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América

Haidé Daiban Argentina


América

Tu abrazo abierto
al vuelo inaugural de las gaviotas
abarcó vientos de otros mares
en tu seno de madre nueva.
Fuiste pitonisa entre soles y templos
al augurar la conquista
mutua y eterna.
Esa conjunción de dioses
te dio la fuerza
de amamantar seres
con el agua traslúcida
de tus cuencas.
Y en el altar
de la roca más enhiesta,
un dulce punzón de río,
labró nombres
enhebrados a la piedra.
Nombres,
que la lluvia de los siglos
disfumó
entre cuencas tormentosas
y dejó olvidados
en cada acequia.


Ausencia

Como un vuelo alucinante
cruzó por mi mente
una sombra de pesadilla.
Noches insomnes
y la conciencia alerta
en el espacio silencioso.
Luego la revelación punzante
de tu ausencia.
Y un sillón vacío.


Cenizas

En las ojeras de la tarde
declina un párpado cansado
y una ráfaga resiste
al absurdo viento de ayeres,
de ayeres desolados.

Las cenizas se elevan,
            bailan, bailan,
yo, perdido en la penumbra
perduro en la aventura
que sigue y la busca de
aquella que se oculta tras su gasa.
Caen las cenizas
por la noche, cansadas
de su baile recurrente.

Ceniza es todo,
y todo cubre su manto envolvente
            a ese algo que fue,
                         ya fenecido.
Todo se deja abarcar,
gris y doliente,
por todas las cenizas
desmembradas.

Y todo es ceniza. Nada


De espaldas

Partiendo de Ingres

Desnudo y de espaldas
de espaldas al mundo.

Puesta la mirada
en la lejana unión
            del cielo con la tierra.

En el misterioso
infinito devenir
            que se perfila como un horizonte.

Allá lejos,
donde no estás tú,
            no están los otros
sólo el intangible derrotero
            de las horas,
            las que vendrán.

Dejo escurrir el tiempo
mientas el mundo se desmorona,
            siempre a mis espaldas.


Desierto de palabras

Ensombrece la vida
este desierto de palabras.
Noche ligada al silencio,
signos esfumados.
Un masticar de palabras vanas
ahueca las horas en
ristras felices de la nada.

Nos captura la mano
un fantasma rutinario,
el viento en contra,
el río desbordado.
Boca de náufrago, la boca,
ahoga la palabra,
abuso de una espera acartonada
            grita, llama.

Roen a las horas
relojes y oleadas clandestinas,
espuma sobre la piel contaminada.
¿Se abrirá la emoción,
            descubrimiento
            tallo de flor embravecida
ascendiendo hasta el cerebro?

Cruce de caminos.
Inspiramos
y la brújula perfecta
ya nos guía.
Arrebato de vueltas
de danza y pasos leves
avanzando.

Atisbo de la palabra.


El hombre americano

El tiempo transformará
la savia de ese hombre.
Su calendario,
herido de iniquidades y amores,
se acercará por el filón último
hacia la luz,
con su cosecha madura
cantando el himno a la tierra.
Supervive, supervivirá
de la asolación y conquistas,
(avara conquista negadora del vasallo),
hasta encontrar su latir
junto al terrón oscuro,
a orillas del manso río
o en ese cuenco que le dejó
su primitivo corazón
arrancado de cuajo.


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