El presente texto corresponde a la introducción del libro
La historia como suceso cotidiano. La desmitificación de los
héroes nacionales a través del humor en Los pasos de López
de Jorge Ibargüengoitia, de próxima aparición
La costumbre, en trabajos de esta naturaleza, invita a recurrir a la objetividad en la elección del tema. Otro criterio socorrido consiste en argumentar la utilidad de la empresa que tenemos delante. Confío en que, a lo largo de estas páginas introductorias, pueda satisfacer con suficiencia tales requisitos.
En este momento, sin embargo, deseo enfatizar el lado subjetivo de la cuestión. ¿Por qué Jorge Ibargüengoitia? ¿Por qué Los pasos de López? Recurro, en primer lugar, al respaldo de un especialista, Luis González y González, quien en El oficio de historiar no tiene empacho en aceptar que, “para no pocos, la selección de un tema es tan arbitraria y emotiva como una selección amorosa” (González, 1995: 72). Continúa, en el espacio dedicado a dar consejos a los noveles investigadores: “Quizá el mejor criterio para escoger el problema de estudio sea el del gusto propio. El campo más rendidor es el que en un momento dado despierta nuestra curiosidad, nos divierte y nos apasiona. En el momento de elegir tarea deben consultarse los gustos íntimos y la aptitud que se tiene para satisfacerlos” (op. cit., 73).
Me parece que la elección no ya de un tema de investigación para un trabajo doctoral, sino de una profesión, obedece a la locura del amor (si no intervienen tradiciones generacionales impositivas). La literatura, amante ingrata en este medio superficial y materialista, seduce a quienes deciden seguir la huella de su aroma y les impide escapar a su hechizo pese a los desengaños y sinsabores.
Y la literatura y el amor, para mí, son insustituibles en la existencia, y el ser y el estar son razón suficiente para seguir nuestras pasiones aun a costa de los tropiezos. Luego viene la complicación de la filosofía y la ciencia y la necesidad de encontrar causas y efectos y dar un fundamento de verdad y objetividad al más mínimo pensamiento.
Esa es mi brújula. Hablo de mi esencia, subjetiva y difícil de aprehender y definir, aunque el paquete incluye la racionalidad, derivada de esa misma esencia, encorsetada en miles de lecturas, justificada y sustentada en decenas de axiomas hallados, asimilados, interiorizados, manoseados, aceptados y rechazados una y otra vez hasta conformar lo que soy y lo que no soy.
Tal es la esencia de este trabajo final para la obtención del grado de doctor en Estudios Literarios y Lingüísticos, con especialidad en Literaturas Comparadas. Tal la fluctuación que saltará una y otra vez, alternándose o combinándose de manera arbitraria: la ficción y la ciencia, la literatura y la historia, la novela y los incidentes del inicio de la Guerra de Independencia.
Lo sé: los cuestionamientos esgrimen sus armas retóricas desde estas páginas iniciales, y por si necesitaran un acicate extra apelo enseguida a un concepto teórico tan esquivo y polémico en la literatura, el de género, para tomarlo como punto de partida para intentar el deslinde de los elementos de una obra literaria. Al abordar las creaciones artísticas que emplean la lengua escrita como herramienta de trabajo resulta obligado, en primer lugar, postular generalidades para llegar, por último, a la manera particular como estas se expresan en una obra específica.
Sitúo entonces mi punto de partida en una convención: la obra que analizo, Los pasos de López, del escritor guanajuatense Jorge Ibargüengoitia, es una novela, incluida, como género, en la narrativa. Aun añado que en la novela intervienen personajes ubicados en un tiempo y en un espacio específicos, ejecutando o padeciendo acciones descritas por un narrador.
Vuelvo a la cuestión del obstáculo inherente al asunto de la elección. La historia de la literatura mexicana, con una larga tradición y saturada de ilustres y reconocidísimos autores, ofrece un espectro muy amplio de obras y temas susceptibles de abordarse de muy distintas maneras y a partir de diversos enfoques.
Una vez superado el inconveniente de la elección se presenta la disyuntiva de cómo poner en perspectiva el tema. ¿Qué camino seguir? ¿Qué estrategia utilizar para su exposición? ¿De qué herramientas se dispondrá para desarrollarlo? ¿Desde qué perspectiva teórico-metodológica se abordarán sus aspectos más relevantes?
Muchas preguntas de respuesta nada sencilla. Pero para simplificar me escudo en la orientación del doctorado: la literatura comparada. Y una posible solución, para sortear estos obstáculos iniciales, en la restricción del ámbito de estudio: elegir un autor mexicano reciente, pero no tanto que la cercanía impida hacer una valoración imparcial.
La elección de un autor mexicano obedece, además de las razones proporcionadas por Luis González, al hecho de que yo pertenezco a tal cultura y eso, espero, me allanará el camino por la cercanía y la familiaridad contextual. En un proyecto inicial me había propuesto analizar dos de las novelas que el propio Ibargüengoitia denomina obras de carácter público, en las que aborda temas como el inicio de la Guerra de Independencia o el periodo denominado Caudillismo, ocurrido al final de la Revolución.
El corpus central de la investigación lo constituirán las obras de Jorge Ibargüengoitia, publicadas en dieciocho volúmenes por la editorial Joaquín Mortiz.
Si bien por lo menos en un primer momento se realizará un acercamiento a la totalidad de las obras, más adelante el énfasis estará puesto en los temas de carácter histórico, ya sean ensayos periodísticos, obras teatrales o novelas.
La exploración de la totalidad de la obra resulta indispensable para contextualizar los sucesos históricos narrados en las novelas y piezas teatrales, a la vez que permite esclarecer algunos de los procedimientos literarios del autor: las fuentes de que se nutre para la elaboración de sus anécdotas, cómo el suceso histórico se transforma en un elemento de ficción, todo lo cual se expone en diversos pasajes de esos dieciocho volúmenes.
Sobre el ámbito central del presente trabajo, me ocuparé de lo que Ibargüengoitia denomina obras de carácter público: Los pasos de López (1986, novela) y La conspiración vendida (dos versiones teatrales, en Sálvese quien pueda, 1994, y Teatro III, 2006), que se refieren al inicio de la Guerra de Independencia, destacando la figura de Miguel Hidalgo y Costilla y de otros protagonistas de dicho periodo histórico.
Diversas líneas pueden seguirse para estudiar la obra de este escritor guanajuatense. En primer lugar, su abundantísima obra periodística, recogida en ocho libros: Sálvese quien pueda (1975), Viajes en la América ignota (1988), Instrucciones para vivir en México (1990), La casa de usted y otros viajes (1991), Ideas en venta (1997), Misterios de la vida diaria (1997), ¿Olvida usted su equipaje? (1997) y Autopsias rápidas (1988, publicado por la editorial Vuelta).1 En estos volúmenes se recogen los trabajos aparecidos en el periódico Excélsior de 1968 a 1976, y en la revista Vuelta, donde colaboró a partir de ese año (1976) y hasta su deceso, en 1983. La edición y selección de textos estuvo a cargo de Guillermo Sheridan, Jesús Quintero y Aline Davidoff.
Se percibe al momento la gran variedad de temas, pero a la vez se descubre un denominador común: la cotidianidad del autor, los inconvenientes que enfrenta en diversos contextos, las situaciones absurdas que padece o de las que resulta un atento y agudo testigo y que configuran la existencia diaria del mexicano.
Y aunque esta cotidianidad pudiera hacer pensar, a un lector superficial, que se trata de temas caducos, por su naturaleza periodística y por referir sucesos acontecidos tres, cinco décadas atrás, se descubre al momento su actualidad, derivada del recurso empleado para exponerlos, el humor, el cual los revitaliza y les otorga una perspectiva cercana al lector actual.
Un aspecto adicional por el que estos temas interesan para el desarrollo del presente trabajo: en ellos, aquí y allá, se descubren pistas que proporcionan invaluables datos para profundizar en el conocimiento de sus obras de ficción, en particular para las de carácter histórico.
Ibargüengoitia engloba sus obras en dos tendencias (Ibargüengoitia, 1992a: 15), una pública, en la que incluye Los relámpagos de agosto (1964), Maten al león (1969, “la vida y la muerte de un tirano hispanoamericano”), Las muertas (1977, “obra basada en acontecimientos famosos que ocurrieron en el interior de un burdel”) y Los pasos de López (1986), donde narra los momentos iniciales de la Guerra de Independencia. Sobre ellas señala: “Los sucesos presentados en estas novelas son reales y conocidos, los personajes son imaginarios”.
La segunda tendencia, denominada “privada”, incluye La ley de Herodes (1967, cuentos), Estas ruinas que ves (1975) y Dos crímenes (1979).2 La califica como “más íntima, generalmente humorística, a veces sexual”.
Llama la atención, en esta semblanza que el autor hace de sí mismo y de su obra, que solo mencione una pieza teatral, El atentado (escrita en 1962). Ello se explica porque sus relaciones en el ambiente del teatro no fueron muy positivas, según expone en el ensayo citado. Sin embargo, estas piezas teatrales, omitidas por el propio autor en esta referencia, ocupan tres volúmenes de sus obras, y de la misma forma pueden dividirse en las dos tendencias citadas, inclinándose con mucho hacia la segunda; de hecho, en la primera solo cabría incluir El atentado y La conspiración vendida; Los buenos manejos (en Teatro III) se ubica en el siglo XVIII, y pese a lo que esta circunstancia temporal pudiera sugerir, no aborda un tema histórico sino, más bien, corresponde a lo que Claudia Cecilia Alatorre denomina “material probable”: representa acciones que suceden “continuamente ‘o sucede así siempre’ o se refiere a características y actitudes humanas que han sido así a través del tiempo” (Alatorre, 1986: 18).
Los títulos que componen el teatro de Ibargüengoitia son los siguientes: Susana y los jóvenes, Clotilde en su casa, La lucha con el ángel (Teatro I), Llegó Margó, Ante varias esfinges, El loco amor viene, El tesoro perdido, Dos crímenes (Teatro II), El viaje superficial, Pájaro en mano, Los buenos manejos, La conspiración vendida y El atentado (Teatro III).
Como en el caso de las obras periodísticas, destaca la cotidianidad de las acciones y, en algunas de ellas, también se emplea el recurso del humor. Luego de una primera lectura de este corpus, los aficionados al teatro no podemos menos que lamentar la ausencia de trabajos tan valiosos en la cartelera teatral.
Esta primera enumeración de las obras de Jorge Ibargüengoitia abre un buen número de posibilidades para el análisis literario. Las de carácter público sugieren el estudio de acontecimientos históricos, documentados en diversas fuentes, que pudieran permitir un acercamiento a algún momento de nuestra realidad nacional o latinoamericana.
Así, por ejemplo, en Las muertas se relata un suceso ocurrido en los estados de Guanajuato y Jalisco, el cual por sus escandalosas circunstancias tuvo una amplia repercusión en todo el país a mediados de los años sesenta.
Esta novela cuenta los incidentes ocurridos en el interior de un burdel clausurado, donde quince prostitutas vivieron encerradas durante catorce meses, con un desenlace trágico: la muerte de cinco de ellas.
Como sentencia el adagio periodístico, además de toda la tinta que corrió en los medios sensacionalistas de la época, el punto de vista de una de las protagonistas —María de Jesús González Valenzuela, una de las dueñas del burdel— se recoge en un libro titulado Las poquianchis (1990), de Elisa Robledo. Felipe Casals dirigió en 1976 una cinta homónima basada en estos hechos.
En Maten al león conocemos la historia de un dictador latinoamericano, temática desarrollada en obras como El señor presidente (1933), del guatemalteco Miguel Ángel Asturias; El recurso del método (1974), del cubano Alejo Carpentier; Yo, el supremo (1974), del paraguayo Augusto Roa Bastos; El otoño del patriarca (1975), del colombiano Gabriel García Márquez; Primavera con una esquina rota (1982), del uruguayo Mario Benedetti; La fiesta del chivo (2000), del peruano-español Mario Vargas Llosa, entre otras.3
Los pasos de López, narración de los primeros momentos de la Guerra de Independencia, representa un tema fundamental para nuestra historia patria, ya que refiere la transición de la época colonial al México moderno, al siglo en que, a decir de los especialistas, nuestro país habría de forjar y definir su fisonomía nacional. Los documentos históricos son abundantísimos.
En el ámbito literario, podemos mencionar las siguientes obras —lista general y solo introductoria— en que se aborda el tema de la Guerra de Independencia: Paco Ignacio Taibo II ha recreado la figura de Hidalgo en diversas ediciones, la última de las cuales se titula El cura Hidalgo y sus amigos (2007). Jean Meyer escribió Los tambores de Calderón (1993; ahora reescrito con el título Camino a Baján), Mario Moya Palencia El zorro enjaulado (1996), Eugenio Aguirre Hidalgo, entre la virtud y el vicio (2009)…
Los relámpagos de agosto incursiona en un terreno muy visitado por nuestros narradores, y aun por los extranjeros: la literatura de la Revolución, que abarca prácticamente todos los géneros desde los corridos, que recogen el sentir popular en forma de versos, pasando por el teatro, hasta la narrativa… La lista de obras y autores es muy extensa.
Tenemos, por ejemplo, a quienes participaron o que, de una u otra manera, tuvieron algo que ver —al menos en calidad de testigos— con el enfrentamiento que destronó a un régimen y dejó paso a una nueva generación de gobernantes. Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz, Francisco L. Urquizo, Nellie Campobello, Ricardo Flores Magón, pertenecerían a este primer grupo. Enseguida, autores como Rodolfo Usigli, Francisco Rojas González pasaron su infancia y su adolescencia durante esos años difíciles y convulsionados de nuestro país. Detrás de ellos viene una generación que crece al abrigo de los mitos, leyendas y crudos relatos que aún palpitan en el ambiente. Tal es el caso de Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, quienes muchas veces, al menos en una de sus obras —novela, cuento— refieren algún episodio de la Revolución o de la etapa que la siguió: el Caudillismo. Qué decir de quienes, de manera incidental, mencionan algún aspecto de este suceso histórico en sus obras: tal sería el caso de Alfonso Reyes, quien en su Parentalia (1957)4 evoca los últimos años de su padre, el general Bernardo Reyes, miembro prominente del ejército porfirista. O de autores cuya obra se centra en otros asuntos pero en algún momento de la trama se menciona algún incidente de la Revolución, como Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo, o Como agua para chocolate (1989) de Laura Esquivel, o Mal de amores (1995) de Ángeles Mastretta. También merece la pena mencionar el hecho de que, en los últimos años, ha cobrado un auge especial la novela de carácter histórico, como lo atestiguan Pancho Villa (2006), de Paco Ignacio Taibo II, El seductor de la patria (1999), de Enrique Serna, Noticias del imperio (1987), de Fernando del Paso, La noche de Ángeles (1991), de Ignacio Solares, Felipe Ángeles (1979), pieza teatral de Elena Garro, ambas sobre el mismo personaje, La güera Rodríguez (1949), de Artemio de Valle-Arizpe, y un largo etcétera.
La enumeración anterior, pese a ser algo general e incompleta, deja claro que el campo de investigación resulta bastante extenso. Si se opta por estudiar la obra de Jorge Ibargüengoitia, un primer camino podría sugerir la elección entre su obra pública o privada. Esta segunda opción permitiría, por ejemplo, el análisis de sus personajes, los incidentes o conflictos en que se ven inmiscuidos, la configuración espacio-temporal de sus relatos, o de sus obras teatrales. Pero en este punto se abre otro camino: el de los géneros. Ahora, si me inclino por la primera opción —la obra pública de Ibargüengoitia— de la misma forma el rumbo a elegir es múltiple: la cuestión de los géneros, la temática (Independencia, Revolución, el México actual…); este último aspecto presenta un amplio abanico que dificulta la elección. Si estudiara el tema de la Revolución, de la obra de Ibargüengoitia tendría Los relámpagos de agosto y El atentado, además de diversas alusiones en su obra periodística. Se presenta la cuestión de los géneros, pues la primera es una novela —las supuestas memorias de un general revolucionario— y la segunda una obra de teatro, centrada en el asesinato de Álvaro Obregón.
Cabría preguntarse: ¿cómo se enlazan las acciones en una novela y en una obra de teatro? ¿Cómo se presentan los personajes, sus emociones, sus pensamientos? ¿Qué puntos de semejanza existen, qué diferencias? ¿Y qué significado tendrían tales puntos en común o las divergencias? En este caso podría realizarse un trabajo comparativo, de intratextualidad, entre ambas obras.
Ahora, si contextualizara el tema, tendría que realizar una reconstrucción histórica de los principales incidentes de la época descrita en los textos de Ibargüengoitia, los rasgos históricos de los personajes aludidos, por lo menos de los protagonistas. Y aquí las interrogantes girarían en torno a la manera como se reconstruye un suceso histórico a través de una obra de ficción, de qué manera un personaje “real” aparece en esta y cómo se manifiesta, cómo se caracteriza, en fin, de qué manera el autor lo hace “actuar” —ejecutar acciones— en una novela o en una obra teatral.
Aún existiría otra ruta por la que podría dirigir la investigación: un estudio comparativo entre las obras de Jorge Ibargüengoitia y aquellas que aborden el tema de la Revolución empleando como medio la ficción literaria.
La semblanza realizada, así como la propuesta temática, permite aventurar algunas hipótesis de trabajo y fijar cierto número de objetivos.
Considero que existen diversos recursos discursivos para exponer un mismo tema, como el caso de la Guerra de Independencia y la Revolución mexicana. Presentando una clasificación dicotómica tales recursos se pueden restringir a la historia y la ficción. En ambas, a la vez, se establecerían ciertas diferencias: el enfoque, la elección de sucesos, la división cronológica, el énfasis que se pone en ciertos hechos o personajes… Todo ello posee un valor semántico que el análisis del discurso puede mostrar y explicar.
En este contexto, y restringiendo tal diversidad de planteamientos, postulo que uno de los recursos fundamentales empleados por Ibargüengoitia, el humor, influye —y proyecta al lector o, en este caso, al investigador— en la exposición y carga de significados de los temas de mi interés: los incidentes del inicio de la Guerra de Independencia, tanto en la historia como en la ficción, así como de sus protagonistas.
Mi propósito inicial apunta hacia el análisis de las obras de Ibargüengoitia donde se perciba la huella de algún tema histórico, así como la caracterización de los personajes: sus conflictos, sus acciones y la manera como su carácter influye en ambos. Estos elementos, que particularizan la exposición del autor guanajuatense, tienen como objetivo desacralizar el discurso histórico, a la vez que pretende mostrar a los protagonistas de la historia —los “héroes que nos dieron patria” o que “ofrendaron su vida” por ella— como seres más cercanos a una concepción realista en la exposición biográfica, con dudas, emociones y pasiones que influyen en sus actos y sus decisiones, como seres incluso ridículos o tontos.
Ahora, para comprobar tal hipótesis y para conseguir estos objetivos, ¿por dónde avanzar? Me propongo realizar una investigación general, de carácter histórico, para identificar y particularizar los sucesos más relevantes del inicio de la Guerra de Independencia. Pretendo exponer los rasgos más relevantes de algunos de los protagonistas de dichos sucesos: Miguel Hidalgo y Costilla, los corregidores de Querétaro, Miguel Domínguez y Josefa Ortiz, Ignacio Allende, Juan Aldama…
Tal propósito lo materializo a través de un estudio comparativo que pone en perspectiva, por una parte, las peculiaridades de ambos discursos: el histórico y el literario; por otra, algunos de los elementos constitutivos de uno y otro: los personajes (históricos / literarios) y los incidentes narrados.
Sobre la cuestión espacial hay mucho por señalar, de manera específica sobre la particular geografía ibargüengoitiana: ¿podemos identificar Cuévano, Muérdago, Plan de Abajo, por indicar algunos de los topónimos mencionados por el guanajuatense en su obra? ¿Por qué esos nombres? ¿Qué significado específico adquieren?
La cuestión temporal también ofrece importantes puntos de análisis: ¿existe analogía en la exposición cronológica de los sucesos con respecto a las fechas históricas? ¿Se presentan los acontecimientos tal como ocurrieron? ¿Se alteran, se suprimen? ¿Por qué razón, qué significación particular adquieren en uno u otro caso?
Además del trabajo de comparación, este primer acercamiento a las obras de Jorge Ibargüengoitia permite adelantar que la relación, el diálogo que el autor establece entre sus propias obras —de distintos géneros— proporciona elementos para enriquecer el enfoque propuesto con un trabajo de investigación intratextual.
A la vez, el hecho de que Ibargüengoitia abordara y expusiera los mismos temas desde distintas perspectivas sugiere realizar un estudio de géneros, no para elaborar una exposición o definición histórica exhaustiva, sino para subrayar aquellos puntos en que las peculiaridades o ventajas de uno u otro ayudan a esclarecer los significados o intenciones que se pretende comunicar al lector a través de sus anécdotas, sus personajes o sus reflexiones.
De entrada, destaco la dificultad implícita en el deslinde de los géneros, pues a lo largo de la historia de la crítica literaria este ha sido un tema examinado por un buen número de especialistas —investigadores, teóricos y creadores— y las coincidencias son pocas.
El concepto de género evoluciona a la par no solo de las obras de ficción, sino también de otros aspectos del quehacer humano en que se incluyen la estética, la historia del arte, y más recientemente, la sociología y la psicología.
Quisiera, enseguida, acotar de manera sintética sobre la cuestión de los géneros. Tengo en mente una lectura de Tomachevski y otra de Todorov. Ambos discuten sobre la operatividad de este concepto y cuestionan sus fluctuaciones lexicológicas a lo largo de la historia de la crítica literaria. La conclusión es obvia: utilizarlo como base para el análisis o el comentario de una obra literaria conlleva un sinnúmero de dificultades insalvables.
Quiero tomar en este momento esta observación como punto de partida para explicar y justificar mi acercamiento a las obras analizadas. No solo el concepto de género, sino el de novela, historia, humor, el de personaje, secuencia, tiempo, espacio, héroe —todos, fundamentales para el desarrollo de mi trabajo—, pasan por el mismo tamiz y presentan la misma dificultad.
Estilística, semántica, gramática del texto, tematología, hermenéutica… cuántas herramientas se tienen a mano para trabajar. Un estudiante que alcanza estos niveles académicos —el doctorado— debería, si no dominarlos, por lo menos conocerlos en su esencia para valerse de ellos al intentar acercarse a una obra literaria. Y al final, elegir el que le parezca más adecuado para su propósito.
Mi experiencia en este ámbito me ha enseñado que en tan amplio abanico de opciones todos los métodos ayudan a mostrar la propuesta literaria de un escritor, los mecanismos que pone a funcionar al narrar un suceso o evocar una emoción. Aunque por diferentes caminos, todos llegan a la misma meta. Sin embargo, algunos solo permiten un acercamiento parcial, por lo que se requiere complementarlos con otros e incluso echar mano de asuntos tan disímbolos como la estética, la filosofía, la historia, la etnología, la sociología, la psicología…
Apenas llego a los puntos suspensivos y saltan los argumentos de Genette: el texto solo se explica por sí mismo. Aun los formalistas disintieron de manera radical e irreconciliable con sus contemporáneos en estas cuestiones de la crítica literaria por el mismo asunto: el texto no necesita recurrir a ninguna realidad exterior para explicarse. Y Roland Barthes en Crítica y verdad… Se trata, en síntesis, de una discusión inacabada. En efecto, el texto literario, por sí mismo, posee un innegable valor no solo artístico, sino histórico, psicológico, sociológico. Pero por tratarse de un producto humano engloba a la vez todas esas cuestiones externas que han preocupado al hombre de todos los tiempos.
Así que mi posición es esta: pretendo analizar Los pasos de López como una creación artística y humana, recurriendo en primer lugar a los contenidos literarios y semánticos del texto, y en un segundo momento cotejo estos resultados con la innegable vinculación que establece con la historia.
Para el acercamiento literario recurro a ciertos conceptos de la narratología; aquellos que, de acuerdo con el desarrollo analítico elaborado, ponen de relieve los planteamientos más significativos de la novela: la acción narrativa, el espacio, el tiempo, los personajes y el narrador. Tales conceptos se hallan diseminados a lo largo de todas las páginas de esta investigación.
De la misma forma, destaco algunos conceptos derivados del análisis de la novela, sobre todo el humor y la historia. Me ocupo de cada uno en las dos partes de mi trabajo. No me parece necesario realizar una exploración exhaustiva, histórica, de los conceptos, de sus diferentes matices y enfoques. Destaco solo aquello que la propuesta de Ibargüengoitia hace evidente.
Pero debo confesar que la narratología solo la tomo como pretexto para identificar los elementos más evidentes de la novela. Desde mis estudios en la licenciatura he sentido una inclinación especial y una inocultable simpatía por las propuestas de la semántica; en fecha reciente, la lingüística de texto también ha llamado mi atención, así que sin referirlas explícitamente —excepto tal vez el concepto de isotopía— ambas aparecen como telón fondo en mi estudio.
Recurro, de la misma forma, a las propuestas de ciertos autores que complementan algunos de los conceptos de los que echo mano: Claudia Cecilia Alatorre, Fernando Wagner, Helena Beristáin, Teun A. van Dijk, Greimàs, los ya mencionados formalistas, Todorov, Genette, Barthes…
¿Cómo se define el humor, por qué un escritor lo utiliza como recurso expresivo para exponer los temas de su interés? ¿Qué valor —literario, semántico, estético— adquiere una novela, una obra de teatro si está presente o no el humor? ¿Qué clasificación se puede establecer y cómo esta sustenta el trabajo de investigación?
Las preguntas funcionan como guía para orientar la exposición sobre el tema —el humor— y la manera como se manifiesta en las obras analizadas. En la segunda parte, compuesta por dos capítulos, presento algunos aspectos generales del humor y explico la manera como se materializan en la novela. Expongo, también, los aspectos del humor relacionados con mi estudio y vinculo el humor con la historia, en lo que quizá pueda parecer un salto retórico fuera de contexto: ¿qué tiene que ver la historia con el humor? El contraste. La historia, como ciencia, insertada en el estricto y objetivo campo de la investigación es seria, muy seria, ajena por completo a la risa o a cualquier atisbo de burla o ironía.
Y sin embargo, he aquí que el humor irrumpe en los espacios sacros, reverenciados por el discurso oficial. Ocurre entonces que los personajes históricos se cubren de un barniz especial, lo cual permite observarlos con otros ojos y desde nuevas perspectivas. Ibargüengoitia, al interesarse por figuras como las de Hidalgo o la Corregidora, las despoja de la retórica y el heroísmo impuesto por la historia y por la educación formal y la identidad nacional que trata de imponerse a través de las instituciones.
Los temas y los personajes históricos, presentados en las obras de Ibargüengoitia y utilizando como principal recurso el humor, se transforman en seres creíbles, despojados de heroísmo, capaces del engaño, la pusilanimidad, el miedo, la traición, las bajas pasiones… en fin, aquellos rasgos que la historia soslaya o en los que pone escasa o nula atención.
El resultado: el lector conoce los sucesos que definen la situación actual desde una perspectiva más humana, cercana a sus vivencias, sin la grandilocuencia o la sacralización que ha convertido a nuestros héroes nacionales en seres etéreos, lejanos de la realidad, estereotipados.
El humor no se ha empleado como instrumento socorrido por los narradores de temas históricos. La seriedad del asunto, la objetividad con que se deben exponer los sucesos no resulta una sugerente invitación para desarrollar empresas de esta índole.
¿De qué manera diferencia o particulariza el empleo del humor a una obra literaria? Si bien se percibe de manera intuitiva, ¿qué rasgos particulares lo caracterizan? ¿Cómo se identifica, además de la huella claramente definida que deja en el ánimo del lector? Desacralización de sucesos y personajes, presentados de una manera particular —el estilo del autor—, todo lo cual el investigador debe exponer y analizar, me adelanto a dar respuestas a tales interrogantes, que se ampliarán a lo largo del presente trabajo.
En particular, sobre Ibargüengoitia puedo aventurar lo siguiente: la lectura y relectura de los dieciocho tomos de su obra nunca resulta cansada, mucho menos aburrida: por el contrario, el humor —su marca personal e inconfundible en la geografía de la literatura mexicana— seduce al lector y lo mantiene siempre atento y con la sonrisa pronta. Pero no por estas razones, para muchos sin duda poco sólidas para justificar el afán de los investigadores, uno se siente interesado en profundizar en sus temas, sus personajes, sus intrigas. El humor —en su llamada “obra periodística”— reviste de actualidad sucesos ocurridos hace treinta o cuarenta años, pues la aguda mirada con que el autor presenta hechos cotidianos de la época nos muestra al mexicano con sus miserias, sus aspiraciones mediocres, su pusilanimidad y egoísmo, peculiaridades aún perceptibles en el acontecer cotidiano de nuestra nación.
Insisto: una de las principales razones que me llevó a estudiar la obra de Jorge Ibargüengoitia es de índole personal. Al paso de los años, de las lecturas y relecturas la convicción del valor de su obra, más allá de juicios personales y subjetivos, se confirma una y otra vez. Jorge Ibargüengoitia es un autor fundamental de la literatura mexicana actual. Conocer, estudiar y difundir su obra permite entender un capítulo importante e imprescindible de la vida intelectual en nuestro país.
La puesta en perspectiva, la comparación de su obra con la de otros autores ayuda a comprender y a profundizar en el desarrollo de nuestra literatura, enriqueciéndose con el tipo de personajes y los temas presentes en su obra, los cuales conforman un aspecto fundamental de nuestra historia nacional. Su estilo, particular e inconfundible, permite identificar y definir los rasgos del humor, cómo se manifiesta en una obra literaria y qué valor o peculiaridad le añade.
En síntesis: divido el trabajo en dos partes, más la introducción. En primer lugar me enfoco en la cuestión de la historia. Quisiera volver a subrayar que solo abordo aquellos aspectos vinculados de forma directa con mi estudio, así que dejo fuera un sinfín de cuestiones que, aunque algunos pudieran considerar insoslayables, guardan poca relación con los temas de interés para mi investigación.
Y para el tema del humor, valgan las mismas palabras. Creo que quienes nos involucramos en estos menesteres, entre las muchas cosas que lamentamos ocupa el primer lugar la imposibilidad de abarcar todo aquello que nos pareció valioso e interesante para nuestra investigación, y que por fuerza se debe excluir.
Nada más quisiera justificar de nuevo la elección de la metodología y del tema de estudio, y el enfoque que pretendo darle. Recurro a Marc Bloch para tal fin:
“La facultad de escoger es necesaria, pero tiene que ser extremadamente flexible, susceptible de recoger, en medio del camino, multitud de nuevos aspectos, abierta a todas las sorpresas, de modo que pueda atraer desde el comienzo todas las limaduras del documento, como un imán. Sábese que el itinerario establecido por un explorador antes de su salida no será seguido punto por punto; pero, de no tenerlo, se expondrá a errar eternamente a la ventura” (Bloch, 2006: 68).
Al iniciar el doctorado me tracé un camino, que fue modificándose sobre la marcha. Ahora este es el resultado. Para bien o para mal, debo confesar que no se trata nada más del producto de los últimos años, sino que se ha ido forjando a lo largo de mi trayectoria profesional. Esta flexibilidad que sugiere Bloch quisiera que se convirtiera en mi bandera durante el resto de mi navegación en este bravío mar de la crítica y la investigación literaria.
1 El año indica la fecha de la primera edición. Para las referencias en el presente trabajo, en la bibliografía se anota el año de la reedición que sirvió como fuente de consulta.
2 Como en el caso anterior, los años remiten a la primera edición, no al texto empleado como fuente.
3 Al igual que en el caso de las obras de Ibargüengoitia, se cita la fecha de la primera edición.
4 Incluida en sus Obras completas, tomo XXIV.
De Jorge Ibargüengoitia:
Ensayo:
Autopsias rápidas (1990). La reflexión. Vuelta. México. Selección Guillermo Sheridan.
Ideas en venta (2005a). Joaquín Mortiz. México.
Instrucciones para vivir en México (1992a). Joaquín Mortiz. México.
La casa de usted y otros viajes (1991). Joaquín Mortiz. México.
Misterios de la vida diaria (2005b). Joaquín Mortiz. México.
¿Olvida usted su equipaje? (1997). Joaquín Mortiz. México.
Sálvese quien pueda (1994). Joaquín Mortiz. México.
Viajes en la América ignota (1988a). Joaquín Mortiz. México.
Narrativa:
Dos crímenes (1992b). Joaquín Mortiz. México.
Estas ruinas que ves (1992c). Joaquín Mortiz. México.
La ley de Herodes (1988b). Serie del volador. Joaquín Mortiz. México.
Las muertas (2000). Joaquín Mortiz. México.
Los conspiradores (1981). Argos Vergara. Las cuatro estaciones. Barcelona.
Los pasos de López (1986). Océano. Octava edición. México.
Los pasos de López (2006). Joaquín Mortiz. Booket.
Los relámpagos de agosto (1988c). Serie del volador. Joaquín Mortiz. México.
Maten al león (1989a). Serie del volador. Joaquín Mortiz. México.
Piezas y cuentos para niños (1989b). Joaquín Mortiz. México.
Teatro:
Teatro I: Susana y los jóvenes. Clotilde en su casa. La lucha con el ángel (1989c). Joaquín Mortiz. México.
Teatro II: Llegó Margó. Ante varias esfinges. El loco amor viene. El tesoro perdido. Dos crímenes (1989d). Joaquín Mortiz. México.
Teatro III: El viaje superficial. Pájaro en mano. Los buenos manejos. La conspiración vendida. El atentado (2006). Joaquín Mortiz. México.
Aguirre, Eugenio (2009). Hidalgo, entre la virtud y el vicio. Martínez Roca. México.
Alatorre, Claudia Cecilia (1986). Análisis del drama. Escenología. Grupo Editorial Gaceta-Promociones de Jalisco. Guadalajara.
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