Con las voces que resuenan
como aquellas de las fuentes:
pelip-pelip, plip-plip,
el halcón en primavera atrae
a su querida. Agregando:
itit, klop.
En la lengua de las gotas de lluvia
que escucho mientras la sustancia
en el mar exuberante calla
o sueñan sobre el cerro tres nubes
y la ventisca. Todo un siglo,
sin palabras ante los milagros
que me anuncian, me dan miedo
y me maravillan.
No te enojes porque a menudo digo
—ayúdame, querido.
Salvo a ti, a quién puedo invocar
Mientras en mí el polvo se marchita,
de soledad se estremece.
Los demás se fueron allá adonde
los mandaste; todos esperan tras el
cerro que aparezca el Sol.
Por eso, mientras hay tiempo, ven.
Tú que eres invisible,
y no naces de la angustia.
O la oveja, el caracol detrás de la hoja,
qué viento silba por aquí,
dónde podría haber un hogar para mí.
Delante de este rebaño que piensa
como Adán o Eva.
Salvo Uno, nadie sabe.
Todas las hojas,
toda la hierba
sobre la Tierra
daría
por una paja del cielo.