De El hombre de los faros
Llegan hoy aún despojados
en sus cinco círculos de serpiente solar
Se alcanzan los maderos los huesos
las piedras con casa en la ruina del ruido
El ruido sobre todo el ruido
—su lengua roja pétrea de lugares sudorosos
como grito callado a puño de tierra— El ruido
que busca a puños en la tierra la humedad de los vientres
la dalia y el sahumerio de los nombres el relámpago
en la víscera de un suelo sembrado de filos y ojos abiertos
(que gruñe horda de huesos sedimentados por los años)
Para quién pues estas manos si las rocas
son olvido y silencio de raso negro y lámparas sordas
otro mármol con el que el trueno
hace estéril los cabellos de la lluvia?
Aquí no se queden parados el agua tiene rocas
que rompen tiene dientes de agua
con que morder los talones de las plazas
A qué vienen estos hombres sin la gracia
sin una ventana sin una lámpara en la cara?
Si la ley si el hueso seco
es una flor en la solapa de hombres
de nomás por nomás: la máscara
que levanta casas para el adorno
para el discurso que es cuchillo y estalla
que son torres de aire para boca de cisternas
No ustedes llegan con cinco círculos
En la tierra hay maderos y piedras
miran hacia arriba
en el plano horizonte que no es la grieta
hacia las terrazas del cielo:
Los hombres de piedra vinieron
—muertos entre las Lilas de Abril—
a dar testimonio al Hombre de altas columnas
el que obra con buena piedra
el que camina siempre a lado
porque tiene el número justo
la mano exacta
porque ha pisado los humildes polvos del Sur
Hombres que están llegando
cierren el quinto círculo
Levanten sus maderos y esperen otras torres
No teman que el temor
es un mapa que les pierde de todos los posibles ascensos
Sólo con la obra pequeña
las manos tocarán algún día las piedras firmes del Sur.
En memoria de las víctimas de la explosión del 92 en Guadalajara