En la última noche del año viejo
lo que fue espera o deseo
se vuelve necesariamente desapego
o aceptación.
Rosas, almohadas, champagne
y un cigarro a medio armar.
Hay que agitar el ayer para cerrar.
Romper equívocos para conectar con las esencias.
En la encrucijada del país
el silencio es un grito de auxilio
que ahoga nuestros propios pedidos de socorro.
En la contradicción se juntan los extremos.
Las equidistancias y los vértices se rozan.
Rezo por la realidad circundante.
Rezo por la salvación de la raza.
Dios escucha hasta los ecos de un mudo.
El espectáculo no acaba.
Sigue hacia adelante.
Sin duda, un privilegio
y orfandad.