En los trapecios
la peregrinación de los ácaros
La pandereta
que amuralla secretos
retrocede frente al tamboril
Los equilibristas
guarecen sus cuerpos
Las garras
amedrentan la voracidad
del látigo
que abroquelándose
humilla al domador.
Calados los huesos por el hastío
sujetan ese cuerpo
que clama enmudecido
Creencias que se deslizan
aguijonean oscuridades
que se acomodan en los cajones
Los recuerdos descubren
a la mujer que flaquea.
Acallan
los cuerpos desiertos
La llovizna
quema las voces
El domingo
cosecha los caprichos
y en las paredes
languidecen las súplicas
Mientras los gusanos
cierran el ciclo
un piolín
anuda la caída.
Soberbia deambula
Descree conversiones
Los temores alborozados
se enroscan en la omnipotencia
y engendran
Mientras la plegaria
pulsa las puertas del infierno
la abstinencia
atiza la hoguera.
Las acacias
intuyen lo acodado
del crepúsculo inminente
y una alcantarilla
recrea la hojarasca
Joaquín borronea
mientras
el englobe del refugio.
La jauría
ayuna en los portones
En la claraboya
la hojarasca se acordona
y hasta simula un cerrojo
El silencio es desangrado
por la animada versión de las ranas
Y levita esta poeta
en la pesadilla.
Investigada
por las secuelas
y así expuesta
dilata la resolución
Réplica de su espera
en sus horas cruciales
la semana es desmenuzada
por el tamborileo
que oculta la verdad.
Piratas
enturbian begonias
Trompetas lujuriosas
destronan zarzamoras
y las afiebradas palomas
merodean el plenilunio
El titiritero
hurguetea en el tinglado
mientras los ojos sepia
ojean la mandolina.