I
Fustigas letanías a secretos dioses en este parque atrozmente herido de nostalgia.
El viento arrastra palabras en senderos donde crucifican tu imagen cada día.
De tu corazón ondean banderas clandestinas: aves que trasmigran por aire transparente.
II
Gritas al sol como simio en volteretas, interrogas, bebes el rojo vino sin arrojar la copa en la derrota. Sólo por azar atinas la respuesta.
III
Se cancela el desenlace de la farsa; hay fuga de actores en el escenario vacío de parlamentos. Abandonas el teatro del mundo apenas en la tercera llamada.
El otoño abre sus fauces.
Gira sin pausa la ruleta.
I
En tus párpados se gesta una tormenta. El poder envenena aguas puras con la mierda del oro, vomita bellezas de horizontes nacarados, fasto de iglesias donde usurpan la vida a multitudes.
Percibes el fétido olor de tanto cadáver insepulto en matriz de niebla.
Los archivos de policía guardan la osamenta de antecedentes personales, sentencias incumplidas, pecados mortales. Descripción de la escena del delito.
II
Tomas café y esperas. En tanto, la noche acaricia los pliegues del miedo en corazón de calabozos, luego repta en calles y jardines con puntual obstinación. Asesina con ácido muriático, si resulta necesario.
¿Quién eres en realidad para saber algo? Sólo navegas en barriga de ballena hacia un destino que no te pertenece.
Mejor el riesgo del maleante que empeña la sangre por un trozo del cielo prometido.
III
Nada de poesía: ser tartamudo, baldado de por vida, irredento monstruo de existencia deplorable.
Puedes morir mañana: apenas un temblor del pulso. La memoria invoca débiles virtudes, actos infames en el trajinar de tu camino.
La aterida voz de la carcoma.