La sala de lectura de la Preparatoria 2 de la Universidad de Guadalajara es un espacio dedicado a la escritura y la lectura, donde se fomenta el diálogo y la creatividad. En este lugar los jóvenes de la preparatoria interesados en la literatura y con aspiraciones de dar sus primeros pasos en la escritura son siempre bienvenidos. Además, se promueven juegos y actividades que sirven como pretexto para aprender y desarrollarse como lectores críticos y escritores.
En el marco de mis prácticas profesionales como estudiante de la licenciatura en Letras Hispánicas, tuve la oportunidad de colaborar con el doctor Luis Rico Chávez en la coordinación del taller que se lleva a cabo en la sala de lectura. Este taller está especialmente diseñado para enseñar escritura creativa a estudiantes que se están iniciando en esta disciplina. Fue una experiencia enriquecedora, de la cual obtuve valiosos aprendizajes y la satisfacción de poder guiar y nutrir las aspiraciones de los participantes.
El doctor Luis Rico Chávez me encomendó la tarea de contactar a un escritor local para invitarlo al cierre del taller, que se llevaría a cabo como una convivencia con el autor o autora. En un principio, consideré a mis profesores y a los escritores que había conocido durante mi licenciatura. Surgieron varios nombres en mi mente. Sin embargo, cuando estábamos en el último mes del semestre, se nos informó que se recortaba una semana de clases debido a la realización de la bienal Mario Vargas Llosa. En este evento, 12 finalistas, junto con otros invitados, vendrían a la ciudad para ofrecer charlas y mesas de diálogo.
Entre los autores finalistas resonó el nombre de Cristina Rivera Garza, una autora que había descubierto recientemente gracias a su libro El invencible verano de Liliana, el cual estaba ganando popularidad en México y entre mis compañeros de licenciatura. Curiosamente, las fechas en las que se llevarían a cabo las mesas de diálogo de la bienal y el cierre del taller coincidían, lo que significaba que la escritora estaría en la ciudad. Una idea fanática empezó a gestarse en mí, pensando en aprovechar la visita de Cristina Rivera Garza para invitarla al cierre del taller y ofrecer una charla en la preparatoria. Desde el principio parecía una tarea imposible, pero algo dentro de mí me susurró, como un pequeño diablo personal, que lo intentara.
Para comenzar, era necesario establecer un contacto directo con la autora. Buscando en sus redes sociales, logré obtener su correo electrónico. Redactar el primer correo fue emocionante, debía ser conciso y explicar con precisión el motivo de mi mensaje y desde dónde me comunicaba. A continuación, transcribo el correo:
“Es un placer saludarla, Cristina. Soy el encargado de la sala de lectura de la Preparatoria 2 perteneciente a la Universidad de Guadalajara, de la que algunos de nuestros alumnos y alumnas le acompañaron el 29 de noviembre del año pasado, en la lectura en voz alta de El invencible verano de Liliana.
“Con motivo de su visita a la ciudad de Guadalajara en el marco de la bienal Mario Vargas Llosa —felicitándola por su nominación al premio— me atrevo a invitarla a la preparatoria 2 con el fin de que pueda charlar con nuestros estudiantes, asistentes a la sala de lectura, acerca de su obra y su proceso creativo.
“En la preparatoria, la sala de lectura es un espacio dedicado a la lectura y el diálogo, además fomentamos la escritura creativa en los estudiantes. Se pretende que, de realizarse su visita, algunos alumnos adquirieran ejemplares de su obra con antelación, obsequiados por la universidad, para acercarse a su literatura.
“Tentativamente, su presencia en la preparatoria sería por la tarde, cerca de 2 horas, en cualquier día dentro de la realización de la bienal Mario Vargas Llosa (25-28 de mayo) que usted disponga. La preparatoria gestionaría su visita.
“Los alumnos y profesores de la preparatoria esperamos que su agenda se ajuste y dé posibilidad de su presencia en nuestro plantel.
“Atentamente: Alejandro Estrada”.
Contra todas mis expectativas, Cristina Rivera Garza aceptó participar en el evento, lo cual me llenó de emoción y entusiasmo. Comencé de inmediato a gestionar su visita, estableciendo comunicación con los organizadores de la bienal para coordinar las fechas sin interferir con su participación en el premio. Con la orientación de mi tutor, el doctor Gabriel Barrón Pérez, descubrí que el equipo encargado de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara también organizaba la bienal. Me puse en contacto con la directora de operaciones, Militzia Ledezma, quien amablemente me proporcionó el programa de la bienal antes de su publicación, permitiéndonos ajustar la fecha.
Posteriormente, envié otro correo a Cristina Rivera para solicitarle su confirmación de la fecha y hora: 26 de mayo de 2023, de 1 a 3 de la tarde. Afortunadamente, ella aceptó. Una vez que su asistencia quedó confirmada, el doctor Luis Rico Chávez se encargó de difundir el evento y me brindó su apoyo en la organización dentro de la preparatoria. Casi todo estaba listo y yo me sentía sumamente nervioso. Lo que en un principio parecía un sueño, se estaba concretando en la realidad.
Dos días antes de la realización del evento, recibí un correo solicitando que se retrasara el horario por la mañana para que la escritora pudiera cumplir con sus actividades sin contratiempos. El cambio repentino, con tan poco tiempo de margen y considerando que estábamos en pleno periodo de exámenes finales, complicó la reorganización del evento en un nuevo horario. Al comunicarme con el doctor Luis Rico Chávez, la respuesta fue clara: no había posibilidad de reorganizarlo todo en tan poco tiempo. Por lo tanto, se tomó la decisión de cancelar la visita de Cristina Rivera Garza.
Sentí que el mundo entero se venía abajo y una gran frustración se apoderó de mí. Incluso cuando Cristina me pidió hablar personalmente al día siguiente, no veía ninguna posibilidad de salvar el evento. En efecto, en el primer día de actividades de la bienal y un día antes del cierre del taller, tuve la oportunidad de hablar con la escritora cara a cara por primera vez. Firmó mi libro y con tristeza le informé sobre la cancelación del evento. Ella, siempre amable, lamentó que no se pudiera llegar a un acuerdo, pues a veces las cosas simplemente no suceden como se planean.
En el día del cierre del taller, recibí un correo temprano en la mañana de Cristina Rivera Garza. En él, mencionaba que había estado reflexionando sobre el evento que se había planeado y que, si existía la posibilidad de llevarlo a cabo de última hora, estaba dispuesta a asistir. Aunque la frustración aún imperaba en mí, sentí la tentación de decirle que no había posibilidad, pero se lo dije a mi corazón, y él me dijo que tratara, supe que todavía podíamos vencer al tiempo. Envié un mensaje urgente al doctor Luis Rico Chávez, a quien agradezco profundamente por aventurarse conmigo y ayudarme a llevar todo adelante en tan poco tiempo. Sin su apoyo, no habría sido posible. Me encargué de recoger a Cristina Rivera en un taxi de plataforma y llegamos a tiempo a la preparatoria para concluir el taller. Hasta ese momento, todo parecía tan irreal.
El cierre del taller dio inicio con una reflexión sobre el impacto que la literatura tiene en el lector, no sólo en sus ideas, sino también en su cuerpo, por lo que es necesario el carácter efectista de la literatura. Se destacó la importancia de que un escritor logre afectar tanto el cuerpo como la percepción del otro con sus palabras. A raíz de la participación de uno de los alumnos, quien utilizó como ejemplo la diferencia entre utilizar las palabras “candado” y cerrojo”, se discutió acerca de la esencia y el carácter de las palabras. Se enfatizó la importancia de elegir los sustantivos, verbos y adjetivos adecuados para la historia que se está contando.
Durante la charla, Cristina Rivera Garza mencionó su preferencia por la conjunción “o” en lugar de “y”, ya que considera que la “o” brinda una mayor apertura y posibilidades narrativas, mientras que la “y” es más cerrada y pesada. En resumen, se destacó que existen detalles minuciosos del lenguaje que se pueden aprovechar para dotar a un texto de profundidad y carácter.
Para concluir esta crónica de la visita de Cristina Rivera Garza y mi experiencia personal, debo mencionar que sus palabras resonaron en todos nosotros. Fue un diálogo enriquecedor y lleno de aprendizaje para nuestros alumnos, gracias a la participación de Cristina, una de las escritoras más destacadas y relevantes de la literatura mexicana contemporánea. Tal como se lo expresé a ella después del evento, puedo asegurar que ha sembrado el corazón mismo de la literatura en nuestros alumnos, abriendo un panorama de exploración y reflexión en todos los que la escuchamos. Sólo me queda agradecer una vez más a Cristina Rivera Garza por su disposición y amabilidad. Es una escritora a la que admiro profundamente y puedo afirmar que su obra trascenderá no sólo en el canon literario, sino que afectará en las ideas y sentimientos de sus lectores.