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Poemas

Haidé Daiban Argentina


El libro ausente

Estaba en un estante,
estante dos a la derecha,
rodeado (apretujado, casi)
entre congéneres
manoseados, decrépitos,
flamantes o vírgenes, (intonsos).
Detrás del vidrio
era intocable y casi ausente
por su lejanía virtual.
Muy cuidado
amorosamente cubierto
                    con un celofán,
arrancado de un ramo
                    de olorosas flores.
Clasificado
                    con números y letras,
                     (como nombre y apellido).
Alcanforado para espantar
al transgresor insecto voraz,
para tenerlo, entonces,
siempre entero e inmortal.
Pero ya no está,
el lugar vacío invoca su presencia
y la cobarde huida
                    hacia otras manos,
                    hacia otras caricias,
al arrebatador coleccionista
                    de libros ajenos.
Y eso que su Ex libris decía
               Por favor, devolver|
                    a sus legítimos dueños…


Copla del agua

Cantos de liras, el agua,
de cadencia milenaria.
Cae que cae por ladera
se arremolina en las zanjas
y baila la danza incierta
en el río que la amansa.
Tiene el sabor de la tierra
Que moja su lengua blanca.
Cuchichea en el alero,
es lluvia que lo baña.
Como un brillante pulido
junta escarcha en la mañana
y duerme inquietos sueños
en la cuna de los cántaros.


Ella

Andando las calles,
los parques umbríos, vagando los días,
allí la encontré,
con varios inviernos
de sol, escondidos
que dejaron huellas
en manos y pies.
Un ombú fraterno
le ofreció su techo
y todos los pájaros
su canción de cuna,
la luna, a veces,
su farol de noche,
las estrellas guiños
de amigas nocturnas.
Así se perdieron
sus miedos a ogros,
gigantes y brujas
o a las luces malas,
en noches oscuras.
Los charcos reflejan
deformes las cosas,
el barro las hace
a todas distintas,
pero ella se mira
tan sólo en el brillo
de autos fulgentes
a los que abre puertas
por una moneda.


No, no a ti

No, no a ti
padre amoroso
de hijos palpitantes.
No, no a ti
madre protectora
de dulce mirada.
No, no al obrero
de esta tierra
ayudando a un futuro
que ya no es prístino ni calmo.
No, no a ti
amigo de días felices
y cielos centellantes.
No, no a ti
que tanto luchaste,
tu mano extendida
en el alerta cotidiano.
No alzaré mi Arma
ni mi palabra hiriente
no destruiré tu esperanza,
sólo rezaré contigo
por la Paz prometida,
por el camino justo
por un sol naciente.


Yo que soy

Yo
     que soy agua
     y mar fluyente
     entre olas de los días
     y las noches.
Yo
     que temo
     y soy temida
     cuando brotan las verdades
     de mis voces ondulantes.
Yo
     que me abismo
     y me refloto
     con el simple motor
     de la palabra,
que navego
          entre tifones
          y tormentas cotidianas…

Quiero ser
                    o lo pretendo,
                    mar que luce sus colores
                    que se apropia
                    del sol y su energía,
                    de la luna
                    que navega pasajera.
Yo
                    siendo mar,
                    soy ola y me desmayo
                    serena suavemente,
                    en la arena de los años.


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