La educación en México: del hecho al dicho
La investigación: un eje transversal
La investigación es la actividad humana a través de la cual se conoce la realidad. Está presente en todas las áreas de la vida humana, y sus resultados afectan tanto a ésta como a todo lo que la rodea. En lo que concierne a la educación, desde 1970 la investigación ha tenido un crecimiento muy rápido, evidente en la abundancia de programas, proyectos y publicaciones; y los eventos de intercambio son frecuentes en todas partes. Se le ha integrado en los planes de las universidades y de las escuelas normales, impulsada por instancias de gobierno y otras asociaciones.
Las funciones que se le atribuyen y de las que deviene su importancia son: el diseño de innovaciones, toma de decisiones, planificación, desarrollo de instrumentos para renovar y mejorar las prácticas; cualificación de los problemas de la educación, trazo de rutas de solución y generación de respuestas, modelos, métodos y materiales que orientan la acción educativa. No obstante que se le reconocen todas las ventajas enunciadas, que opera con métodos, técnicas e instrumentos de eficiencia y eficacia probadas, hay quienes aún debaten sobre a qué se le llama investigación educativa, cuáles son los criterios que la validan y cómo se organizan sus resultados y formulan los estados del conocimiento (Rodríguez, 2001). Mientras estas inquietudes se resuelven, es deseable que se siga investigando y aprovechando el conocimiento que la investigación provee para que la educación siempre evolucione hacia la mejora continua.
Lo nacional
En México el fenómeno educativo constituye una preocupación social sentida desde tiempos remotos. Pero en los años recientes, ante el avance irrefrenable de la globalización, de la mundialización de la economía, del riesgo inminente de la pérdida de identidad nacional, de la falta de competencia productiva, de la nueva orientación de las economías hacia la construcción y explotación del conocimiento, se ha pensado en organizar de una manera más sólida al sistema educativo mexicano (SEM) en todos los niveles, desde el preescolar hasta el posgrado.
Para esto, a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, tuvo lugar lo que se conoció como Proyecto Democrático y Equitativo: un enfoque cultural que serviría de modelo para formar personas competentes, cultas, dueñas de valores intelectuales y herramientas analíticas, listas para enfrentar cambios en la producción y el trabajo. Desde esta concepción, los egresados de la educación mexicana serían ciudadanos con pensamiento y sentimientos impregnados de una historia y cultura común, capaces de funcionar en la economía mundial, cimentada en el conocimiento científico, la información aplicada a la producción, organizada horizontalmente, en redes, con adhesión a las tecnologías apoyadas en descubrimientos científicos: biotecnologías, ciencias de los materiales, láser, energía renovable.
Además, en su reforma profunda el SEM tenía como propósitos incitar a los estudiantes a averiguar, ser curiosos, encontrar vías de conocimiento, usar su inteligencia, sus recursos, su experiencia; centrar el aprendizaje en la solución de problemas (método integrado por cinco elementos: abstracción, sistematización, experimentación, acción y colaboración); enfrentar deberes complejos, trabajar en equipo, ser responsables y hábiles para transferir aprendizajes a situaciones problemáticas distintas.
Los profesores, por su parte, habrían de modificar su actitud frente al trabajo, revalorar su profesión, exigir con soporte en sus acciones el reconocimiento social, laborar con ética de trabajo perceptible en las aulas, y ser remunerados con un salario acorde a su profesionalismo. También cambiar de actitud hacia el trabajo colegiado, el mejoramiento de las relaciones interpersonales y el uso efectivo del tiempo de clases.
Al respecto, el SEM recompensaría mejor a los maestros, pero les exigiría más. La formación de éstos sería de mayor calidad, desafiante para el intelecto, la creatividad, la inteligencia, y estaría apoyada en las tecnologías de la información y la comunicación e información para crear materiales didácticos y ambientes de aprendizaje amenos, ágiles, eficientes y eficaces.
El SEM, además, ampliaría la cobertura, aumentaría los recursos materiales e intelectuales y mantendría constante su reorganización. Todo mediante la generación e implementación de instrumentos y mecanismos para la evaluación de resultados (Ornelas, op. cit.).
Prawda y Flores (2001) concuerdan con la idea previa de modernizar al SEM y, de igual manera, piensan que es necesario el establecimiento de un mecanismo exquisito de evaluación que permita una clara identificación de los aciertos y las fallas, así como las necesarias y pertinentes correcciones de rumbos. El impacto previsible de estos cambios es la asunción de una cultura creciente de rendición de cuentas a la sociedad de resultados cualitativos y cuantitativos; la reducción del desperdicio ocasionado por la reprobación y la deserción; el uso de la capacidad física y humana que esté ociosa, y el diseño, implementación y evaluación de distintas estrategias de mejora de la infraestructura, el equipamiento, el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Para lograrlo, hacen recomendaciones como aprovechar los resultados de investigaciones internacionales en el ámbito educativo, en ciencias cognitivas, áreas específicas del conocimiento, la enseñanza y el aprendizaje, en intervención temprana (incluye la capacitación de los padres para participar y asesorar en la educación de sus hijos); fomentar la buena lectura, el uso de las tecnologías como televisión, videojuegos, computadoras e internet; enfrentar a los estudiantes a problemas concretos y propiciar la transferencia de unas situaciones a otras llevándolos de lo básico a lo complejo. Los planes y programas de estudio deben ser livianos, concretos, de complejidad y profundidad graduales, viables, flexibles, más atentos a procesos que a productos. Los profesores han de ser creativos, hábiles para el trabajo colegiado, sensibles, entrenados para la evaluación, dotados de amplia variedad de técnicas para enseñar y libertad para experimentar responsablemente.
Lo personal
Los apartados anteriores muestran ideas de distintos autores acerca del impacto negativo que la globalización ha generado en las diversas sociedades del mundo, potenciada por el desarrollo y la posesión de la ciencia, la tecnología y los medios masivos y electrónicos de comunicación. Se dijo que las ventajas son para los grupos sociales y los países ricos; y las desventajas, para los grupos y países pobres. Lo que hace a los primeros poderosos y dominantes; y a los segundos, pobres, dominados y excluidos. Esos mismos autores ven en la educación las vías de solución a los muchos problemas derivados de la globalización y de todas las situaciones de desigualdad e inequidad que ésta genera. Y aunque sus ideas son legítimas por cuanto se respaldan en la experiencia y la autoridad que les da el ser investigadores reconocidos, siempre hay dudas, procesos insolutos, prácticas anómalas, que rompen con la esperanza y aumentan la frustración.
Por esto último, se concluye lo siguiente:
Dado que las reglas del juego económico, social, político y cultural son impuestas por los mercados, y los estados se han quedado impotentes ante ellos, sin capacidad ni posibilidad de participar en el debate, en la generación, seguimiento y evaluación de políticas públicas que ofrezcan a los grupos sociales más vulnerados mejores condiciones de vida, de justicia y de desarrollo humano, los estados —el mexicano, entre ellos, o en primer lugar— deberían impulsar la creación y desarrollo de empresas estatales o poner los medios para que los grupos y comunidades marginados creen y mantengan empresas, a fin de entender y equilibrar las condiciones del mercado y volver a la posibilidad de estar en el debate, la discusión y el derecho de participar activa y competitivamente.
De acuerdo con los autores arriba presentados, es imposible frenar la globalización; antes bien, será necesario aprovechar las ventajas que ofrece. Del mismo modo se piensa que la educación es el bien social mediante el cual será posible modificar el impacto negativo que la concentración de la riqueza, el poder y el conocimiento proveen al estar en manos de minorías privilegiadas; y habrá de lograrlo evitando el alienamiento de los individuos a partir de prácticas educativas de mero entrenamiento. La educación tiene el deber de formar sujetos pensantes, críticos, creativos y proactivos, capaces de ver en los problemas rutas de manumisión y de verdadero desarrollo humano, pues hasta el momento los individuos y grupos en lucha (pobres y excluidos) se desalientan incluso antes de luchar porque necesitan resolver primero sus necesidades básicas.
En los distintos casos, la mayor parte de los individuos no cuentan con un nivel educativo que les permita dimensionar con claridad las causas y consecuencias de los problemas que intentan resolver, ni las vías posibles de solución. Por esto se comportan con timidez, pues llevan una carga de opresión histórica que les impide siquiera imaginar una condición diferente.
Por otra parte, los recursos que se necesitan para desarrollar las gestiones pueden no estar al alcance de esos grupos, y se vuelve forzoso ejercer presión sobre quienes en el estado toman las decisiones y —ciertamente— no suelen estar dispuestos a escuchar ni a destinar dichos recursos para estas causas.
En el momento actual —como ya se anticipaba—, incluso los estados se hallan en la tendencia de sucumbir a las fuerzas del mercado y de las minorías poderosas, doblegándose de tal manera que terminan acatando sus designios y ejerciéndolos a la vez para el sometimiento de los pueblos y de sus organizaciones. Los cacicazgos locales se han transformado en sistemas internacionales de control de la riqueza y el poder.