Se me rasgó tu nombre en una mañana lánguida
aislando mi instinto de tus entrañas.
Me encontré con tintas entre los dedos
manchando líneas en un simple cuaderno.
Esculpí un grito que no llegó a ser tangible
se licuó y rodó bañando mi vista triste
y esta parsimonia excesiva de tus caricias
me lanzó al ángulo opuesto que conforma tu vida.
Abdiqué al imperio de tus besos
por no escuchar un “Te quiero” a tiempo.
Desarraigué a sangre fría lo que mi cuerpo sentía
porque te di mi vida y no la merecías.
Ahora te vislumbro un alma triste
queriendo buscar lo que un día perdiste
pero ya tu nombre fue rasgado
y hoy descansa en los detritus del pasado.
Se va, y se me va la vida.
Se va el que inició su partida.
Terminan las noches, terminan los días
se detiene el tiempo a los polvos de su ida.
Recoge sus cosas, recoge las mías
mis mejores recuerdos, mis penas perdidas
sus brazos tiernos, su boca tibia
se va arrastrando pasiones aún no conocidas.
Noches ardientes de mares y brisas
junto con él se van a escondidas.
Se lleva mis flores con aroma de niña
dejándome espinas que hacen sangrar mis pupilas.
Se va, y se me va la vida.
¿O sería eso lo que mi alma quería?
Se va el que ya no me ama
o el que con un beso se quedaría.
Pero se fue, y se me fue la vida.
Se fue como sombra perdida
así se fue lo que yo quise algún día.
O tal vez, al que quiero todavía.
Hoy me cortaron las alas
con cuchillos verdes que parecían montañas.
Hoy me arrancaron el alma
porque sin mis alas me siento una extraña.
Gotas de sangre mancharon mi cama
eran gotas gruesas que parecían cascadas.
Hoy me quedé triste, llorando mis alas
porque me las cortaron para que no volara.
Sangré... dejé que sangrara
para ver si me iba, para ver si escapaba
porque no quería vivir, porque ya no quería nada
tan sólo quería volar con mis alas.
Pero, ¡que chasco!, me quedé atrapada
me quedé dormida, me quedé manchada
me quedé vacía, me quedé sin alma
porque me la arrancaron al cortar mis alas.
Tú que rozas mis ojos
con cálidos soles de primavera
que prometes con lluvia
apagar mis calderas.
Tú que alzas mi vista lánguida
buscando en tus ojos ahogarme en ella.
No hagamos esperar las llamas
que arden por muestras venas.
Tú que revoloteas mis campos
haciendo temblar mis caderas
que perfumas mis flores
con tu voz de seda.
Tú que provocas mis altas mareas
que embelesas mi sol con tus estrellas.
No hagamos esperar las llamas
que arden por nuestras venas.