Para María M.
No te puedo mirar sin que me brote
como una exhalación el amor que te siento
y tu respuesta llega como una agitación,
una sonrisa leve que me revela todo lo que a ratos nos une
un guiño que me pide la rápida respuesta de mi ser.
Tu rostro aceitunado y tus ojos pequeños
son bálsamo que alivian los trajines de un camino lejano,
recorrido entre el frío y el viento
el sol la lluvia el trueno.
Qué no diera por ir por el mismo camino en que vas
las distintas mañanas, o las noches
entre sueños que apuntan hacia el mar.
Mirarte es ver la más pura inocencia:
belleza y juventud
amor pasión y todo.
María, nada más
para decirte que
tu belleza es amor
para mi corazón,
el agua cristalina
para un alma sedienta,
el viento entre las ramas que dan sombra
a un viajero que viene
recorriendo este mundo
desde hace muchas vidas.
Mirarte es aspirar el más claro perfume
en un campo florido.
Y al verte sonreír
estoy seguro
que belleza y amor son el elixir
para ser inmortales
para ser.
Te miro desde aquí y en tu mirada
la pregunta se asoma como cuando se estrujan las hojas de romero
y su aroma se esparce de manera explosiva
en el silencio breve que rompemos.
Tu belleza es el mar en las mañanas
apacible y profunda y misteriosa,
yo el marinero umbrío que contempla
que se admira y adquiere la certeza
del amor que se va tras la belleza.
Tu mirada de amor me ha sorprendido.