Estaba en un estante,
estante dos a la derecha,
rodeado (apretujado, casi)
entre congéneres
manoseados, decrépitos,
flamantes o vírgenes, (intonsos).
Detrás del vidrio
era intocable y casi ausente
por su lejanía virtual.
Muy cuidado
amorosamente cubierto
con un celofán,
arrancado de un ramo
de olorosas flores.
Clasificado
con números y letras,
(como nombre y apellido).
Alcanforado para espantar
al transgresor insecto voraz,
para tenerlo, entonces,
siempre entero e inmortal.
Pero ya no está,
el lugar vacío invoca su presencia
y la cobarde huida
hacia otras manos,
hacia otras caricias,
al arrebatador coleccionista
de libros ajenos.
Y eso que su Ex libris decía
Por favor, devolver|
a sus legítimos dueños…
Cantos de liras, el agua,
de cadencia milenaria.
Cae que cae por ladera
se arremolina en las zanjas
y baila la danza incierta
en el río que la amansa.
Tiene el sabor de la tierra
Que moja su lengua blanca.
Cuchichea en el alero,
es lluvia que lo baña.
Como un brillante pulido
junta escarcha en la mañana
y duerme inquietos sueños
en la cuna de los cántaros.
Andando las calles,
los parques umbríos, vagando los días,
allí la encontré,
con varios inviernos
de sol, escondidos
que dejaron huellas
en manos y pies.
Un ombú fraterno
le ofreció su techo
y todos los pájaros
su canción de cuna,
la luna, a veces,
su farol de noche,
las estrellas guiños
de amigas nocturnas.
Así se perdieron
sus miedos a ogros,
gigantes y brujas
o a las luces malas,
en noches oscuras.
Los charcos reflejan
deformes las cosas,
el barro las hace
a todas distintas,
pero ella se mira
tan sólo en el brillo
de autos fulgentes
a los que abre puertas
por una moneda.
No, no a ti
padre amoroso
de hijos palpitantes.
No, no a ti
madre protectora
de dulce mirada.
No, no al obrero
de esta tierra
ayudando a un futuro
que ya no es prístino ni calmo.
No, no a ti
amigo de días felices
y cielos centellantes.
No, no a ti
que tanto luchaste,
tu mano extendida
en el alerta cotidiano.
No alzaré mi Arma
ni mi palabra hiriente
no destruiré tu esperanza,
sólo rezaré contigo
por la Paz prometida,
por el camino justo
por un sol naciente.
Yo
que soy agua
y mar fluyente
entre olas de los días
y las noches.
Yo
que temo
y soy temida
cuando brotan las verdades
de mis voces ondulantes.
Yo
que me abismo
y me refloto
con el simple motor
de la palabra,
que navego
entre tifones
y tormentas cotidianas…
Quiero ser
o lo pretendo,
mar que luce sus colores
que se apropia
del sol y su energía,
de la luna
que navega pasajera.
Yo
siendo mar,
soy ola y me desmayo
serena suavemente,
en la arena de los años.