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Lluvia, gota de placer

Isabel Cristina Arroyo Calvo Costa Rica


Lluvia, gota de placer

Lluvia, lluvia, lluvia.
Lluvia, elemento sinfónico,
una mano antorcha en equilibrio eterno,
lluvia, como decir Tierra,
tu nombre, voz de Afrodita
sobre los campos desiertos.
Amante de los truenos,
amante de los hombres.

Lluvia nazarena,
llanto solar sobre la arena,
quebradura del viento,
ojo latente en la espesura del amor,
rosa danzante, rosa rota, azucena.

Lluvia de los huracanes
sobre las manos despiertas,
eres el viento, amor de las nubes
que se enroscan para abrir los sueños,
palancas de ideas de suave renacer.

Crepúsculo de fría desnudez
entre los cuerpos sedientos,
lluvia,
llévame en tu noche de suaves
meridianos.
libérame de esta oscuridad
noble mensajera, luz de los mañanas,
gota de placer.

Trigo que vibra en las manos abiertas,
marea de sosiego en los naufragios,
acércame tu paz.


Nosotras y la tierra

Soy raíz,
he penetrado el secreto profundo de la Tierra,
asomo a sus pétalos nocturnos y descubro
su penumbra penetrando en mis cauces.

Miro la gota de rocío
que derrama el cielo al abrazarla
y pienso que la Tierra guarda su quejido
dentro del fuego perenne de su entraña,
como mujer que desafía las fronteras.

Las nubes derraman su lágrima
cuando la tormenta lanza el rayo caprichoso
que hoy nos conmueve.

Te miro, diosa de las cumbres,
girando imprecisa sobre tu propia sombra,
abriendo meridianos,
deshojando el ecuador entre tus ramas,
cuando despiertas con el ruido del dolor
sobre tu falda.

Eres raíz, eres mujer,
has penetrado los celajes y me has bañado
en tus saladas aguas,
te viertes como madre
en medio del plástico voraz
que ahoga tus entrañas.

Es tu vientre, Tierra,
la palabra última y primera
que nos permite respirar cuando agotados
nos acoges bajo tu sombra
mientras las olas liberan el aire marino
y nos hacen ver que eres ese paraíso
que aún no hemos perdido.

Tierra amada,
hoy gritas nuestro grito liberándote,
abriendo brecha en el precipicio
que consume nuestro nombre.

Por eso, nosotros mano a mano,
arrancaremos la derrota.


La gota que trasciende

Cuando el crepúsculo se levanta
sobre la tarde
y mi cuerpo pasea como nube
sobre la quebrada
entonces soy fugitiva de tu abrazo,
aquella que soñó tus sueños
y como río desbordó en tus labios
la profunda caricia cóncava
donde recogí tu arena.

Y eres mar reclamando en mí su albergue,
el mismo que entre olas giraba
sobre mi cuerpo,
mientras yo, fiel ramaje entre tus hombros,
me detuve como rompeolas sobre tu espalda,
crecía y me desbordaba como espuma
en la espuma de tu aliento.

Me retienes como recuerdo
porque soy aquella,
río, mar, sueño, albergue,
soy aquella que enredada
en tu varonil placidez
se acurrucó en tu orilla
y en ti descubrió su ser de finitud.

Y es que simplemente somos
la gota que trascendió la espuma
y se convirtió en lluvia,
poema que el cielo lanza como luz
hacia el poniente.


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