Nosotros guardaremos fidelidad
a menos que el cielo caiga y nos aplaste
o que la tierra se abra y nos trague
o que el mar se eleve y nos sumerja.
Un círculo en el bosque,
una piedra y el crepúsculo.
Vi el santuario.
Vi el misterio formulado en el follaje.
Vi el caldero que unge las espadas.
Vi a los héroes proyectados por la luna
(De azul, se pintarán de azul.)
Erudición guerrera,
que es mandato de los dioses.
(No escribirán: la magia no se escribe.)
En la unidad mística del trébol,
tres grullas,
tres ríos,
tres aullidos.
Cantan,
y su canto brama;
vocalizan conjuros y victorias.
Brama el bosque en la neblina.
Ríen,
y sus dientes de mora
intimidan a elfos y a fantasmas.
Crujen los ojos, las quijadas.
Danzan,
desnudos y azules,
y en la danza más temible
fulguran las espadas, azules y desnudas.
Cantan, ríen, danzan:
convocan a los dioses
y el viento derrota al enemigo.
Hacia el ocaso
las hadas encienden sortilegios
y liberan espíritus antiguos
ocultos en las piedras.
El viejo roble,
morada de los dioses,
es el santuario que hechiza
la palabra del druida:
por cada letra, un árbol;
cada batalla, un mito.
Hogueras prodigiosas
celebran el triunfo de la tribu.
Rugen vibraciones.
Los ojos, bizarros, centellean.