Lamentablemente, el domingo 26 de enero de 2014 México perdió a uno de sus escritores más queridos y respetados: el Maestro José Emilio Pacheco, quien murió a los 74 años de edad, a causa de un paro cardiorrespiratorio. O como dijera el escritor Adolfo Castañón: “El árbol de la poesía pierde una de sus ramas más poderosas”.
José Emilio Pacheco, quien naciera en la Ciudad de México en 1939, fue poeta, narrador, ensayista y traductor; su cultura literaria y sensibilidad poética lo hicieron acreedor a innumerables premios, entre los que destacan: Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2004), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009), Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes (2009).
Mi primer contacto con la obra de Pacheco fue en los años de mi adolescencia y aún cursaba la secundaria (allá por 1981), cuando escuché su poema “Alta traición” cantado y musicalizado por Óscar Chávez. Después, me fui adentrando poco a poco en su poesía y leí Los elementos de la noche, El reposo del fuego, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, Islas a la deriva. Y fue en esa época cuando comencé a escribir poesía.
Cuando entré a la preparatoria (en 1983), leí su novela corta Las batallas en el desierto. Y en 1987 (el mismo año en que ingresé a la Facultad de Letras de la Universidad de Guadalajara), se estrenó la película Mariana, Mariana, adaptación de la novela, dirigida por Alberto Isaac y adaptada por Vicente Leñero. Durante la carrera leí Morirás lejos, novela; y El principio del placer, relatos. Y en esos años escribí mis primeros cuentos.
En 1992, cuando ya estaba cursando el penúltimo semestre de Letras, el cuarteto Café Tacuba inmortalizó Las batallas en el desierto a través de su canción “Las batallas”, incluida en el álbum debut de la agrupación, con la cual acercaron a miles de jóvenes a la obra de Pacheco.
En diciembre de 2008 tuve la fortuna de conocerlo en persona, cuando la Feria Internacional del Libro de Guadalajara le hizo un homenaje a través del evento “Mil jóvenes con José Emilio Pacheco”, donde el autor conversó con estudiantes de preparatoria, sesión que resultó memorable. Me impactaron su amabilidad y su sencillez, humildad que solo tienen los grandes. Sin duda, Pacheco es uno de los escritores que despertó en mí el gusto por la literatura mexicana (otros de ellos fueron Juan Rulfo, Juan José Arreola y Jaime Sabines, por mencionar solo a algunos).
Las hojas de papel nunca bastarán para expresar lo que sentimos, sin embargo, a continuación te comparto un poema (“Plegaria”) que escribí pensando en José Emilio Pacheco, a manera de homenaje y agradecimiento por todo lo que aprendí de él. De hecho, él fue uno de los escritores que influyeron en mí para que me haya decidido a estudiar la carrera de Letras. Vaya un abrazo solidario y fraternal a toda su familia y un “hasta luego” para el Maestro.
Tú,
Madre generosa,
que hace nacer la vida.
Tú,
la que se evapora en los océanos:
óyeme.
Tú,
regazo del viento,
que eres nube,
y te derramas convertida en lluvia:
escúchame.
Tú,
la que duerme congelada
en las montañas
y corre por la tierra
convertida en río:
atiéndeme.
Tú,
que eres árbol y colmena;
que estás dentro de mis ojos
y fluyes por mis venas,
vuélvete mortaja:
acógelo.
Tú,
la que posa su humedad vibrante
en mis labios entreabiertos;
la que amorosa conjura mi sed:
ampáralo.
Tú,
la que recorre palpitantes pieles
y reconoces como tuyas:
ten piedad de él.
Tú,
la que quitas el pecado:
redímelo.
Tú,
la que en sus brazos lo arropa
y lo sostiene;
destierra los temores de su piel
cicatrizada de caricias:
ruega por él.
Tú,
la que entre relámpagos y tormentas,
provoca espasmos de universo:
apiádate de él.
Tú,
la que desprende sus aromas
fecundando el mundo
y sus callados apetitos:
úngelo.
Desliza tu líquido sopor
por su cuerpo yerto:
envuélvelo,
llénalo,
sácialo.
A oscuras,
crea un maridaje de alientos
y un soplo de incendios
que ilumine sus resquicios:
lávalo,
purifícalo,
absuélvelo.
En la inmensidad del silencio
que es la muerte,
impregna sus entrañas:
ten piedad de él.
Albérgalo,
cobíjalo,
protégelo,
perdónalo.
* Originalmente, escribí este texto para la Sección Letras de Agua de la revista Agua y saneamiento (www.aguaysaneamiento.com), edición 52 correspondiente a los meses de enero-febrero de 2014; es decir, la revista apareció poco después del fallecimiento de José Emilio Pacheco, aunque por detalles técnicos finalmente el poema no se publicó, así que lo guardé en un cajón esperando que tuviera una nueva oportunidad para emerger, la cual se ha presentado ahora, en el tercer aniversario luctuoso del Maestro. Agua y Saneamiento es una revista especializada en el tema del agua potable y el saneamiento de las aguas residuales y sus lectores son personas que trabajan en los organismos operadores y empresas del sector, por eso todas las metáforas de la “Plegaria” son referencias al agua; es decir, el poema se refiere a que el fallecido ha sido sepultado en el agua, no en la tierra.