Se ha marchitado aquella rosa de mi escritorio. Detalle hermoso que ahora yace muerto, regando sus secos pétalos sobre mis libros. Exhalo un suspiro y parece que nada es eterno, incluso las cosas más bellas llegan a su fin, como una flor o un amor entre dos personas. He soñado, como muchos, con un amor que dure toda la vida. Esa fantasía universal de toparse con la persona ideal con la que pasarás el resto de tu vida.
¿Hasta qué punto podemos garantizar estar con la misma persona para siempre? ¿Existe el amor eterno? Dicha pregunta es desarrollada por el poeta chileno Vicente Huidobro en su relato “Romanza de los besos” (1914) que a través de las fórmulas tópicas del romanticismo y la retórica melodramática narra la historia de dos amantes y su juramento de amor eterno.
Aquí conviene presentar el siguiente proyecto de escritura: explicar el amor eterno en relación con el espacio y el tiempo. Ahora que para ensayar la propuesta anterior he de aplicar el análisis estructural del semiólogo y critico francés Roland Barthes que aparece explicado en su libro Introducción al análisis estructural de los relatos (1966). Asimismo, parto de las ideas de Bernad Lamizet en “Semiótica del espacio y mediación” (2010).
De aquella flor marchita llega esta reflexión sobre el amor y su finitud. ¿Debería reemplazarla o serle fiel aun en la muerte y no volver a colocar otra rosa en mi escritorio? Podemos reemplazar las cosas que terminan, pero ¿y el amor que le teníamos, qué hacer con él?
Las relaciones de pareja tienen la finalidad de llegar hasta el matrimonio, un contrato social y religioso que promete a dos personas que se unen amarse y respetarse toda la vida. El matrimonio hace oficial dicho juramento de amor y se espera que ambas partes vivan enamoradas y mueran juntos, eso sería lo más ideal, pero ¿qué tan cierto puede ser? Siendo honestos, no podemos controlar el futuro; si uno de los dos muere, ¿qué pasa con ese contrato, con ese juramento de amarse y ser fieles el uno al otro?
Tales reflexiones son representadas por “Romanza de los besos”, registrado como el primer cuento de Vicente Huidobro (1893-1948), el cual forma parte del libro Pasando y pasando publicado en 1914 y que ahora tiene un gran valor autobiográfico. En pocas palabras, apreciamos la historia de una mujer que al enviudar traiciona el juramento de amor que le hiciera a su esposo, aceptando los requiebros de un nuevo pretendiente.
Roberto y Elena son dos jóvenes amantes que se juran amor eterno durante el crepúsculo, con el acompañamiento de una misteriosa pieza musical. Sin embargo, serán alcanzados por el destino cuando, ya siendo esposos, Roberto fallece por una enfermedad. Cinco años después de su muerte Elena intentará traicionar su juramento con Roberto al aceptar a otro hombre, Eduardo. ¿Será capaz de hacerlo? Es difícil afrontar la partida de un ser querido y aún más difícil es dejarlo ir, remplazarlo. ¿Cómo lidiar con el sentimiento de un nuevo amor cuando empeñaste tu palabra por medio de un juramento? Se vive arrastrando la culpa y el dolor hasta superarse.
La magia inicia con la mirada y después con el beso que sella los sentimientos de amor por la otra persona. Mirar a ese ser idolatrado y darte cuenta que quieres estar con él o ella para siempre. Luego, llega el momento en que ambos se besan y saben que el sentimiento es real. Entonces, llega el momento más importante de toda pareja cuando saben que no quieren estar con nadie más y surge el “amor eterno”, entendido como la promesa de estar juntos, es decir, dar muestras de cariño, respeto y fidelidad a la otra persona en cualquier momento.
De acuerdo con el análisis propuesto por Roland Barthes, cuando Roberto y Elena se juran amor eterno en la sala observamos un subcódigo sociológico que nos remite a esta parte de un contrato social y religioso que es el matrimonio. Por tanto, social y religiosamente existe esa idea romántica en la que esa relación que se ha unido debe ser para toda la vida, siendo la muerte la única que puede romper dicho acuerdo, y si el amor termina antes de ese pues se considera que la relación ha fracasado.
En mi opinión, jurar amor eterno parece más una situación complicada porque si todo en el universo tiene un fin, no hay forma de garantizar un amor que sea para toda la vida, pues no hay un tiempo definido para que una relación sea exitosa. Parece agotador cargar con el peso de ese amor que ya ha terminado. Elena es incapaz de olvidar el pacto amoroso original. Perdura el recuerdo y la culpa de romper la promesa, un amor que va más allá de la muerte.
¿Por qué resulta difícil iniciar un nuevo amor? No sólo se trata del sentimentalismo y la culpa. El espacio y el tiempo son dos aspectos que nos pueden ayudar a entender la dinámica entre Elena y su juramento. Por un lado, el “espacio” entendido como aquello que sitúa al personaje, lo identifica a él y su relación con los otros. Considerando el espacio simbólico, ubicado entre las mediaciones del espacio semiótico como “aquel al que el sujeto da sentido al vincularlo con identidades de las cuales él piensa la significación” (Lamizet, 2010, pp. 155-156).
Por tanto, la sala se vuelve un espacio simbólico al identificarlo como el lugar en donde Roberto y Elena se juraron amor eterno. En mi opinión, el simbolismo que adquiere la sala es un factor que provoca que Elena se sienta incómoda junto a Eduardo, porque él está invadiendo un espacio con gran significado para ella.
Por otro lado, tenemos el “tiempo”, que es aquello que nos permite organizar los acontecimientos. Teniendo en cuenta las catálisis entendidas por Barthes como “una funcionalidad puramente cronológica (se describe lo que separa dos momentos de la historia) […] aceleran, retardan, reimpulsan, resumen o anticipan el discurso” (1966, pp. 19-21). Desde esta perspectiva, el cuento corresponde al siguiente esquema:
Para mí, el tiempo muestra cómo el juramento original perdura en la vida del personaje y, a la vez, se vuelve simbólico al ser siempre la hora de los amantes. El mismo lugar (la sala), el mismo tiempo (la hora del crepúsculo) y Elena permanece fiel. Su amor es más grande que lo hay a su exterior. Nada la hará cambiar.
En el amor no hay garantías. No podemos saber con certeza lo que pasará en una relación; se puede estar juntos un día y al siguiente puede que no. La muerte es algo que puede alcanzarnos en cualquier momento y separarnos de los que más queremos y eso tampoco podemos predecirlo.
En conclusión, el amor de Elena por Roberto y ese juramento que se hicieron mientras fueron novios fue vinculado al espacio y al tiempo, incluso a la música que no hemos tratado con detenimiento, pero puede percibirse como la emoción del amor anclada a todo lo que rodea al personaje. De ahí que observamos que el relato permanece siempre igual, contando la historita desde el mismo lugar (la sala), en un mismo tiempo (la hora del crepúsculo) y con la misma balada, pero con reacciones distintas por parte de Elena. Por tanto, la significación está dada por el propio personaje, por Elena, ya que vemos el salón como un espacio que simboliza la promesa, y el tiempo no sólo como el orden de los acontecimientos sino también como un símbolo del amor.
Desde mi punto de vista, esta es la forma en que Elena puede seguir aferrada a su recuerdo, pues mientras permanezca allí y siga sucediendo el crepúsculo y sonando la misma canción, ella seguirá sin superar la muerte de un hombre que amó como a nadie. La muerte le arrebató al amor de su vida y ahora no puede dejar atrás su promesa. Su amor quedó vinculado al lugar y al momento en que prometió amar a su hombre eternamente. Un amor que va más allá de la muerte, del tiempo y del espacio.
Barthes, Roland (1966/1977). “Introducción al análisis estructural de los relatos”. En Silvia Nicolini (comp.). El análisis estructural. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Huidobro, Vicente (1914). “Romanza de los besos” (pp. 112-120). En Pasando y pasando. Crónicas y comentarios. Santiago de Chile: Imprenta Chile.
Lamizet, Bernard (julio-diciembre 2010). “Semiótica del espacio y mediación”. En Tópicos del seminario. Núm. 24, pp. 153-168. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/pdf/tods/n24/n24a8.pdf.
Tornero, Angélica (2008). “El tiempo, la trama y la identidad del personaje a partir de la teoría de Paul Ricoeur”. En Revista de Humanidades. Núm. 24, pp. 51-79. Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/384/38402403.pdf.