Una nueva vida y un nuevo comienzo me esperan, una montaña enorme, maciza como una gran roca, llena de vegetación, tengo todo el equipo para escalarla, estoy capacitada, mis músculos son ahora más fuertes y por mis venas corre una sangre nueva.
Esa montaña se llama resiliencia y en la cima hay millones de personas sonriendo y gritándome que puedo, que me esperan, que soy la mejor. Cómo no iniciar la escalada; me dan ganas de subirla a mi propio ritmo, sin afán, porque el trayecto promete, es como si en cada zancada tuviera que detenerme a contemplar el hermoso paisaje.
Hoy salió el sol, apenas mi trayecto comienza, siento la calidez en mi espalda y en mis rodillas; una brisa liviana acaricia sutilmente mi piel. Muy cerca, a unas cuantas zancadas de aquí, hay un lugar verde con sombra para reposar un rato, eso me motiva a seguir adelante. He pisado algunas rocas, otras han sido difíciles de agarrar, pero me hacen sentir que no estoy sola. Y entiendo que sólo Dios.
Hoy en el trayecto de ascenso me encontré con algunos pensamientos. Pienso en lo que puede llegar a ser, entonces me alejo inmediatamente de la montaña y en lugar de dar una zancada adelante, mis pies empiezan a temblar y me paralizo.
Cuando traigo a memoria las cosas pasadas experimento hormigueo en mis dedos y calambres en mis piernas. Debo encontrar un lugar de descanso para respirar y regresar a mi presente.
Dejar mi pasado atrás no es tan fácil como pensé, viejos recuerdos vienen a desestabilizarme, pero yo debo volver a mi centro y mi centro está con Cristo Dios.
Hoy estoy lejos del lugar donde comencé. A veces miro hacia abajo y me sorprende lo alto que he llegado, no lo creo y siento vértigo; me pregunto cómo llegué hasta aquí. La fe se me escapa y los miedos vienen hacia mí como aves de rapiña, amenazan con robar mis reservas de energía, me distraen de la meta, otra vez debo detenerme, encontrar un lugar de reposo y volver a mi centro. Debo llegar a la verdad, la verdad que me ha traído hasta aquí y vuelvo a pensar: sólo Dios.
Hoy siento el viento en mi cara; a veces es una brisa delicada y a veces un viento impetuoso, pero no me hace daño; mis oídos se estrechan y sólo puedo escuchar el viento, he subido bastante.
Fuertes vientos de dudas hacen difícil mi ascenso, pero recuerdo que lo tengo muy claro, debo seguir subiendo hasta encontrar otro lugar de descanso, ese lugar se encuentra lejos, pero me han equipado para seguir subiendo; cuando tambaleo o resbalo, el Padre sujeta mi espalda y de nuevo me sostiene en sus brazos, luego me pone en el lugar que me corresponde para continuar subiendo.
Hoy escucho a los pájaros, disfruto del paisaje, está lloviendo, el agua moja mi cuerpo, es como un bálsamo que hidrata mi piel, arrecia un poco la lluvia y no me impide seguir subiendo, cada gota estrellada contra mi cuerpo me motiva a seguir el trayecto. Estoy concentrada y mis piernas no vacilan, mis pensamientos están centrados y seguros, subo y no me detengo, hoy es un día en el que la fe, la esperanza y el amor rodean mi ser y me sujetan como el más seguro de los arneses.
Hoy quisiera tomar un atajo, no seguir la ruta trazada y encontrar una forma de llegar a la cima más rápido y sin tanto esfuerzo. Hoy, una serpiente salió a mi encuentro y amenazó con atacarme: esa serpiente se llama ansiedad.
Esa serpiente me lleva al pasado, me adelanta al futuro y no me deja ver lo que he logrado, serpentea frente a mí dejando un rastro de polvo que nubla mi mirada. Respiro, vuelvo a mi centro, ahí donde estoy, clamo a Dios.
Hoy estoy agradecida, acabo de llegar a un lugar de descanso donde me gustaría quedarme, no es la cima pero se parece mucho a la felicidad, hay frutos de colores jugosos y nutritivos, hay sombra por todos lados y espacios donde tomar el sol, hay fuentes de agua cristalina donde puedo tomar un baño y relajar mi cuerpo. Este lugar se llama serenidad
Aún me falta mucho camino por recorrer, pero no quiero mirar arriba para saber cuánto me falta y tampoco quiero mirar abajo para notar cuánto he subido. Hoy sólo quiero permanecer en este lugar de descanso. Hoy estoy parada en mi presente y me invaden la gratitud y el bienestar. Hoy agradezco el lugar donde estoy y disfruto mi estación aquí.
Hoy quisiera acomodarme y no seguir adelante, descansar más de lo necesario, hacer una casita en ese lugar de reposo, aquí es un remanso de paz, pero no es mi lugar; es un lugar anhelado, pero no es la cima; es un lugar para recordar y seguir, porque si estos son los lugares de descanso, cómo será la cima. Hoy me esfuerzo para salir de la comodidad y moverme en busca de la cima, porque pertenezco al lugar más alto de esta montaña y ese lugar espera por mí.
Hace tiempo que inicié el ascenso de esta montaña, tanto la he abrazado que me he vuelto una con ella, ya no le temo, la reconozco, puedo oler sus minerales, sus raíces y sus grietas, hay vida aquí, dentro de ella, miles de animales preciosos la habitan, todos con una lección que darme. Hoy ya no escalo la montaña, hoy habito esta montaña, soy una con ella, siento que me acoge. Hoy soy la montaña, con la montaña y en la montaña hoy alabo a Dios y reconozco su majestad y magnificencia en mi vida.