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Después

Paulina García González


Desperté hoy. Abrí los ojos y vi el sol. Recordé una tarde del 2007 cuando intenté dejar de existir. ¿Qué era existir para mí en ese entonces? Nada; existir era nada. No conocía el significado de la nada, ni de la vida. Era una vida triste, era una tarde triste en donde no me atreví a desaparecer, aunque lo deseara.

Esos fantasmas de antaño regresan. Vuelven a pesar de que han transcurrido más de diez años. Pero ahora no quiero desaparecer, al contrario, quiero permanecer. Los años me han dado una especie de madurez en donde busco dejar un legado en un mundo podrido y olvidado.

Y siento que hago poco, leo poco, charlo poco de cosas importantes. Me gustaría hacer más, pero ¿más qué? A veces el mundo es un cúmulo de egos, de poderes y sometimiento en donde ejercer el poder sobre el otro es supuestamente ser feliz.

Creo que yo hago eso también. Ejerzo poder en mi profesión ¿y para qué? Para que aun así los niños no aprendan nada que les quite la venda de los ojos, nada que los haga felices. Son pequeños robotitos aprendiendo a temprana edad la vorágine del mundo. ¿Es que es así? ¿O es un día triste y pesimista?

Me gustaría ser madre. Pero, ¿viviré cuidando a mis hijos del mundo? ¿Pensando que tal vez un día ellos podrán ser tan infelices como lo fui de niña, que llorarán solos en un rincón de la casa vacía, sin muebles, sin nadie, sin vida? Lo pienso y se me remueve el corazón del pecho. Me invade una intranquilidad y una desesperanza eterna.

Me aterra que haya historias que se repitan. Me aterra que un niño de mi sangre sufra, que brote siquiera una lágrima de su rostro. Que conozca a corta edad lo ingrata que es la vida. Tener lo que no se quiere y querer lo que no se tiene.

Pido en mis oraciones a Dios: ¿Dios, existes? ¿Dios, estás ahí? ¿Por qué esta calamidad del mundo, de las personas, de las almas, de la vida humana? Y la mayoría de las personas hacemos como que no pasa nada. Así es el mundo y ya. Podrido y hediondo, violento y falso.

No lo sé. No sé nada. Tal vez es un día reflexivo de febrero en donde me encuentro turbadamente escribiendo y recordando cosas que han de olvidarse, como siempre, después.


Jumb30

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