La ilusión por publicar un poemario es la misma sensación de querer el primer beso. Había leído a los poetas de la vanguardia nicaragüense e imitado un poco el regionalismo. Dieciocho años era momento oportuno hacia una publicación seria, y no es que el primer intento de libro no lo fuera. Luego de escribir sobre lo cotidiano, estaba listo para para buscar la editorial. Nicaragua no es uno de eso países donde haya muchas oportunidades para publicar. Fue más fácil prenderles fuego a los manuscritos… Maldita psiquis fue el nombre del poemario abortado. La Prensa publicó un artículo que nunca encontró lector.
Cada acto cultural en el Instituto Nacional Josefa Toledo de Aguerrí fue para mí como lo sería el escenario para un cantante de rock. Luego de mis mejores rimas y métricas a la patria, a la amistad, al amor, venía el final: tirar una rosa príncipe negro a la concurrencia. A veces la realidad te hace bromas, pero anoche soñé con mil rosas de príncipe negro cayendo a mi alrededor.
—Neruda, Bécquer y Darío fueron por excelencia mis poetas favoritos. Me aferré hasta el último momento a sus libros. Fue antes de que la poesía contemporánea gritara en mis oídos. Por eso, esta mañana decido abandonar la poesía —dijo para sí el poeta. Mientras, recordó que los mejores premios se guardan para los perseverantes, entonces buscó un trozo de papel y escribió para el futuro.
Hay personas que ya nacen tristes. Personas que nunca leyeron a Shakespeare, pero interpretan el teatro de la vida. Luego del sepelio de Alexa, luego del llanto, de los pésames, de la lluvia de flores en el cementerio, bajo la soledad de aquella tarde de invierno, la última flor cayó acompañada de una lágrima. Sebastián nunca comprendió aquel amor triste.