Mueve el aire las ramas
sujeta el tronco
levanta muros de respiración tornadiza
redondea la piedra que repara el cansancio
esculpe los cimientos, entrama las raíces.
El paisaje y el río, lo sabemos
nunca son los mismos.
El ahuehuete muestra sus arrugas
deja admirar lo que alguna vez fue verde
hoy apacible rumor
nada lo turba.
El ahuehuete:
enjambre primitivo
zona húmeda de niebla
hojas crecientes horizontes sucesivos
viento.
¡El ahuehuete!
aprendo la lección al contemplarlo.
No tiene prisa para decirme
erguido en absoluto silencio:
Uno de los dos es el fugaz.
Allá,
detrás del agua,
en la hondura
un altivo gigante nos arrodilla.
Si el ahuehuete es Tiempo
su materia está hecha de suspiros.
Un ahuehuete en verano
resguarda el aliento del Sol
guarda trinos de madera
es hostal para caimanes
El ahuehuete repta es un lagarto.
Jardín de nervaduras,
troncos acumulación
paseo viraje ronda.
El círculo de agua
el cerco de árboles
la parsimonia del ave
la discreción del pez.
*
Āhuēhuētl: voz nahua que significa “árbol viejo de agua”, por el lugar que ha elegido para crecer y dar sombra, por lo largo de su vida: unos dos mil años. Los tarascos lo llaman penhamu. Pénjamo es el lugar de los ahuehuetes y su presencia en Ahuehuetitlán Oaxaca, Ahuehuetzingo Puebla y Ahuehuetitla en Hidalgo, nos habla de los sitios de su abundancia.
El ahuehuete es el árbol nacional. Antes de la llegada de los españoles, Netzahualcóyotl amaba ya su sombra. Al pie de un ahuehuete, Hernán Cortés lloró en 1521 la derrota temporal de su ejército. Esa noche en Tlacopan (Tacuba), “el árbol de la noche triste” no dejó pasar una sola línea de luz. A pesar de la espesura el reposo no llegó para Cortés. El gigante vegetal trazó en el aire un súbito contorno de grandeza.
Ciprés mexicano dicen, por nombrar al ahuehuete. Es un gigante de hasta 40 metros de altura, y 14 metros de diámetro. Siempre tiene hojas, porque aquellas que van muriendo dan paso a las nacidas. Sus semillas están vivas todo el año.
Nótese la cercanía de las palabras al árbol, a su corteza críptica, a sus ramas centenarias, pero sobre todo a sus raíces, puentes que reptan la tierra y el agua, que se dejan tocar por el dedo del Sol: Raíces de Viento.