Luis Rico Chávez: Lo primero que me gustaría que me platicaras es si en este momento estás trabajando en algún proyecto.
Antonio Ramírez: Sí, estoy trabajando óleos. Sobre todo, desde hace varios años estoy trabajando puros óleos.
LRCh: ¿Con alguna temática específica?
AR: No una, muchas, muchos temas, pero muy recurrente en mi trabajo son los guerreros. Las mujeres desnudas, casi siempre pinto desnudas a las figuras, porque me gusta mucho el cuerpo humano. Antes del óleo mi técnica era el acrílico. Cuando estaba muy joven me gustaba mucho, pero después ya no me gustó tanto cuando empecé a pintar más óleo; no hay como el óleo, para mi gusto.
LRCh: ¿Por qué los guerreros?
AR: Pues se me hacen como un símbolo de la actualidad. Los guerreros malos y los guerreros buenos. Malos entre comillas, porque obedecen a los poderosos. Y pinto guerreros como guardianes del pueblo, pero siempre los uso metafóricamente. Yo uso mucho la metáfora en mis cuadros.
LRCh:: Esto que dices de los guerreros buenos y malos, de los que siguen órdenes y de los guerreros como guardianes del pueblo, tiene que ver con tus orígenes como artista, de tu postura estética, social y política.
AR: Tiene que ver con el zapatismo.
LRCh: ¿Con el zapatismo actual o con el de la Revolución mexicana?
AR: Con el zapatismo de Chiapas.
LRCh:: Con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
AR: Con el EZLN.
LRCh:: Nos platicabas antes de comenzar la entrevista que en tu juventud anduviste en el Sureste dando clases.
AR: En el estado de Veracruz. Y los zapatistas surgieron en Chiapas.
LRCh: ¿En tus años como maestro tomaste ideas para tus obras, para tu postura política?
AR: En ese tiempo casi no pinté, pero seguimos yendo al pueblo. Dentro de mi temática también me ha gustado pintar brujos o… ¿cómo les llaman?
LRCh: ¿Chamanes?
AR: No… bueno, digamos brujos. En el pueblo se ponen a platicar mucho sobre los brujos y muchas cosas mágicas, en el pueblo de Domi, en Nuevo Ixcatlán, Veracruz, los habitantes son mazatecos reacomodados; vienen de Oaxaca, los movieron a ese punto.
LRCh: ¿Y del ejército zapatista?
AR: Los zapatistas, por boca de Marcos, han dicho que son guerreros, y que no hay que confiarse de ellos porque son guerreros. Quieren dejar de serlo, pero el sistema los obliga a ser guerreros. Me pareció muy interesante esta postura, porque no se sienten orgullosos de ser guerreros, sino que se sienten obligados por las circunstancias, y en ese sentido ellos no se dicen guardianes del pueblo, pero yo los tomo metafóricamente como eso.
LRCh: ¿Tú empezaste a pintar en los sesenta?
AR: Sí, en 1961, por ahí. Desde los 14 años, en el 58 estudié en Esmeralda y ya de ahí me seguí.
LRCh: ¿Tuviste una formación académica o más autodidacta?
AR: Fue una formación académica, de hecho. Después me traté de liberar de eso de los cánones.
LRCh: Los sesenta, setenta, ochenta, te tocó vivir la pintura desde dentro. Platícame tu perspectiva, la historia de la pintura en esos años.
AR: Cuando yo empecé a pintar estaban surgiendo los pintores de la ruptura, como les llaman hasta la fecha, Cuevas, Cohen, Vlady, y toda esa gente. Yo los admiraba mucho porque se me hacía que estaban realmente sacando algo nuevo, que no era precisamente seguir la escuela mexicana, aunque tenían las raíces de la escuela mexicana. Pero la habían trascendido. También fueron importantes las luchas obreras, sobre todo en los años setenta, hubo muchas huelgas, mucho movimiento obrero, el de los electricistas, la tendencia democrática y todo eso. Esto me llevó a participar mucho con mi pintura.
LRCh: Las guerrillas también.
AR: Y las guerrillas, sí. Esto me llevó a pintar mucho panfleto. De alguna manera eran como muy panfletarias mis pinturas, pero después ya me harté de eso y me puse a pintar otras cosas. Incluso llegué a hacer pintura abstracta durante una temporada más o menos larga.
LRCh:: ¿De qué año a qué año?
AR: Fue como del 68, 69, a mediados de los setenta. Ah, no, eso fue cuando estaban las luchas obreras; fue un poco a mediados de los setenta en adelante. Entonces radicábamos en el Distrito Federal, y después nos vinimos a vivir a Guadalajara. En 1983 llegamos aquí, conocí a muchos pintores y estuve trabajando muy influido por los surrealistas… entonces empecé a pintar cosas como surrealistas, de alguna manera.
LRCh: De lo que me hablas de la ruptura, ¿tú te consideras parte del grupo?
AR: No, no, yo y mis compañeros estábamos al margen, solamente como observadores, tratando de aprenderles.
LRCh: En los ochenta, cuando llegas aquí, ¿cómo encuentras el ambiente artístico?
AR: La plástica la vi muy mal. Todavía no tengo tan buena opinión de la pintura de Guadalajara. Los artistas de esos años me parecieron muy anquilosados. Yo traía una tendencia a pintar cosas con mucha fuerza; admiraba a Orozco. Creo que no copiándolo, pero sí con la influencia de Orozco, incluso hasta la fecha. Yo siento que todo te influye, todo lo que ves y lo que vives. Entre las influencias que tengo muy marcadas está Giotto, a quien admiro mucho… Picasso. Y volviendo a la pintura moderna, Orozco. En eso estoy de acuerdo con Octavio Paz, que decía que Orozco, aun admirándolo, es un pintor limitado. ¿Cómo? Podría sonar algo contradictorio, pero sí por ejemplo tú tratas de recordar algo erótico de Orozco, simplemente no encuentras nada o una que otra cosita, pero no es precisamente erótico. Es algo cercano a eso, pero limitado en ese sentido. Porque comparándolo con Picasso, abarcó todas las formas de pintar y tuvo influencias (y la demostró) de los griegos, de las antiguas culturas, de las máscaras africanas, y de todo eso se valió. Era como una esponja, todo lo absorbía, y lo interesante es que lo transformaba. Eso a mí me fue marcando mucho. Entonces, trato de pintar siempre diferente, aunque claro, siempre se ve mi mano. En los últimos tres años, por ejemplo, ataco de muchas formas de atacar técnicamente el óleo, de trabajarlo, cada vez de diferente manera, me choca la repetición técnica y temática. Cuando pinto los mismos temas siempre son diferentes, muy diferentes uno de otro, en su tratamiento y usando diferentes tipos de metáforas, como te digo.
LRCh: ¿Cuando llegas aquí en los ochenta te integras con los pintores locales?
AR: Sí.
LRCh: ¿De qué manera? Por ejemplo, te platico de mi experiencia con los escritores: muy egoístas, sienten que son lo máximo y forman grupos y los que no pertenecen a él son de lo peor y no los aceptan.
AR: Exacto. Sí, son muy sectarios. Había un grupo que se llamaba el TIV, Taller de Investigación Visual. Estaban Miguel Ángel López, Chava Rodríguez, Martha Pacheco… el que se murió de alcohólico, Javier Campos Cabello, y varios más. Yo los veía como muy sectarios. Y no sabían discutir. Porque yo venía de México y me hacían alguna entrevista en radio, en cualquier lugar, y me preguntaban: “¿Cómo ves la plástica?” Y yo decía sinceramente cómo la veía. Sin decir “todo vale sombrilla” pero sí diciendo que había muchas limitaciones. Los grupos que existían eran muy sectarios y no aceptaban corrientes de otros lados, aunque sí los influían, pero no lo reconocían. Por lo tanto, el resultado en general era de una pintura muy mediocre. Eso enfureció a todas las pandillas de pintores y me gané muchos enemigos, sin darme cuenta. Porque yo no lo hacía con el plan de molestar. Se sentían intocables algunos de ellos. Conocí a Luis Valsoto y a Alejandro Colunga, éramos amigos. Ahorita no recuerdo más gente. A Colunga lo cooptó Monterrey, con Guillermo Sepúlveda. Allá estuvo trabajando muy bien, tuvo una evolución muy interesante, aunque para mi gusto de repente comenzó a repetirse. Pero de los pintores de Jalisco sí me parece que es de los más destacados, de los mejores pintores. También estaba Ismael Vargas y su mujer, era sudamericana. Talentoso, aunque después ya no me gustó lo que hizo él, pero eso ya es otra cosa. Así es como me encontré políticamente y me fui ganando enemigos, porque yo traía la concepción de los consejistas italianos, de trabajar, de hacer política desde abajo y no piramidal, como son y eran los partidos de izquierda. En entrevistas también critiqué a la revolución cubana, sin quitarle sus méritos, claro, pero los cubanistas se escandalizaron y dejó de hablarme medio mundo, pero yo no sabía por qué y era por eso, porque había criticado ciertas cuestiones del gobierno cubano, como las comisiones de barrio, como les llamaban, pues yo decía: “Están sirviendo para espiar a los demás para estar con el régimen y eso no está bien, porque el pueblo hizo una revolución”. Todo eso me parecía muy dogmático, y se fue cayendo en eso. Formamos el grupo que se fue deshaciendo porque sesionábamos y hablábamos de política y de arte. Yo empecé a dar mis opiniones y critiqué al TIV, que hacían pintura para espantar burgueses y eso no me parecía bien. Hay que pintar, no para espantar burgueses ni nada, simplemente para sacar del fondo de ti tu visión del mundo. Y no tienes por qué estar limitado a que la burguesía se escandalice, porque tampoco podemos echar tabla rasa con los burgueses, que al final compran obra, como compraron obra revolucionaria, pero pues era todo, mirar las cosas como inversión. Pero eso ya era otra cosa; con ellos no se podía discutir, se enojaban. El grupo se supone que buscaba tener discusiones, se supone que para eso era. Pero no aguantaron las discusiones. Entonces llegó el momento en que tuvimos la última sesión porque yo dije que ya no tenía sentido seguir sesionando porque en realidad estábamos repitiéndonos y nadie quiere salir a la calle; yo estaba con la idea de salir a la calle y hacer pintura de la calle y no formarnos como un grupo más con sus cabecillas haciendo planes de esa manera, no había una actitud de que fuera algo horizontal. Entonces eso me valió más enemigos, porque así lo toman ellos.
LRCh: ¿Y de las siguientes generaciones, sabes algo? ¿Estuviste en contacto?
AR: Pues fíjate que me fui encerrando, incluso ahora salgo poco, entonces me relaciono con muy poca gente de la pintura, me relaciono más con gente de México, en algunos momentos; un pintor muy bueno, Aarón Cruz, los Castro Leñero, que fuimos compañeros de trabajo en México y discutíamos y pintábamos juntos, pero a ellos los veo poco, me comunico poco con ellos. De aquí, un diseñador que también empieza a hacer pintura, Sergio Arath. Él trabaja como diseñador, pero también participa políticamente con el zapatismo y hace cosas muy interesantes de diseño y de dibujos. Más gente no veo porque ya no me puedo mover muy fácilmente. O está Roberto Pulido. También hice mucha amistad con Antonio Martínez Guzmán, que es muy buen pintor. Nos vemos y platicamos de arte, criticamos. A Toño le cuesta mucho trabajo aceptar críticas, pero a mí sí me hace el favor de escucharme y de tomar en cuenta mis opiniones. Entre los artistas hay mucho de encerrarse en sí mismos, porque creen que el dedo de Dios los ha tocado y se creen el cuento de que el artista es alguien especial y todo eso, y lo mismo pasa con los escritores.
LRCh: Claro, pues así como unos tienen la habilidad de pintar, de escribir, otros tienen la habilidad de levantar muros…
AR: Claro, todo es trabajo. Picasso es un ejemplo a seguir para mí, aunque muchos no lo siguen, no lo toman en cuenta. Por ignorancia o por flojera, pero hay mucha gente de la pintura moderna que habría que estudiar bien, a fondo, como Francis Bacon, Matisse, no sé, Munch y mucha gente que tiene muchísimas cosas que aportar, aunque hayan muerto la mayoría. Yo creo que eso hace falta, que se cultive más la gente en el terreno de la pintura y del arte en general, yo digo que el arte, el artista más bien (yo no me considero artista, yo soy un trabajador de la pintura; ya si soy artista o no, ya lo dirá la gente o lo dirá la posteridad o como sea, y si no lo dicen, no hay problema), el artista tiene que interesarse en todo, en la literatura, en la escultura, en la arquitectura, en la albañilería, en los movimientos sociales. Por ejemplo, los zapatistas están vivos y muy activos. Participé hace poquito en una mesa redonda allá con ellos de manera virtual, porque no me puedo mover hasta allá. Los zapatistas están organizando cosas muy interesantes de ciencia, de arte, de política, y mucha gente piensa que ya valieron sombrilla, que ya están muertos y no es cierto, están trabajando a nivel internacional de manera muy fuerte y muy interesante. El artista de aquí no se interesa en general en eso. Mis amigos simpatizan o trabajan directamente con el zapatismo. Ellos a mí me toman como uno más, no como el pintor, aunque sí me respetan como pintor. Eso a mí me da mucha satisfacción. Y me da mucha satisfacción cuando hay gente que no conozco y dice: “Me gustó mucho tu cuadro, tal cuadro”; me da mucha satisfacción porque le di algo. Entonces yo lo que trato (y lo he dicho en otros momentos y no me han entendido mucho aquí) es que la pintura tenga poesía. Entonces algunos tontos pensaban que consistía en escribir poesía en el cuadro y yo les aclaraba: “No, no es escribir poesía en los cuadros”; todas las grandes obras de la pintura tienen, en el fondo, indudablemente, poesía, están cargados de poesía. Entonces no es nada más ver que está la figura de una virgen, o de un ángel o de lo que sea, sino que encontramos detrás de eso, por decirlo de alguna manera, un espíritu poético; hay algo que nos hace sentir vivos. Yo le llamo poesía. Más o menos así es.
Pintura
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Tere Acosta
Stefanía Agoglia Argentina
Adriano de San Martín Costa Rica