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El yugo

Lovesun Cole Costa Rica

Cuando los relojes de la media
noche prodiguen
un tiempo generoso,
iré más lejos que los bogavantes de Ulises.
Jorge Luis Borges

Paralelo de maravillosas realidades, que coexisten
en escasos minutos, al lanzar la esperanza al abismo:
esperando vivir lo imposible, lo inimaginable, y la demencia
de un cuerpo en inminente implosión. La sustitución
de los ojos del mundo bubónico que nos rodea.
Es el espejo más inmaculado, el que nos delata, y nos
arrincona en el callejón sin salida, del cual tampoco
se desea huir; al contrario, ojalá se constriñeran poco a poco

sus paredes, y nos aplastase hasta el tuétano. El dios que nos
expone con su lengua indescifrable, en la tierra donde las agujas
del reloj carecen de toda relevancia. Un muro infinito en medio
de la nada, nos separa del paraíso, posible de atravesar
solo en la muerte temporal, y aun así, se le repudia y aborrece,
con todas las fuerzas que logra albergar nuestra carne.
El don de la vida, que posee el valor de la fortuna misma de estar vivos, por entre las
probabilidades, coincidencias, las casualidades y todas las variaciones que lo conforman,

como las miles de generaciones para nuestro propio natalicio; y la “conjugación
del Sistema” para que pudiésemos conversar en “este momento”— El Aleteo Constante
De La Mariposa—. Ficción, a la que se le añora como a un recuerdo, y se le ama
como tal; aunque sólo se logren rescatar algunas de sus
ramas, que transcurrirán sin previo aviso por el río del día,
y se estancarán entre las piedras de nuestra memoria, ramas
que nos dejarán divagando entre un aparente acertijo
sin sentido —pero la Mariposa continúa aleteando.

La oscura habitación en la que Jörmundgander deja de ser
mitología, para forzar al horror a que descienda por nuestro
dorso. Donde el tiempo pasado retorna, y el porvenir no
se hace esperar. Oh, encarnación de lo poético. Viaje sin
comienzo ni fin. Donde es permitido posarse sobre el Universo,
y con una aguja hilar los astros para trazar la geometría secreta, y tirar del hilo
para crear una onda. Volver a ser niño y tomar la Tierra con tus propias manos,
y en el juego mezclarla con otro magnífico planeta al hacerla colisionar. O tartamudear

nervioso, al dialogar con un familiar ahora fallecido. Reino, donde la noche catapulta
encarnizados y bulliciosos trenes por los cielos, en los cuales podemos caminar
por sus techos sin el temor de caer. Imperio donde solazar con el amigo Fauno,
entre nubes naranjas y rosados bosques mil veces pisados, y aun así,
desconocidos. O descubrirse desolado y solitario por el mundo, vagar por
los arrabales, entre caseríos vacíos; mirar por los ventanales y no hallar
ni el rastro de un insecto, y así, eternamente. Donde se lucha
contra el gigante que llevamos dentro, y al que tratamos de ocultar

—nuestra némesis—, por el que siempre somos derrotados. Hoyo
por el que caer en el delirio, de percibir cucarachas escarbando los litorales
de la piel, con las ansias de asentarse en la boca. Correr
despavoridos, abrir la puerta, y encontrar otra puerta, y otra detrás,
y otra más hasta el hastío. Mientras incontables ojos nos miran
adheridos a las paredes, parpadeando, vigilantes, neutrales, fríos.
Perderse en la ilógica mansión: bajar unas escaleras y llegar
al séptimo piso, subir algunas y emerger en el tercero,

devolverse por las mismas y arribar al primero estando
la morada de cabeza, y llegar por su portal al borde de un precipicio.
O arribar a la isla en la que excavar, y encontrar el anhelado tesoro
de una idea, una música o una revelación. O la fantasía
de contemplar a la Diosa, tan alta, garbosa y esbelta remar la barca
en el lago más sosegado que existe, solo y nada más que contemplar
su divinidad. Divisar legendarios animales, correr por la pradera
para perderse entre los árboles, simbolizando nuestro raciocinio.

—Donde el enemigo lleva el mismo nombre del anfitrión.
Y los rostros se desvanecen uno detrás de otro, mientras
las figuras se deforman y transforman, entre el vórtice
por el que se puede viajar al otro lado de la mágica dimensión.
En donde surcar los cielos montando una gran águila calva,
águila calva que se convierte en kamikaze de mi alegría,
cuando se embala hacia mi barca risueña. Y aparecen las
sombras desesperadas por comerme vivo, obligándome a despertar.


El niño

Sentado en el bordillo de una calle
mira el niño, con ojos decaídos,
lo que él creía que sería un valle,
y no un abismo de sueños prohibidos.

Con una mano sobre el rostro bello,
moviendo está los pies en el cemento,
brazos cansados, y sucio cabello
dejan caer sus mares de lamento.

Al ver que es invisible en los espejos,
que deambulan con un mecanismo,
quebrados, simulando ser reflejos
perfectos, siendo copia de lo mismo.

El niño hambreo, con ajadas ropas,
niño de rotos zapatos, y triste
semblante, no beberá de las copas.
Y si pudiese darte más alpiste,

pájaro de las horas resignadas,
y de dioses ausentes, dime acaso
¿creerás en alegres cuentos de hadas,
o anhelarás la muerte a cada paso?

¡Ay, mi “estirpe” eres tú! ¿Cómo es que reyes
continúan soberbios por el mundo?
En el que bien dependen nuestras leyes,
de sea quien el caballo iracundo.

Y aunque seremos una calavera
un día, noble, ¿será suficiente
porfía, para ondear la bandera
de amor, uniendo por fin a la gente?

Quisiera arar la tierra que te cubre,
mi verde cielo, mi morada Luna
¿de lluvias, quién te cuidará en Octubre,
o probarás un tipo de fortuna?
Y falso niño, ¿dónde está tu escudo?
¿Dónde está tu ¡ay! espada con que bregar?
El niño muerto, vivo, niño mudo,
oh, tampoco jamás podrá escuchar.

Porque no tiene ojos, orejas, boca,
deseos, cuerpo, ni una mente exenta.
Inexistente es todo lo que toca,
inexistente es todo lo que sienta.

¿Cuál belleza posee tu mirada?
¿Tus mares qué tendrán, si me encariño?
¿Qué desolada inocencia, y sagrada,
oh, treinta años atrás tenía el niño?


Ajedrez

El ajedrez es un lago en el que un mosquito
puede bañarse y un elefante ahogarse.
Proverbio indio
Ajedrez I y II. Jorge Luis Borges

En su propia prisión se encerrarán, prisioneros
de su libre albedrío, la obsesión les obliga
a ser el padre Pan detrás de Siringa; ¡intriga
que no cesará ni con dones ni Don Dineros!

Gran Universo donde se templan dos cerebros:
por un mismo objetivo; interpretar a la Tierra,
—llorando los acuso— a los actos de la guerra
que entierran diariamente fructíferos enebros.

Mi gran pasión, mi vicio, que espera al galardón
llamado ser: en negros mares y blancos cielos;
las horas pasan entre menguadas y desvelos,
que nunca confortar han poder mi corazón.

Es espejo que te ¡ay!, castigará los errores,
de la misma manera en que los pena la vida,
otorgándonos fuerza, por la carne abatida;
¡qué evitará mañana pisar las mismas flores!

El Tablero; con su oh, geometría perfecta,
dimensiones filosas, movimientos posibles,
y sueña el marinero en los mares ilegibles
moviendo para atrás, de izquierda a derecha y recta

las piezas (marionetas). Magníficos patrones,
las columnas, casillas, con su gran simetría
en cada partida una incógnita; nueva vía,
que forman este ciclo infinito. Los Peones:

inmolados, los muros en que Tigres renacen.
Caballo Alado; cruel, sutil, y que no controlo.
Alfil; ¡el Ruiseñor de Artemisa y Arco de Apolo!
Torre Cruzada; ataques de dos Marfiles nacen.

La Reina; tan virtuosa, es feroz forzudo Toro.
Y el que nunca vendría de su gran paraíso
si no nos viese fiel —desangrados por el piso—;
El Rey; es un tal Bufón, con una corona de oro.

Avanzan las espadas, avanzan los escudos:
preparándose a en campo de batalla morir
¡por la patria a la que les ha tocado servir,
obedientes abejas, corazones tan mudos!

Forjar en carnavales hambrientos: medio juego,
pensó en sacrificar, poderosa a la Doncella;
a quien al gritar hoce “nunca es amada o bella”,
mientras saltó el dorado Corcel por entre el fuego.

O escalar las columnas y en Dragón transformarse,
las esquinas romper, y con las Cobras letales,
cazar llevando piel de gloriosos animales,
que obligue al retador desahuciado retirarse.

La Estrategia será la regidora en combate.
¡Belleza misma atesto yo, en tu divina mano,
que la belleza de oh, la mortal besando el piano!
Y Táctica reinó al incrustar el jaque mate.

Es una gran tormenta, un desierto, un manantial:
es una verdad, y ¡ay! acertijo, y mentira y engaño;
—contrario de sí mismo—, es golpe que no hace daño.
Un problema, apertura, un desarrollo y un final.

Los adónicos: Carlsen, Capablanca, Fischer,
Lasker, Morphy, Alekhine, Polgár y Kasparov;
Carontes. Y la gran Siciliana Taimanov,
y el Gambito de Dama, y la Española morder.

El Cisne Blanco y el Cisne Negro, que se hoy destrozan
las alas por la gloria del Lago Cristalino:
por la ambición oh, de otra victoria; en el camino
caerán, en la Fosa en la que así se destrozan

el Cisne Blanco y el Cisne Negro; que son los goces
que mueven una gota en un mar interminable,
por otro dios humano, y otro más —inexplicable—
es vaga la ilusión, del vivir en falsas hoces.


Jumb18

Caronte

José Ángel Lizardo


Jumb19

Roberto Bolaño

Luis Ibáñez España


Jumb20

Billie Holiday

Raúl Caballero García


Jumb21

El silencio de la noche

Paulina García González


Jumb22

La poesía de Devalis

Luis Benítez Argentina


Jumb23

Desde el ocaso

Rossi Er Colombia


Jumb24

Eliot y Kar-wai

Danielle Nieves


Jumb25

Canción de cuna

Nari Rico


Jumb26

Lírico y pandémico

Edmundo Andrade