Lavín es autora de 26 obras, entre las que destacan la reciente novela Las rebeldes (Grijalbo, 2011), que se ambienta en un suceso histórico (la revolución mexicana) expuesto desde la perspectiva de dos mujeres combatientes y presenta la visión femenina de la época.

Otra obra de la autora Yo, la peor le mereció el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska. La historia presenta al lector a una de las literatas más prolíficas de la historia: Sor Juana Inés de la Cruz.

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