A las 3:33 de la tarde ingresas a la sucursal bancaria, con el temor de no llegar a tiempo y escuchar a la señorita de la sonrisa y el inmaculado uniforme recitar: “Lo siento, la sucursal ha cerrado. Favor de pasar mañana a partir de las 9. Gracias”. Pero ya estás adentro. Ya estabas ahí, amagando con tu profunda mirada al que tuviera el valor de mirarte a los ojos. Te detuviste conmigo, desarmando y golpeando mi corazón. Nunca supe si corría peligro. Con saña lanzaste un grito amenazándonos de muerte, sacaste la pistola y apuntando a la cajera pediste todo el dinero. Al salir nuevamente dispara una fulminante mirada a tus ojos; se vuelve, te sujeta del brazo. Intentas resistir, pero nada puedes hacer. La policía ya los espera. Un disparo dio directo en mi corazón. Corrimos y abordamos un auto. Creí estar herida, pero eras tú el lesionado; sentía cómo corría tu sangre por mi pecho, y de mi boca salía tu último suspiro, mi vista se hacía borrosa, en mi mente veía tus recuerdos y poco a poco se apagaban. Mi asaltante, mi agresor, mi amante, al huir de mi amor, murió.
De mis labios cae
la lluvia
ahoga tus silencios
ríos de palabras vacías
Tú
nieve en el camino
Yo
camino sin retorno
Inviernos
camino de desolación
Tu piel
desierto
soledad
Vestida del soleado sur
la medida precisa del tango
compás musical
Hilvano
mi mar de vidas
con hilos de angustia
zozobra y tristeza
Luciérnagas
llaman
tus luces divinas
Miradas del bosque
gritan su temor
de perderte
desolación