Cuando finalizó el siglo XIX el proceso de acumulación de capital y la urbanización de las ciudades provocó una serie de movilizaciones políticas y sociales que permitieron crear una nueva forma de vida: las grandes revoluciones de América Latina, la Revolución Mexicana y la Revolución Rusa de 1917. La Revolución de Octubre, al mando de Vladimir Lenin, dio lugar a la Unión de trece Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, nombre adquirido hasta 1924); en consecuencia, se inició una nueva forma de comprender el mundo desde el comunismo, porque era una forma de vida, lo que a su vez provocó la bipolaridad: capitalismo y comunismo.
Las grandes potencias económicas intentaron erradicar a la URSS, y emplearon como pretexto político la Segunda Guerra Mundial. La invasión nazi a campo soviético, conocido como la Gran Guerra Patria, inició en 1941, mediante la Operación Barbarroja, cuyo objetivo consistía en conquistar Stanlingrado (San Petersburgo), Moscú y Kiev (parte de Ucrania). En términos históricos, Rusia venció a Alemania y el Ejército Rojo era el más poderoso del mundo, pero ¿qué sufrieron las personas que combatieron, tanto alemanes como soviéticos? ¿Cuál fue la verdadera política económica que instauraron los nazis en tierras rusas? En realidad, hay diversos testimonios que responden a estas cuestiones.
¿Y qué ocurre con la literatura? La literatura no solo expresa sentimientos, sino también aquello que la historia no narra. Por ejemplo, después de que los nazis llegaran a Krasnodon, ciudad ucraniana, por testimonio del libro La joven guardia conocemos algunas hazañas del pueblo soviético. Se relata sobre un grupo de jóvenes, de entre doce y dieciocho años, que forma una alianza contra los alemanes. Sin revelar nada a nadie, viviendo en la clandestinidad, sin apoyo económico de nadie, lograron asesinar a gendarmes hasta que el miedo y el terror dominó al más pequeño. Los jóvenes fueron asesinados tres días antes de la llegada del Ejército Rojo a Ucrania, en 1944.
Conocemos también el caso del piloto que pierde una pierna en un combate aéreo. “Somos hombres soviéticos, somos hombres de verdad”. El espíritu de un hombre jamás es domado cuando tiene algo en que creer; hubo pues hombres que lucharon por su patria, que dieron su vida, hombres de partido, con conciencia.
¿Qué ocurrió después de la caída del comunismo? Considerando que en su momento el poder político-económico pasó a Estados Unidos y el capitalismo adquirió un nuevo ciclo, el neoliberalismo, no hubo más guerras consideradas como mundiales, pero sí atentados mediático identificados como guerras frías, o estrategias en donde la guerra vino a sustituir, más en la economía, los tratados unilaterales y el nacimiento de terroristas, algunos de ellos dirigidos contra Siria e Irak para conseguir petróleo, armar grupos terroristas, por lo que matar gente inocente en países islámicos se vuelve tan normal que nadie lo lamenta; en cambio, si una nación como Francia o Alemania sufre algún atentado los gobiernos llegan a movilizarse. Situación absurda si se considera la conveniencia política frente a las demás naciones.
Otra de las consecuencias fue la unificación de una misma cultura: el consumismo. Entonces, hay otro aspecto a considerar: dadas las condiciones históricas, políticas y culturales de una época, existen diferentes formas de ver la vida; si el consumismo es felicidad, mientras más compra una persona, aunque no lo necesite y tenga otras prioridades, el comunismo acepta que todos son iguales, nadie tiene más, nadie tiene menos, aun cuando el trabajo realizado no sea equitativo, es decir, la misma paga para alguien que trabaja ocho horas que para quien labora doce. ¿Por qué es más feliz el rico? ¿Por qué es más feliz el pobre? Mientras menos conciencia se tenga, ¿qué más da ser inteligente si de todas formas ese saber terminará por servir al gran capital? ¿De qué sirve mantener un sistema utópico en donde todos son iguales? Es decir, en caso de que la igualdad económica y social exista, habrá alguien que quiera más de lo que tiene. “La codicia es la madre de todos los males”, en otras palabras, no hay una utopía para este siglo.
No hay una literatura que refleje los valores de esta época, en la cual todo se rige por las redes sociales, por cuántos like recibe una persona por sus fotos, por lo que pública. ¿Acaso no es ya mejor tener una relación por computadora, a través de un chat, que ver a las personas de frente? ¿Por qué es más fácil expresar los sentimientos con un teclado y no dialogar en persona? ¿Cuál es el temor de revelar aquello que se experimenta? No hay ruptura del pensamiento, no hay algo en que creer, el desarrollo de la tecnología no sirve de nada, es un mecanismo de control que a su vez crea consumismo, porque quien tiene más es feliz, quien no cuestiona funciona para el sistema, y no sirve un cambio sin conciencia, sin cultura, porque las revoluciones han sido traicionadas, vendidas por gente codiciosa, avara.
Lo anterior nos permite darnos cuenta que nos domina más una idea general de lo que se cree, pero no una certeza sobre lo que se tiene; el resto queda a la interpretación de cada cual según su criterio, conocimiento o razón de ser en particular.