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El barrio y la bohemia en la poesía de Juan Antonio Cervantes

José Antonio Neri Tello



I

La poesía de una región está dotada de ejemplos de autores que alcanzan una relevancia nacional, en cualquier parte encontramos autores premiados, becados, pertenecientes al Sistema Nacional de Creadores, y un largo etcétera. Sin embargo, al margen de los discursos dominantes, existen poetas que han hecho de la marginalidad una trayectoria interesante y que difícilmente encontramos en los anales, publicaciones y discursos oficiales. La existencia y el trabajo de estos poetas nos permite encontrar nuevas y frescas visiones que nos revelan propuestas interesantes y válidas al margen de los discursos hegemónicos que se reproducen desde las secretarías de cultura o de las universidades.

Existen, a lo largo y ancho del país, una infinidad de talleres, lecturas, encuentros, festivales, slam, presentaciones que dan registro y testimonio de que la poesía no siempre está encapsulada en las páginas de libros y revistas, sino que en la lectura en voz alta, performance o proyectos alternos a la página en blanco encuentran un canal de difusión, que se ha potencializado con el uso de las redes, los video-poemas, los podcast, las trasmisiones en vivo y tik toks. La pandemia nos mostró que los canales se adecuan al momento histórico y las circunstancias de un contexto determinado.

Cuando era joven me maravillaron los performance de Adriana Leal, Judith Satán, Sara Raca, los slam de poesía de Diego Villaseñor y Cecilia Magaña, los box poéticos que organizaba Mauricio Ramírez y que anteriormente había organizado Raúl Ramírez, incluso presencié, de manera involuntaria pero con mucha fortuna, recitales de Lalo Quimixto en los camiones urbanos en la ciudad.

Portada

El presente ensayo forma parte del libro Sobre una rama, publicado por Keli Ediciones

En aquella época era parte de una nueva camada de jóvenes poetas que nos tocó comenzar con el nuevo milenio. Y en aquella época aún teníamos reminiscencias de lo que fue el movimiento poético y cultura que se había manifestado en la década del noventa. Nosotros también decidimos levantar la mano para expresar nuestras visiones, inquietudes, y en un afán de unirnos al trabajo poético que hacían los poetas en Jalisco, nos propusimos organizar lecturas en el café Epicúreos, en los que convivirían autores emergentes, con voces ya conformadas y poetas con trayectoria. Nuestro afán era aprender de todos. Buscábamos el aprendizaje y al mismo tiempo levantar la mano para mostrarle al mundo que existíamos.

Aquellas tertulias y lecturas de café conformaron el contexto donde surgió la figura de Juan Antonio Cervantes.

La ciudad, la bohemia y el artista conforman una triada difícil de romper, por lo menos aquí en Guadalajara. Las viejas cantinas, los antiguos cafés guardan en su memoria las extensas y variadas charlas, lecturas y tertulias que han protagonizado un sinfín de escritores, creadores, artistas e intelectuales en Jalisco. Y muchos de ellos han sido testigos del sentido que recobra la cultura en la ciudad. Son los espacios que, al margen de las academias y de los recintos oficiales dedicados a la cultura, le dan sentido a la actividad cultural. Es en esta premisa que el trabajo de Juan Antonio Cervantes adquiere importancia y relevancia, como una de esas voces que escapan de los discursos hegemónicos, en los que se recrea y configura la identidad poética afines a las instituciones oficiales y la academia.

Su desarrollo no se ha limitado a las publicaciones en revistas, ni le ha correspondido participar en el trabajo editorial del estado. Su producción impresa es muy escasa, se difunde a través de poemas sueltos, de mano en mano, apariciones en revistas, menciones en algunas antologías y una plaquette que en alguna ocasión publicó en el viaje. Sin embargo su vigencia y el interés ha estado ligado a los poemas que ha compartido a través de múltiples lecturas, participaciones en charlas, encuentros en bares, cafés y centros culturales de esta ciudad.


II

En los años setenta, a pesar de que el horizonte vislumbraba una ciudad en progreso, los barrios aún conservaban un aire pueblerino y conservador. Es en el último día del año 1973 que llega al mundo Juan Antonio, en el barrio del Santuario y como él lo dice en Poesía viva de Jalisco, en el colegio le enseñaron a sumar y a rezar en voz alta, pero también que existe una buena vida de pecado.

En los años setenta el Santuario vive entre la devoción de los fieles a la virgen de Guadalupe y las ideologías marxistas, que también ya se habían impregnado en las colonias San Andrés y el Fresno, años en los que se manifestaría el movimiento social de la Liga 23 de Septiembre y los terribles años de la FEG y su impunidad.

Ese es el contexto en el que nace y crece Juan Antonio, en el seno de una familia de clase baja, cuyo sustento principal es una botica y que va a impregnar la conciencia de clase que está manifiesta en sus poemas, pero su intención no es el discurso de la lucha de clase, sino que muestra y sublima al personaje en su diario acontecer en al barrio, y que vive en una violencia y exclusión sistemáticas que ya no asombran, porque han sido asimilados bastante bien, porque forman parte de la cotidianeidad.

Y si esa realidad ya no asombra, entonces en los detalles, en la mirada con lupa de los pequeños momentos, se revela la belleza en la podredumbre humana. Y es allí, en lo cotidiano de las familias del barrio, donde su poesía se convierte en un respiro y un asomo que nos revela que todos estamos vivos.

A este camión nos subimos los subordinados
los que nos peinamos cada mañana ante el espejo irrepetible
los que creemos en el tiempo como un hacha en las manos del verdugo
los que elegimos, como un pétalo de angustia: una casa,
una mujer, un hijo; el cuerpo avejentado
de una cuenta impaga.

A este camión nos subimos los subordinados
los que creemos cada quincena
en la total puntualidad de los violines,
los que creemos, forzosamente,
en el desamor de algunas fábricas, de algunos bancos,
de algunas oficinas puramente tristes; los que creemos
en el alocado desamor de un sueldo mínimo

La existencia de los otros nos define y nos moldea, cada personaje del barrio, de la familia no sólo son importantes, sino que son extensiones de nuestra propia identidad. Es por eso que a los cercanos se le eterniza y con ellos logra trascender el tiempo para evitar que el polvo, en el que se convierte el cuerpo después de transformar la vida, logre borrar la memoria colectiva y familiar, lo que se renombra finca la memoria y la apresa para darle sentido.

La vida es dura, la vida es frágil, la vida es una lima verde.
¿Qué nombre dijeron?
¿Dijeron dolor pesar con apellido de quién, con aire de dónde?
Con rapidez del corazón, con lentitud del corazón
ándate con cuidado corazón que te me caes
agárrate fuerte de mi aire, de nuestro aire,
del aire espeso de mayo del duro y flexible
abanico de los días. Agárrate noche
a la mano de otro día y a la mano de otra tarde

Este es su trotar por la ciudad, transitar por las calles de la infancia, donde el barrio nos une, y al hacerlo, convierte el espacio en un barrio universal, estas calles son las mismas en otras ciudades, otras latitudes, y por eso nos identificamos.

A esta calle la quiero, con toda mi niñez
y con todas las tardes de sus juegos.
Ya a esta edad, en que los viejos muros han caído
dejando solo al sol en el espacio de sus puertas.
La quiero por haberme enamorado
y por haberme dejado enamorar
bajo los balcones de su falda
donde siempre el arco de su leve luz
iluminaba el beso húmedo y callado.

La poesía de Juan Antonio Cervantes retoma la tradición latinoamericana de Pablo de Rokha, de Eugenio Montejo, de César Vallejo para crear sus contracantos y dialogar.


Jumb22

Te celebro y te canto

Carlos Prospero


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Rock en vivo

Ramón Valle Muñoz


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Quinto círculo

Miguel Reinoso


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Sílaba tónica y acentos

Luis Rico Chávez


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Cartas de un tarot desleído

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Destino 6

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Apatía estudiantil

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