La educación universitaria, como mecanismo sustentable y democrático de inclusión social, representa en la actualidad un axioma capital en todo programa de desarrollo, por lo que resultan fundamentales la reflexión y el compartir las ideas sobre las políticas educativas en búsqueda de articular entre las demandas del mercado de trabajo, la trayectoria de formación (integral) y las demandas sociales; en este trabajo se comparten algunas de estas reflexiones, así como el reto de la docencia desde el nivel medio superior y el universitario en relación con la forma de comunicar el conocimiento, de compartir en un mismo lenguaje la diversidad de pensamientos.
Palabras clave: Juventudes, docencia, sistema educativo, comunicación, políticas públicas y futuro.
Cómo encontrar un punto de acuerdo de comunicación y entendimiento entre la comunidad universitaria, es decir, entre el profesorado y el alumno, a partir del habla, de la comunicación y, por ende, cómo compartir las ideas. Nos referimos al diálogo, a la interacción que existe en la transmisión y recepción de los mensajes, y que estos sean comprendidos, entendidos, aceptados, con un cauce, un fin.
Existe literatura, estudios sobre las juventudes, sobre la relevancia en relación con el quehacer docente y el contexto en el que se desarrolla, así como las implicaciones derivadas de las reformas estructurales en la evolución social; ante esto, en América Latina y en México, como consecuencia de estas reformas se observan los efectos de la pobreza, el desempleo y la vulnerabilidad socioeconómica y la desigualdad en la distribución del ingreso; por lo que en el contexto de la docencia no se puede ser ajeno o ignorarlos, y significan los temas a discutir para el desarrollo de políticas que atiendan estas necesidades de los jóvenes que se tienen en el aula, ya que estamos hablando de su futuro.
En este contexto, la juventud es el grupo que más ha experimentado el detrimento progresivo de las condiciones de vida, de trabajo, de formación y capacitación, de participación civil, de vivienda y de política. Y es justo por esto que la misma juventud, quien se muestra propensa a vivir y reproducir históricamente los círculos viciosos de la exclusión que constituyen en muchas sociedades latinoamericanas (y me atrevería a decir en el mundo, al no haber ya ninguna barrera de comunicación, debido a la facilidad de acceder a las herramientas tecnológicas) un eufemismo de múltiples carencias y restricciones.
La falta de expectativas en torno al futuro, el pensar en soluciones de forma inmediata, el vivir aquí y ahora, el peligro de tener acceso a todo tipo de información puede producir un efecto contrario como la desorientación, como un eje de comportamiento social. Adicionalmente y aunado a la falta de políticas públicas que atiendan al sector de la población que representa el futuro nos conduce a la reflexión sobre el papel de las universidades, de su comunidad docente, quien representa un eje primordial en la construcción de políticas orientadas a ese sector de la población y ocupar su lugar en la sociedad.
En el ámbito político y social actual, la dificultad de ampliar la estructura de participación social de la juventud en condiciones de equidad e igualdad social y de género debe trascender a través de la ocupación de espacios desde la propia construcción de programas construidos con una línea transversal en las políticas públicas, pensada y desarrollada en el entorno de lo que es y lo que será, con atención a esa nueva construcción social.
Hasta ahora el distanciamiento planteado entre los objetivos de las políticas públicas y la dimensión compleja de problemas estructurales constituye una de las causas que más repercuten en la profundización de las condiciones de exclusión que, supuestamente, se pretendían superar a través de la implementación de estas acciones políticas (Hopenhayn, 2008).
Por lo anterior, valdría la pena reflexionar sobre la posibilidad de implementar reformas educativas, de forma específica en el sistema educativo, con el fin de coordinar la innovación de programas y contenidos acordes a la demanda del mercado, a mejorar la calidad, la equidad y la eficiencia del servicio público (educativo), la innovación de currículum, en consonancia con la demanda y las características del contexto local, en la eficiencia, orientados a la mejora de contenidos de aprendizaje, los métodos de enseñanza, de evaluación y de planificación.
Es justo decir que para lograr atender las necesidades de la juventud, de la Generación Z,1 se requiere de un sistema de programas y acciones dirigidas de capacitación permanente a los docentes, a los directivos, equipos técnicos, investigadores y asesores especializados que permitan que todos en conjunto trabajen en una propuesta pedagógica que permita llevar a cabo un desarrollo social sustentable y democrático con la realidad histórica de los diferentes contextos (Aparicio y Silva Menoni, 2008).
Las demandas y necesidades emergentes de la juventud reclaman un abordaje más exhaustivo y crítico que favorezca el desarrollo de procesos educativos críticos y contextuales, partiendo del reconocimiento de la diversidad cultural y del compromiso con la superación de las desigualdades socioeconómicas que doblegan los objetivos democráticos de los sistemas educativos (hablamos de presupuesto a la educación y a las universidades, tema que merece una investigación aparte), los cuales dependen de intereses políticos y otros.
Por lo anteriormente expuesto, nos queda por reflexionar la relación dialéctica entre el desempleo y las condiciones sociohistóricas que definen la calidad de vida de las personas y el disfrute de los beneficios sociales, por lo que toca a esta generación encontrar las formas que conduzcan a eso que llamamos una buena calidad de vida en un entorno de sociedad sustentable. Por ello, en este contexto de Generación Z, nos preguntamos: ¿Cómo abordar esta segmentación en las oportunidades laborales que surgen de la estructura social y que se reproducen en los comportamientos e intercambios entre los agentes económicos y sociales? Interrogante que resulta difícil de responder si partimos del supuesto de que el actual modelo económico de libre mercado tiene la capacidad y los medios requeridos para generar permanentemente distintos tipos de puestos de trabajo y, pese a ello, las tendencias regresivas del mercado laboral formal y productivo no se han podido contrarrestar (Jacinto, 2002).
Por lo anterior nos preguntamos: ¿Cómo es posible conciliar el crecimiento económico e industrial a nivel global, la mayor fluctuación de capitales e inversiones, la disciplina fiscal conquista por los Estados y el crecimiento ininterrumpido del producto interno bruto con el deterioro progresivo de los nuevos puestos de trabajo (baja o nula protección laboral y social, bajos salarios, inestabilidad), la concentración de los puestos de trabajo productivos por los grupos más cualificados y el desempleo constante que engendra mayor inestabilidad y vulnerabilidad entre las personas?
La segmentación prevaleciente es, sin duda, un indicador claro de la contradicción inherente del actual modelo económico, que produce asimetrías sociales a través de sus procesos de reclutamiento selectivo y de sus lógicas de producción, distribución y consumo que conlleva una mayor profundización de la desintegración social y económica (Schkolnik, 2005).
De acuerdo con las interrogantes planteadas, es posible decir que todos estos retos son los actuales, los de ahora (año 2023), los que enfrenta esta generación de juventud (la Z) en su presente y en su futuro inmediato, por lo que el papel del docente en el aula va más allá de ser un expositor, de alguien que transmite conocimiento e ideas; el trabajo en el aula ahora consiste en acompañar, conducir, orientar a la juventud.
De acuerdo con la reflexión expuesta, para finalizar compartimos la reflexión de que los cambios son constantes, las formas laborales también, el mercado es también cambiante por lo que la pluralidad, las nuevas formas de comunicar, de entendernos y de trabajar evolucionan, por lo que la experiencia docente compartida entre colegas, de entender y comunicar de acuerdo con esta nueva integración social y cultural global, demanda de este diálogo intercultural requerido para los presentes y futuros modelos de desarrollo, sin olvidar las acciones afirmativas en relación con los derechos fundamentales de expresión humana como la identidad de género, sus capacidades o discapacidades, así como la comunicación inclusiva.
1 Generación Z, también conocida con otros nombres como posmilénica —personas nacidas después del año 2000— o centúrica (del inglés centennial), es la cohorte demográfica que sigue a la Generación Milénica y precede a la Generación Alfa. Los demógrafos e investigadores suelen señalar desde mediados o finales de la década de 1990 a mediados de la década 2000 como el comienzo de los años de nacimiento de la generación, mientras que hay poco consenso con respecto a su terminación. La mayoría de personas pertenecientes a la Generación Z ha utilizado internet desde muy joven y se siente cómoda con la tecnología y los medios sociales (redes). Se estima que las personas de la Generación Z corresponden al 23.7% de la población mundial (Wikipedia, 2023).
Aparicio. P. y Silva Menoni, M. del C. (2008). “Educación, heterogeneidad cultura e integración de las nuevas generaciones en un contexto global. El aporte de las TIC para la transformación educativa en América Latina”. En P. Aparicio (coord.). Desde la diversidad hacia la desigualdad: ¿destino inexorable de la globalización? (monográfico en línea). Revista Electrónica Teoría de la Educación: Educación y Cultura en la Sociedad de la Información. Vol. 9, número 2. Universidad de Salamanca, pp. 77-94. Recuperado de http://www.usal.es/-teoriaeducacion/rev_numero_09_02_apariciosilva.pdf.
Bourdieu, P. (1999). Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Barcelona: Anagrama.
Hopenhayn, M. (2008). “Inclusión y exclusión social en la juventud latinoamericana”. En Hopenhayn, M. y Morán, M. L. (coord.). Inclusión y ciudadanía: perspectivas de la juventud en Iberoamérica. Pensamiento Iberoamericano. Número 3, pp. 49-72.
Jacinto, C. (2002). “Los jóvenes, la educación y el trabajo en América Latina. Nuevos temas, debates y dilemas”. En De Ibarrola, M. (coord.). Desarrollo local y formación: hacia una mirada integral de la formación de los jóvenes para el trabajo. Herramientas para la transformación. Número 18, pp. 67-102.
Schkolnik, M. (2005). “Características de la inserción laboral de los jóvenes”. Serie Políticas Sociales, número 104 de la CEPAL.