Carlos Ramón Villaseñor Arriola, considerado como el último pintor académico, nació en Ameca, Jalisco, en 1849. Murió en Guadalajara, Jalisco, en 1920.
Para conocer y entender la obra de Villaseñor, hay que situarse en el contexto de la Guadalajara de finales del siglo XIX: los personajes se trasladaban a caballo o en carruajes tirados por equinos. Las calles de la pequeña ciudad son polvorientas y lodosas. La Universidad abre y cierra intermitentemente. Los óleos, filosofías y religión provienen de Europa. La gente joven puede morir en epidemias diversas (como los padres del pintor). El país sufre invasiones extranjeras, guerras civiles y pierde por una de las primeras la mitad del territorio. Las camisas suele hacerlas la esposa, y si usted es viudo, como el pintor, no se quitará el saco cuando su vieja ropa esté rasgada. Los temas políticos, religiosos y sexuales limitan la libertad de expresión. Los que leen y escriben son privilegiados y se les respeta y asegura un trabajo remunerado. La luz artificial más usada es la del quinqué. Hay pocas letrinas y se defeca en cuclillas. Con lo anteriormente expuesto se vislumbra un mundo aislado, primitivo y con escasos recursos. En este contexto Carlos Villaseñor se desempeñó como uno de los retratistas más solicitados por tapatíos pudientes, así como uno de los pintores de temas religiosos y de bodegones más reconocidos en el incipiente siglo XX.
Sin embargo y pese a todo, Villaseñor ha trascendido su contexto histórico debido a que a casi 100 años de su muerte una buena parte de su obra se encuentra localizable debido al particular interés de sus descendientes. Este acervo está compuesto de óleos en pequeño, mediano y gran formato, así como numerosos dibujos. Este patrimonio ha tenido que enfrentar condiciones inapropiadas o adversas que paulatinamente lo han deteriorado. En los años recientes, las familias Villaseñor han manifestado interés para que la obra sea restaurada y disfrutada por nuevas generaciones y que genere información de estudio en diferentes campos como el arte, lo religioso, nutrición, agronomía, pesca, sociología, actividad cinegética, etc. Sin embargo, las acciones encaminadas a la creación de un museo dedicado a la pintura académica jalisciense no han prosperado y el riesgo de dispersión y pérdida de la obra es latente debido al desconocimiento sobre la obra del pintor entre las nuevas generaciones de la era digital.
Por todo lo anterior, y con el fin de articular un proceso de significación actualizada, el doctor Álvaro Gutiérrez Villaseñor se ha dado a la tarea de incursionar en el mundo digital a través de la creación de un museo virtual y así presentar la obra, enfatizando cualidades para dirigirlo a diversos públicos.
Esta implantación digital tiene como base un museo virtual adaptativo, la cual y a diferencia de otros museos virtuales que normalmente se centran en un catálogo general de la obra, pretende adaptarse a muchas lógicas con un propósito didáctico; es decir, enseñar al público a mirar la obra resaltando el valor estético. En el caso de los artistas plásticos como Villaseñor se pretende resaltar su valor técnico; y, por otra parte, para los investigadores de diversas disciplinas será una opción para conocer el contexto histórico y social de los jaliscienses de aquella época al descubrir a este autor.
Desde hace 5 años he tenido la oportunidad de acompañar a los descendientes del pintor en algunas etapas de conceptualización y diseño del museo virtual. Considero que la labor de preservación y gestión del patrimonio de la obra de Carlos Villaseñor es una experiencia relevante en la gestión cultural del estado de Jalisco, puesto que ha involucrado a cuatro generaciones en diferentes momentos de las políticas de conservación del patrimonio.
En breve se dará a conocer el sitio del museo. Este trabajo ha implicado la colaboración transversal de diversas profesiones y condiciones: descendientes del pintor, expertos en arte, investigadores, restauradores, museógrafos, diseñadores gráficos, programadores de software, gestores culturales, abogados, etc.
A partir de un trabajo documental previo y como primera parte del proceso, se elaboró un video en el que se hizo un acopio de material que forma parte del trabajo de gestión:
Luego de esta experiencia considero que el uso del ciberespacio nos permite establecer puentes comunicantes entre las distintas etapas históricas y de producción artística de nuestra ciudad. Cabe señalar que el mismo Villaseñor reconoció que la incursión de la fotografía en la ciudad desplazó su labor como retratista, sin embargo, en el siglo XXI la tecnología digital abre la posibilidad de preservar, difundir y reconocer al último pintor académico y probablemente el primero en incursionar en la era digital. Esperemos que así sea. Ahora toca esperar la liberación de este nuevo espacio virtual.