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Efraín Franco, el oficio juglar

Gabriel Cerda Vidal

El siguiente tópico que abordamos en la entrevista con el doctor Efraín Franco Frías se refiere a la capacidad que debe tener o no un autor para comercializarse a sí mismo; si bien no convertirse en un hacedor de textos para las editoriales, sí saber promocionarse.

“En este momento es indispensable. Yo soy de la idea, pero a largo plazo, de que el artista se dedique a crear y que haya otros profesionales que hagan toda la gestión. En 1996, un grupo interdisciplinario trabajamos intensamente en un proyecto que se denominó ‘Jalisco a Futuro’, y visualizábamos el estado a 30 años. Cómo debería ser, qué tipo de sociedad queríamos y qué era lo que teníamos que instrumentar. Surgió entre las conclusiones algo que me pareció importante para lo que viene a colación; decíamos que el estado, particularmente la Universidad de Guadalajara, tenía que diseñar la licenciatura y los posgrados en gestión cultural, porque Jalisco tiene artistas de todos los tamaños y colores y en todas las áreas, pero no tiene la formación para promover, difundir, y para eso se requieren personas capacitadas, buscando también generar una política cultural adecuada, profesional, en la administración de la gestión cultural. Por suerte, lo que dijimos allí no sonó como algo insidioso, porque en las sedes de la Universidad se crearon la licenciatura y la maestría en Gestión Cultural. No contamos con suficientes egresados, ni existe todavía la sensibilidad en la sociedad, en las editoriales, en las instituciones, en la Secretaría de Cultura ni en el estado para que quien encabece la promoción, la administración, la difusión, sea un gestor cultural; pero sin duda ocurrirá en el futuro, están generándose las herramientas porque los estudiantes de estos espacios académicos reciben formación e información de gente de España, de Argentina, de Francia… es decir, no vamos a la zaga sino vamos a la par de los países donde han tenido ya una experiencia en la profesionalización de la literatura y del arte. Pero en este momento el escritor tiene que escoger también su propio gestor, porque todavía no tenemos agentes literarios profesionales. Yo aspiro a que en un futuro no lejano los tengamos, pero lo cierto es que hay en Jalisco una veintena o más de escritores vivos con obra de calidad que no se ha difundido lo suficiente, ni a nivel local ni a nivel nacional, ni mucho menos internacional. ¿Por falta de qué? De calidad no; se requiere que existan estos agentes, estos mecanismos que vinculen con el establecimiento, exigir y ver los recovecos jurídicos y las instancias, porque implica un trabajo especializado del que no disponemos; es obvio que quien escribe viene a ser el principal interesado en ser leído; esa actitud de ‘yo escribo para mí’ no me parece sino una actitud, además de patética, estúpida”.

Se le cuestiona si esta labor indispensable de los promotores culturales no la desempeñaron los grupos literarios. Responde:

“Sí, por supuesto. A través de las revistas Summa, Esfera, Estaciones, que dirigían nuestros viejos maestros, promovían a su gente. Estas publicaciones circulaba en toda Hispanoamérica, en España, por los intercambios y contactos de estos viejos maestros con los grandes de la literatura. Adalberto se codeaba con Ernesto Cardenal, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, que llegó a colaborar en su revista. Entonces se volvieron promotores y difusores de estos espacios, a través también de tertulias, presentaciones, intercambios, por su vinculación con los escasos medios de difusión de la época, como El Informador y El Occidental, que tenían cierta presencia; en esos espacios culturales también fueron ellos (Juan José Arreola, Adalberto Navarro) quienes crearon el suplemento cultural de El Occidental, y ese espacio nosotros lo heredamos en el 94 y lo tuvimos durante 10 años. ¿En esos espacios a quién promueves, a quién incluyes? A quienes son afines. Supieron utilizar los periódicos, las revistas, las tertulias, las escuelas y la incipiente radio cultural”.

Los grupos a los que hace referencia el entrevistado, generaron beneficios diferenciados para algunos a partir de estos espacios. El padrinazgo de los grandes pilares aludidos y que forjaron una tradición literaria con sus beneficios, rencillas y reconciliaciones, propició una suerte de herederos, sucesores de esta tradición y por consecuencia de su usufructo. Cuestionamos al doctor si considera que a la muerte física de los grandes pilares los huérfanos se institucionalizaron, pues tuvieron que buscar otros medios de subsistencia y difusión, como el estado, las becas, entre otras cosas. Responde:

“Sí, se institucionaliza en el sentido de volverse ellos los mandones. Adalberto Navarro Sánchez no tenía ningún empacho en colaborar con el estado; de hecho, era un colaborador del ayuntamiento, del gobernador. Y ellos lo subsidiaban y él colaboró con el ayuntamiento y con gobernadores. Nunca estuvo desvinculado; cumplió una labor editorial muy importante con Etcaetera. Publicó cientos de libros del estado. En ese sentido, él nos decía que había que vincularnos con las estancias culturales oficiales, pero los jóvenes en aquella época éramos reacios; llegó un momento en que tuvimos que madurar. Cuando quedamos huérfanos dijimos: ‘Bueno, ya no están nuestros padres tutelares, ahora quiénes, qué espacios… no teníamos la capacidad de generar nuestros propios espacios. Entonces empiezan las alianzas, un tanto forzados por la orfandad y porque surgen instancias como el Conaculta, la SEC, el Fonca, que nos empezaron a invitar porque nos vinculaban con estos personajes, y los que hemos estado en la Dirección de Publicaciones, hemos estado ahí: que si don Dante, que si doña Martha Cerda, que si el maestro Artemio González García, que si este maestro o este otro; ahí estamos los mismos, nada más que ahora con otra actitud. Yo jamás rompería un cheque que me gano por dictaminar libros o por colaborar en la editorial del estado, pero hace 30 años no hubiera colaborado, y hablo como generación; se dio todo un proceso de madurez, o de que las epopeyas cayeron, cayó el muro de Berlín, y ante la desesperanza, ¿qué nos queda?”

Esa madurez de la que habla el doctor también modificó las características de los grupos literarios de ahora, que son más abiertos, más interdisciplinarios y múltiples comparados con la tradicional forma de ser de “grupos literarios” desde los cuatro grandes pilares.

“Simultáneamente a la creación se empezó a practicar algo que no era común. Se hacía pero no era común en el sentido que no todos lo practicaban: la investigación; quiérase o no este estadio, esta ventana nos abre horizontes extraordinarios. Con la instauración de la maestría en Literatura que creó Adalberto Navarro Sánchez se empezó a acceder a otra exigencia, a conocer métodos; entonces predominaba el método impresionista, el mismo que manejaba Adalberto. Él era impresionista, y un tanto el estilístico de la vieja guardia. Arturo Riva Sainz también, lo mismo que Ernesto y Nandino; no eran metodólogos, eran apasionados y conocedores de la literatura, pero por ese sexto sentido poético, por esa sensibilidad, por ese conocimiento que tenían de la propia literatura, de sus leyes, hacían trabajos notables. Pero nos empiezan a llegar con cuestiones de sociocrítica y entonces teníamos que ver el hecho literario desde otro enfoque; luego nos llegan Edmond Cross y Jean Franco y algunos otros; entonces ellos empiezan a proponer otra manera de ver la literatura, de estudiarla, y se crea, todavía en vida de Adalberto Navarro Sánchez, el Centro de Estudios Literarios. El creador es Adalberto Navarro Sánchez. Tuvo este gran hombre, ya en su madurez física, muy enfermo, la capacidad de decir que era necesario estudiar de manera sistemática y con un nuevo método la literatura, y van a heredar ese espacio Dante Medina, Dulce María Zúñiga, Carmen Vidaurre y Raúl Bañuelos, entre otros. Para asimilar estos enfoques se empezó a poner de moda estudiar posgrados; antes ser licenciado era non plus ultra y viene esta ruptura con el discurso anterior que es el impresionismo, que estudia la literatura por puras ganas, pura sensibilidad; cae el muro de Berlín y nuestros maestros empiezan a morir y vienen los enfoques metodológicos y nos empiezan a llegar también las computadoras; fue un cambio muy drástico, pero aprendimos también con la reforma que se dio paralelamente y que fue importante dentro de la universidad. Yo creo que buena parte de los grupos literarios tienen algo que ver con la universidad, y en el 92 sufre un cambio importante. A los profesores se les va a dar su nombramiento de acuerdo con su producción, su grado académico, su antigüedad, empieza la llamada homologación. ¿Esto que implica? Papelito habla: quieres ascender a titular, prepárate. Entonces empezamos una carrera por los papeles, por los grados académicos que además eran necesarios, pero hubo esta obligación institucional, que modifica las reglas para trabajar en la universidad. Antes cualquiera podía ingresar si tenía un amigo, pues ahora no; tienes que se homologado, y si no tienes el perfil, si no tienes un puntaje mínimo, no ingresas. Y se empieza a dejar el aspecto romántico de la literatura, que se ve ahora como una actividad profesional y surgen actividades de investigador literario. Qué bonito, ¿verdad? Investigador literario, lo cual no impide que uno siga siendo creador. Pero ya es mucho pasar de profesor a investigador, das unos pasos y puedes ingresar al Sistema Nacional de Creadores o al Sistema Nacional de Investigadores, lo cual te obliga a producir, a crear redes, a tener presencia, a participar en foros, simposios, conferencias. Ya no es el sentido bohemio, de la tardeada, de la noche bonita; ahora la literatura más de los 80, de los 90, empieza a manifestarse de otra manera, o el escritor tiene que verla como una actividad profesional, lo cual nos obliga a formar parte de grupos académicos, a participar en redes locales, nacionales e internacionales, a participar en foros, coloquios, y a cada uno se nos evalúa si queremos tener perfil Promep y cosas por el estilo. La literatura dio un vuelco importante y posteriormente llegarán otros enfoques y en este momento contamos con un espectro de posibilidades metodológicas extraordinario, por lo que surge la duda: ¿Me dedico a la investigación literaria o a la creación? Porque ambas actividades son absorbentes, exigen tiempo completo, porque simplemente manejar los últimos representantes de la teoría de la recepción, del medio, del análisis del discurso, de los diferentes grupos de semiótica, implica dedicarse de tiempo completo a estudiar, y luego a generar libros, a participar en coloquios y en foros, y como que ahora tenemos los dos caminos: o Sistema Nacional de Creadores o Sistema Nacional de investigadores. Hablo de los que estamos inmersos y que tenemos la carrera académica y de los que queremos hacer de la literatura una forma de vida, y cada vez somos más, y la competencia se vuelve cada vez más atroz, antes no existía esa competencia para ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras o a dar clases de literatura a una preparatoria, no había gran conflicto, ahora hay un número impresionante de concursantes, porque hay gente muy capacitada, teórica y metodológicamente, y cada vez se están yendo a estudiar más y más jóvenes al extranjero y llegan con nuevos enfoques y los que ya no somos jóvenes (no es que tengamos miedo, de ninguna manera, yo lo veo con mucho gusto) no tenemos el empuje que traen las nuevas generaciones de creadores e investigadores, y no es: ‘¡Voy a escribir un párrafo a ver si me cae la musa!’; no, primero es que venga la musa y luego nos ponemos a escribir. Es otra actitud, creo que nos ha tocado vivir el salto cualitativo de la literatura como un hecho, como una actividad libre y desinteresada, o sea, muy independiente a una visión pragmática sin que pierda lo estético, voy a ser un profesional de la literatura, quiero vivir de la literatura, comer tres veces al día con manteca y postre por la literatura, y entonces voy a exigir los espacios en la universidad, en internet, en Conacyt, en Conaculta, en la Secretaría de Cultura. Esta es la situación, lo vemos en los concursos; yo me doy cuenta porque desde hace nueve años apoyo a la Coordinación General Académica de la UdeG y yo resuelvo los recursos de inconformidad. Hubo hace cuatro años diez plazas de tiempo completo, algunas vinculadas con la literatura. Participaron dos mil personas y muchas con doctorado, es obvio que esas personas con cierto sentido de la didáctica y de la pedagogía y ya con la formación metodológica que traen van a incidir fuertemente y normalmente son jóvenes. Esto a mí me da esperanzas hacia las alianzas y lealtades profesionales, de grupos. Por ejemplo, ahora nos están obligando a formar cuerpos académicos y esto, en el ámbito universitario, viene a sustituir a los grupos literarios, pensando en términos académicos: aquí está el grupo de filólogos, el que enseña la literatura hispanoamericana… Y esto implica un salto, indudablemente. ¿Y qué es lo que los vincula? Los intereses comunes por el objeto de estudio, pero también el vivir y vivir bien de algo que nos interesa, y los que no están en esa dinámica (que no son muchos) buscan espacios para vivir bien de la literatura. Quiero pensar en Jorge Esquinca, que se vinculó hace muchos años a cierto grupos del centro, a Elías Nandino y demás, pero si tú haces un mapa, un censo de los escritores jaliscienses que no estén vinculados a instituciones de educación o a instituciones de cultura son mínimos, y si no han ingresado no es por falta de deseo, es porque no tienen la documentación, hay un filtro; si en este momento quieres un plaza de profesor investigador debes tener doctorado, mínimo, perfil Promep, producción, y de preferencia ser miembro del Sistema Nacional de Investigadores, entonces te dan tu plaza”.

Por otra parte, el filtro en los grupos literarios de antaño, con los cuatro grandes pilares, equivaldría al acceso que el doctor Efraín Franco califica como la antesala del nirvana. Comenta:

“Cuando uno mostraba algún texto y el maestro (Rivas Sainz, Adalberto, Ernesto, Elías Nandino) le veía posibilidades lo invitaban a uno al café Conditore, a donde asistían Adalberto y Rivas Sainz, o a la Casa de la Cultura, donde laboraban, y posteriormente a su casa; tenían detalles hermosos. Recuerdo que un día hubo por allí un encuentro de poetas jóvenes, estoy hablando de hace 25 años o más, en donde estuvimos, entre otros, Raúl Bañuelos y Raúl Ramírez. Yo salí por ahí con un poema lacrimógeno que se llamaba “Tres llamadas para morir”; lo leí y lloré, como debe ser. Al día siguiente yo estaba como escucha en el auditorio y me llego por atrás el maestro Arturo Rivas Sainz; me tocó el hombro y me dio un paquete de libros y ejemplares de la revista Summa y me dice: ‘Para usted, poeta’. Ese ha sido uno de los halagos más hermosos que he recibido en la vida. ‘Y me permites el poema para publicarlo’, remató. Imagínate, que un maestro tan respetado y querido como Arturo Rivas Sainz, que no a cualquiera le daba un libro, a mí me da como 15… pero lo mismo hacía Adalberto. Te decía: ‘Mira, este libro tienes que leerlo’. No había suficientes libros ni en Guadalajara ni en México, y llega y te dice ‘tienes que leerlo’ y luego me iba dotando todas las semanas obligatoriamente con Adalberto Navarro Sánchez a tomarme la lectura, entonces íbamos a conversar, y además informarme (a mí y a los que íbamos, porque a veces éramos tres o cuatro) del mundo literario que a él le tocó vivir en su juventud, además de todas las revistas… era toda una enseñanza, mostrarnos cómo hay que vincularse. Y nos daba algún presente… Yo fui muy afortunado… Él tenía un espacio, un edificio por Galeana y Prisciliano Sánchez, y me lo cedió. Fue mi herencia, y allí fundé un centro cultural, lo echamos a andar dos años antes de la muerte de Adalberto. Él nos acompañaba casi cada ocho días para compartir algún poema, algún comentario, pero también nos llevaba a sus amigos. Nos llevó ahí a Arreola, por ejemplo, y empezaba a funcionar todavía muy íntimo, muy pequeño, pero era la aspiración del maestro que la gente continuara su obra porque a sus hijos de sangre no les interesó la literatura; estaban deseosos, los cuatro, que no tuvieron hijos de sangre que se dedicaran a la literatura, buscaban quién continuara con sus enseñanzas, con su legado. Eso creo que ya no existe en este momento, ya nadie se quiere sentir el Maestro. Yo creo que se debe a que ahora se asume una actitud profesional, tanto en la investigación como en la creación, se empieza a dar mucho más la camaradería y me parece un paso de madurez, no es total, pero hacia allá va; yo paso mi texto y quiero un comentario crítico del amigo editor; siguen existiendo las críticas, lo cual es saludable, pero en los últimos años son los cuerpos académicos los que sustituyen a los anteriores grupos, y son los que a la postre van a sustituirlos. ¿Por qué? Porque los cuerpos académicos recibimos apoyo institucional. Yo encabezo un cuerpo académico de investigaciones estéticas, y entonces nos asigna la SEP (dependiendo de si somos un grupo en vías de consolidación o consolidado) un monto etiquetado para publicaciones, para asistir a coloquios, congresos, foros, para instancias académicas; entonces empezamos a recibir recursos para fortalecer el cuerpo académico, profesionalizarlo, generar intercambios. Esto nos lleva a profesionalizar la literatura, y no niego ni dudo que va a seguir la otra literatura, la que se hace por el placer de ser, que no busca ni los rincones académicos ni la profesionalización, por supuesto que va a seguir existiendo, pero en esto que te menciono creo que estamos los que queremos hacer de la literatura una forma de vida, vivir de la literatura, y vivir bien, de maravilla… digo maravilla utilizando la palabra de acuerdo con la actitud de Dante Medina, quien es un ejemplo a seguir; se dedica todos los días ocho o más horas a la escritura de reflexión y de creación, y ha llegado a decir ‘Me voy seis meses a los Alpes a un chalet a escribir, me voy tres meses a Brasil a escribir’; en otras palabras, tenemos un escritor profesional, miembro del Sistema Nacional de Creadores por muchos años, independientemente de los premios que ha ganado, que son muchos. Lo que me gusta es la actitud de una persona enterada, un doctor en literatura que se ha vinculado con el mundo entero, que ha sabido promover su persona y su obra sin estar en el DF, lo cual es plausible; obvio, contó durante mucho tiempo con el apoyo de Adalberto Navarro Sánchez y luego con el de Raúl Padilla y fundamentalmente cuando estuvo en Extensión de la UdeG, extensión innecesaria que utilizó como plataforma financiera y de otros tipos.


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