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Crónicas sueltas
Cría cuervos y te dirán que son sabios

José Ángel Lizardo Carrillo


Esta vez vengo en plan negro: hoy vengo con el propósito de abogar por la familia de los córvidos.

Para algunos el cuervo es un pájaro de mal agüero porque su color es opuesto a lo blanco. Lo discriminan porque es omnívoro. Pero el hombre también es omnívoro, y hasta llega a ser perverso: se alimenta de su prójimo.

Ese espécimen alígero, cuyo plumaje despide reflejos metálicos azulados, está dotado de una asombrosa inteligencia que trae consigo de generación en generación desde el cuarto día del Génesis. Se manifiesta en su hábitat con una pluralidad de voces. Es capaz de imitar el sonido que emiten las cuerdas vocales humanas.

En Austin, Texas, se desarrolló un estudio que concluía cómo el cuervo podía identificar con el pico el número de una casa sin equivocarse, como si fuera un agente de censo poblacional que se sabe de memoria el mapa de domicilios.

Gracias a su conocimiento territorial, que le permite sobrevivir en los medios más adversos, ha conquistado casi todos los biotopos imaginables. Se le puede encontrar tanto en los helados paredones del gran norte como en los bosques y las llanuras e incluso en los cantiles del desierto.

Son notables albañiles, construyen confortables nidos de barro y madera en riscos inaccesibles o grandes árboles, que tapizan minuciosamente con lana, trapos viejos y otros materiales.

Por lo que respecta a la búsqueda de su dieta alimenticia es frecuente ver a la pareja de córvidos que, en vuelo rasante, caza a una cría de liebre o un ave herida de buen tamaño. Durante los días de primavera puede vérseles montando guardia sin descanso, ya sea para descubrir nidos o robar huevos o polluelos. En las costas, estos pájaros renegridos se transforman en hábiles mariscadores. Están tan adiestrados que compiten abiertamente con las gaviotas. También comen semillas, bayas, frutos y bulbos.

Cuando alguien de su comunidad ha fallecido sienten la muerte. Allí están durante horas emitiendo un particular sonido en el funeral.

Son solidarios con otros animales. Se han detectado colonias de cuervos que le mensajean al lobo el lugar donde se encuentra la presa mediante un aullido que han plagiado a los mamíferos de esa especie.

Existe la creencia popular de que si ves o sueñas un cuervo, o escuchas su graznido, es señal de una fatalidad; eso es totalmente falso. Tampoco des crédito a la versión de la gente de que si esa ave sobrevuela una casa traerá mala suerte a sus moradores: el hombre es presa de sus miedos y con ellos ha creado sus propias premoniciones.

Ese paseriforme, por si no lo saben, posee un estatus mítico en la cultura griega y egipcia, según el cual es mediador entre la vida y la muerte.

El cuervo es un heraldo de poderosos secretos. Es un mensajero. Su principal ocupación consiste en guardar y comunicar profundos misterios. Es un sabio, y está vinculado al poder mental.

Los celtas siempre han visto al cuervo como un símbolo de buen augurio. En la mitología nórdica un par de córvidos, uno de nombre Hugin y el otro denominado Munin, se presenta asociado al dios Odín. Se dice que ambos paseriformes eran enviados al alba, por esa deidad, para que fueran a recoger información de los reinos del hombre. Hugin y Munin regresaban por la tarde y se posaban sobre los hombros de Odín susurrándole al oído todas las noticias del día. (Así lo expresa Card Emil Doepler en su ilustración de 1882: Hugin, que simboliza el pensamiento y Munin la memoria, aparecen posados sobre el dios de la sabiduría, la guerra y la muerte).

Yo, al igual que Odín, he adoptado a un par de cuervos. Cada día, antes de que despunte la aurora, los envío para que recolecten toda información codificada de mis enemigos. Ellos hacen su trabajo, vuelven a la hora del crepúsculo y me platican al oído todo lo que vieron y escucharon.

Yo, cuando haya emprendido el último viaje, me encontraré con ellos que vienen de regreso. Con la fidelidad de siempre ellos se dejarán retratar en mis hombros y me contarán todo cuanto vieron y oyeron acerca del más allá.

El forense, al hacer la autopsia, quedará estupefacto, pues no estaré del todo muerto. En mi cuerpo estarán posados, a uno y otro lado, el pensamiento y la memoria.

Y puede que hasta escuche recitar —a los dos córvidos que yo crie— las dieciocho estrofas del poema El cuervo, de Edgar Allan Poe.


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