Cuando miras tu cuerpo
y achicas la esperanza
que carga tu paraguas
en un día lluvioso,
cuando eres piedra
que lame sus heridas
y corres por laberintos
sin destino.
Cuando ya no te encuentras
en ninguna de tus respuestas
y apunta hacia la nada
la ruta de tu espera.
Deberías entonces
afirmar tus pies sobre el paisaje,
silbar una canción por la avenida,
deberías rozar el amor
con tu mirada, como si un día
pudiera llenar el hueco
de tus sueños.
Cuando ya no le encuentres sentido
a ese rostro que una vez fue amado,
aléjate hacia nuevos horizontes
y extiéndele la mano a la vida,
como si apenas nacieras
en la pila del deseo
y estuviera por explotar
la primavera.
Porque me van naciendo espadas
en los dedos,
descubro la oscuridad de la aurora,
la callada quietud de las olas
que mueren en un simulacro de amor
junto a la arena.
Mis manos son gigantes que aprisionan
los días con macabras noches de insomnio,
mientras el ala de un zancudo zumba
sobre la almohada,
sobre esa trinchera extraña
de los desencuentros.
El insomnio parece un juglar
que despierta sonámbulo
en medio de los cantos taciturnos
que la cortina envuelve.
Voy naciendo en un estrecho
parto de campanas,
con el luctuoso amanecer en la colina.
Es oscuro el tiempo cuando sopla
la guitarra el llanto que se aleja
en medio de una selva de ojos.
Esta noche es una fruta olvidada,
una llaga celeste
que crece con la rosa.
Va muriendo la noche,
se cierra el picaporte
en mi mirada,
duermo y crecen arañas
en mis sueños…
El insomnio es un soldado
que cierra sus ojos al clarear
el día…,
el sol duerme con la lluvia.
No se sabe si la vida amanecerá
al llegar el alba.
Cuando la locura es una sombra
que se dibuja feroz en el paisaje
e intentas tomar la tarde por sus pliegues,
absorber con tus labios el último celaje,
entonces la realidad ha dado un salto
y has amanecido quizás
con una oreja menos e imaginas
en el techo de tu casa la estrella fugaz
colgando libremente en medio de tus ojos.
Y creas en tu mente el colorido,
como un Van Gogh
que lleva sus pasos ya cansados
hasta la habitación que tantas veces dibujara,
adivinando la luz en el jarrón de girasoles
que un día se quebró en su memoria.
Si fuera la locura un picaporte
que atrapa tus sueños a la nada
y juegas con muñecos como si de niños
brincando entre tus manos se tratara,
hasta que una noche liberas el alarido
que amarra tu silencio
y rasgas tu ropa hasta convertirla en harapos.
Volarás entonces ahí donde nadie
te encuentre: serás abeja que saborea
el polen de los mares,
serás gitana que baila en el prado,
serás cualquier cosa que pase de lejos
a ese picaporte cerrado, donde se derrama
tu historia, como una escena de teatro,
que entre penumbras se mueve
con la muerte a cuestas.
Si es la locura mirar tus ojos de otra forma,
como si en ellos encontrara las alas
que me llevan al otro lado de la ventana,
donde te imaginé soñando en mi almohada,
entonces eternamente miraré tus ojos
y será tu pupila el lecho que cobijará mi cuerpo,
y tus manos, las manos fuertes y precisas
que arrancarán la puerta.
Y yo volaré
como un zancudo que se pierde
en medio de la noche…