Pasada ya la media noche regresaba a casa en iracundo estado de ánimo, cuando escuché un lamento tan triste y aterrador que me estremeció en cuerpo y espíritu; me detuve, acomodé mis anteojos para ubicar el sitio de donde provenía aquel gemido. Se acercaba un ser de formas evanescentes, despidiendo pálidos brillos. Parecía desplazarse por el aire. Me pareció que sus facciones guardaban una remota semejanza con las de mi padre muerto. El tiempo se suspendió por un instante. Las imágenes se ralentizaron alrededor. No me explico cómo soporté que el pavoroso espectro se dirigiera a mí con voz sepulcral. Acusaba a su hermano, mi tío, y a su esposa, mi propia madre, de haber planeado y ejecutado su asesinato: fratricidio y adulterio. Luego, se disolvió en niebla.
No pude aclararle al fantasma que yo era un mexicano real y no un personaje shakespeariano; no obstante, me confirmó una verdad que yo sospechaba. La arrogante torpeza de quienes creen haber cometido el crimen perfecto, me permitió encontrar la sustancia que le hicieron beber a mi padre en su vino de mesa.
Presenté denuncia criminal. Mi madre y mi tío fueron exhibidos como presuntos culpables en un noticiero nocturno de televisión, pero no obstante las fehacientes pruebas, dirían los leguleyos, un juez venal les decretó auto de libertad por “violaciones al debido proceso”
Esperaba la noche para salir presurosa con sus tres pares de patas de sus cálidos rincones, buscando en la cocina desperdicios de grasa y azúcar. Siempre huidiza, volvía a la habitación abandonada por la familia. Subía a la cama y encontraba refugio entre sábanas sucias.
El patrón ordenó a la sirvienta que limpiara por la mañana aquella recámara. Con escoba en mano la mujer abrió la puerta. Salió profiriendo gritos de pánico al encontrar a un joven desconocido que se desperezaba sobre el lecho. La familia acudió alarmada. La esposa encontró rasgos familiares entre el recién aparecido y su marido, quien avergonzado resolvió de inmediato incorporarlo en la familia. Todo iba de maravilla, pero como siempre la tragedia surgió intempestivamente cuando el señor Samsa consideró que era necesario fumigar la casa.