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Vivo en dos mundos

Paulina García González


Vivo en dos mundos

Vivo en dos mundos.
Uno es el de la razón y el otro el sinsentido.
En el primero, existen las horas, existe el sol.
En el segundo, la tierra es plana y nada brilla.
A veces me encuentro a mitad de los dos,
pero es muy cansado.

Me encuentro a mitad del borde del mundo que creo conocer mejor,
pero siempre miro al horizonte del contrario.
De día, sobre todo cuando estoy en el mundo de la razón,
tengo pensamientos buenos, charlas amenas, me siento bien.
Pero sé que tengo que volver al otro mundo a encontrarte,
a verte porque te extraño.

Y aunque el otro mundo me ofrece una vida eterna,
una vida cómoda y placentera
regreso al mundo que poco a poco me mata
porque es el mundo en el que estás tú.


Su nombre es Francisco

En el exterior todo está quieto. Ni las moscas hacen ruido al recorrer el pelaje del gato. Pasan los ratones en silencio, como excusándose de transitar en tan penoso lugar. Los ojos del ave que se asoma por la ventana del patio lo miran fijamente. Si ese pájaro gris pudiera hablar, tal vez diría: “Nunca había visto un hombre más triste”. Esos ojos miran otros ojos, los de él. Hay en esa mirada una tristeza añeja que ya no se llora más. Hay lágrimas encapsuladas en sus ojos, mezcladas con aceite del tiempo. Él pinta su lienzo hechizo con un pedazo de puerta, lo moldea, lo recorre, pasea su pincel por todo el cuadro. Tal vez en el interior quisiera volver a pintar su historia, su vida. En su mente hay formas, triángulos, grados, sonidos, corrientes artísticas, fechas, datos, viajes, personas... En el interior, él recrea situaciones que sucedieron hace más de diez años. Observa cosas que realmente no están ahí, sino en su mente. Temeroso, se adentra en sus pinturas y ve la vida pasar a través de ellas, a través de sus libros y una televisión que apenas enciende. Ve la vida pasar a través de los ojos de su hermano, quien sale al mundo exterior a trabajar. Es como si fueran la misma persona, como si fuera un ciego. Uno ve el mundo, lo describe y el otro lo traduce, lo interpreta a su manera. ¿Es posible culparlo de historias pasadas?, ¿es posible no quererlo?, ¿es posible no verlo como un niño herido?, ¿es posible entenderlo?


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