Deslizarse por el día,
como una sombra revolcada
entre papeles transpirados de cifras
y de ahogos.
Desgarrarse,
entrar en otras sombras,
ahuyentar silencios,
silenciar aullidos.
Despojos que arropan los sueños
con arpegios de color,
y recomponen sus hilachas en la noche.
La noche.
Sombra unánime,
canción de cuna verde,
libre de gárgolas y hambrientos minotauros.
Puerta privada,
túnel secreto hacia otra vida
que vela,
que vuela,
para estar sin estar,
sobre tejados circulares
en los que el tiempo se entrecruza.
De noche.
Antes de que la luz distribuya los fragmentos
y nos vuelva a la condena
de escalar la propia sombra.