Si al final de mí
nada ocurre sino el aire
que herrumbra por fin
los brillantes objetos
que alimentan el poder
ensoberbecido.
Si al final de mí
nada pasa sino amantes
que transitan vestidos de gala
por las calles que recobran
su humana pertenencia
y los niños juegan por doquier
y los amigos se embriagan
de ambrosía y comparten
el abundante o escaso pan
ganado dignamente.
Entonces diré
que he vivido
para que nuestros hijos
gocen de mejores
y más inciertos días.
¿En cuál sendero de la noche?
Ante el riesgo de cuáles palabras filosas
tu pudor y el Ars poética
me infundieron esta sensación
de loco, de gallo,
de valentía y asombro
ante la historia.
Sexo matinal
para ahuyentar
a la unánime
tristeza
de la vida
tan a horas
circulares
tan a horas
tan constantes.
En vez de corazón
posees un escarabajo
suave y amoroso
que asoma sus patitas
por el pezón izquierdo
de tu seno.
Tu agitado escarabajo
anida en mi pecho
su orgánica esperanza.
Después que terminamos
tú y yo nos encontramos
si bien no más felices
ciertamente menos ignorantes.
Un día te diré
cómo y desde cuándo te pierdo
sobre todo cuando mi animal besa,
hasta bien entrada la noche, tus follajes.
Es inútil que me tomes tan en serio
cuando me ves con aire macilento
salir del fondo oscuro de una calle.
A ciencia cierta no me reconoces
ni siquiera en las mañanas
de radical luz en primavera.
No digo que no me quieras
pero es tanta la rapidez del hundimiento
en este páramo laberíntico de calles
que ya casi no hay sitio
para amarnos en la hierba
como la primera vez
ahítos de esperanza.
Este día, mujer,
de tu belleza,
no proferiré palabra.
Que otros más indiscretos
abusen de metáforas
y luego piensen
que dieron impulso
secular a la poesía.
De claros desalientos
la habitación se espiga.
Otra liturgia ritma tu tristeza,
otra ley rige tus precarios actos.
Eres multitudinaria a cada rato.
Delante de todas tus palabras
van tus no sé qué pasa,
tus así te necesito mientras vivas.
Afuera llueve
Y mientras callas, con la lluvia emanan
tus pormenores, tus inconjugados verbos.
Se afinan tus sentidos:
el total de tus puntos cardinales
propicia recónditos deseos.
Cercenas con afiladísimo amor
toda inmerecida compasión al mundo.
El atardecer pierde malignidad
cuando lo miras minuciosamente
Hoy asumes tu obsesión más fiel,
tu propio acertijo irrevocable.
Dentro comenzó a llover.
Pleno cáliz de ternura
escanciamos tú y yo
en el abismo luminoso
de una tarde.
Prodigamos rituales
como guerreros victoriosos,
inventamos climas y virtudes
para ejercer el gozo.
Ah mujer total: ojos de lluvia
amo tu evanescente movimiento
al borde mismo de la muerte.