Jalisco, México, año 2025
Querida Marguerite:
Te escribo desde este nuevo siglo, deseando que quizá mis palabras te hagan sentir un poco mejor.
Marguerite, soy una fiel admiradora tuya y confieso que, al igual que tú, me enamoré.
Por un hermoso amor dejé de lado mi vida, hice a un lado mis ambiciones, mis proyectos y al final… un adiós a media calle marcó la despedida.
Hubiera querido ser un poco más como tú, más hermosa, más astuta, pues sé que tenías los amantes más codiciados en ese París del siglo XVIII y eran ellos mismos quienes pagaban tu vida de lujos y excesos. Pero aquí, en este nuevo siglo y en este país de Latinoamérica todo va en decadencia, incluso los sentimientos.
Nosotras las mujeres seguimos siendo objeto de placer y deseo en los hombres, pero ahora, a la más mínima provocación nos asesinan. Quizá si vivieras aquí ahora mismo, el Conde no habría sido “condescendiente” contigo al recibir tantos desprecios. En fin, ¿sabes? No es nuestra culpa. La sociedad misma se encuentra en una miseria humana jamás vista. No lamentes tu condición ahora, aquí es mucho peor.

Quiero que sepas que tu entrega por amor a Armand me ha conmovido. Hoy en día no se ven amores así, no hay, no existen. Pero además, quiero reconocer tu valentía porque dadas todas las circunstancias, había muy pocas probabilidades de que Armand y tú estuvieran juntos para siempre. Siento mucho eso, Marguerite, porque, como te decía, me ha ocurrido lo mismo.
Creo que ambas hemos sido, en distintas formas, personajes románticos nacidos en una época que no nos corresponde, pero incluso, si le preguntáramos a una nueva Marguerite en otro tiempo, ¿habría triunfado su amor?
Reconozco la nobleza de tu alma y la inocencia que algún día tuviste y que por tantas circunstancias de la vida te llevaron a ser cortesana. No sientas lástima ni vergüenza por ti misma. Creo que las cortesanas saben amar más que nadie porque saben fingir cuando es preciso.
Me habría encantado conocerte, Marguerite. Recibe, por favor, un abrazo, una caricia en la mejilla que limpie tus lágrimas por Armand y recuerda que más allá de la muerte también se puede amar.
No sientas culpa, ni coraje por el padre de Armand, porque tú lo has amado más que él mismo. En cuanto a su hermana, se casará y podrá ser feliz de acuerdo con lo que ella conoce. Pero tú, Marguerite, en tus encuentros has conocido muchos más universos, mucha más vida, mucha más cultura que ella, niña de buena casa, quizá jamás conocerá.
Descansa en tu lecho de muerte y piensa que estos últimos años han valido la pena.
Con cariño, una admiradora del nuevo siglo.