Logo

¿Dónde están los estudiantes?

Luis Rico Chávez | Claudia Verónica Villanueva Guevara
Verónica Patricia Fernández Serrano


Aunque el tiempo nos ha distanciado del vapuleo anímico y material que representó la pandemia, en el ámbito educativo los profesores seguimos padeciendo sus secuelas. Cada semestre terminamos hastiados, fatigados, con la paciencia al límite al considerar el proceso que cerramos, y del cual la última evidencia son las listas de asistencia y la hoja de calificaciones.

Al principio, luego de retomar las clases presenciales (en aquel entonces en modalidad híbrida) nos parecían normales e incluso esperables los niveles de ausentismo, la apatía e incluso la incapacidad de realizar en el aula las tareas más simples.

Ante este desolador panorama, las autoridades nos exhortaban a ser tolerantes con los estudiantes, y a brindarles todas las facilidades con el fin de evitar rezagos, reprobación y, desde luego, incentivar su tránsito para que pudieran concluir el bachillerato. La propia universidad creó el “Programa para la recuperación de trayectoria escolar del nivel medio superior” con el propósito, entre otros, de abatir la deserción escolar.

En qué medida, cabría preguntarnos, continuamos conectados con esta frecuencia. ¿Lo anterior no se habrá convertido en un lastre que nos mantiene estancados y quizá hasta nos lleve a hundirnos en un vacío en el que la esencia de la educación se ha extraviado? Los maestros seguimos esperando el momento en que, como en el pasado, aunque sea a regañadientes y arrastrándolos con grúa avanzaban los estudiantes por la senda del conocimiento, con un mínimo de respeto y unas pocas ganas de trabajar. En estos momentos aun esa pizca de responsabilidad se ha evaporado.

Como muestra presentamos a continuación, en primer lugar, el porcentaje de asistencia de estudiantes de primero y de sexto semestre (de cinco y de dos grupos, respectivamente);* enseguida, fijaremos nuestra atención en las calificaciones, considerando la generosidad de los docentes derivada del exhorto ya mencionado de las autoridades universitarias. Véase la siguiente tabla:

1

Las asistencias

Los porcentajes indicados obedecen a la lógica de la Ley Orgánica de la Universidad de Guadalajara (en particular lo establecido en el Reglamento general de evaluación y promoción de alumnos). El mínimo de asistencias para tener derecho a recibir una calificación en ordinario es del 80%; para calificación en extraordinario se solicita al menos el 65%. Por tanto, quienes se ubican en el rango de 0-64 automáticamente están reprobados, pero para repetir (volver a cursar) esa materia. Añadimos los rangos de 0 (cero) y 100 para subrayar el detalle del ausentismo, así como el bajo número de alumnos que asistieron a la totalidad de las clases del curso.

Como se aprecia en las gráficas, el porcentaje de estudiantes que asistieron a la totalidad de las clases es por demás reducido; en uno de los grupos apenas rebasa el 10%. Ninguno se acerca a la tercera parte. Los grupos de sexto aparentemente, sin duda por encontrarse ya a un paso de su ingreso a la facultad, demuestran mayor responsabilidad en este sentido. Ello obedece, consideramos, a que ya se resignaron a las clases presenciales y han escarmentado en los problemas que implica el ausentismo escolar.

2

En este sentido quisiéramos compartir una experiencia que ejemplifica el sentir de los bachilleres que comienzan su andar en la preparatoria. Dos jóvenes conversaban sobre el final del semestre, y lo que les esperaba respecto de sus calificaciones: uno de ellos mostraba preocupación en este sentido y su compañero, para tranquilizarlo, le dijo: “Los maestros no nos pueden reprobar”. Esta percepción afecta sobre todo a los profesores de primer semestre, quienes se ven obligados a demostrarles a sus pupilos que el pase de las asignaturas no se da de manera automática. Aun así, padecemos el engorro de una y otra vez recibir peticiones por parte de los alumnos en el sentido de que les pongamos calificación nada más porque ellos lo solicitan.

Si, por una parte, resulta preocupante el hecho de que pocos estudiantes cumplen su responsabilidad de asistir a clases, con mayor razón se deben encender los focos rojos por las notables ausencias. Observemos, en la siguiente gráfica, que en dos grupos el total de alumnos que nunca asistieron a clases rebasa el 25%. En el resto (exceptuando los de sexto) este porcentaje, aunque inferior, debería ser motivo de preocupación para las autoridades. ¿Qué causas socioeconómicas, emocionales o de cualquier otra índole orillan a los estudiantes a esta situación? ¿Cómo influyen los padres, los docentes, las condiciones institucionales y de la comunidad en este sentido?

3

Porque, como ya mencionamos, el detalle de las ausencias a clases impacta, de acuerdo con el Reglamento general de evaluación y promoción de alumnos, en la calificación final del estudiante. Desde luego, tras esta normatividad existe una lógica de sentido común. Los docentes, con bastante frecuencia, nos enfrentamos a situaciones como la siguiente: solicitamos a los estudiantes la entrega de una tarea o los apuntes de una clase previa. Cuando uno de ellos se acerca y nos muestra algo que no solicitamos, al preguntarle al respecto su respuesta invariable es la siguiente: “Como no vine a la clase anterior, mi compañero me dijo…” En otras palabras, si el compañero que estuvo presente no entendió bien, no puso la adecuada atención (o el maestro no se explicó adecuadamente), al informar a ese muchacho ausente lo hará en malos términos, con el resultado de un teléfono descompuesto que puede dispararse en un sinnúmero de situaciones pero no en aquella donde el conocimiento se alcance siquiera en un nivel aceptable.

4

Volvamos a la cuestión de la manera como las faltas a clases afectan la calificación final de los estudiantes, insistimos, siempre de acuerdo con lo establecido por el reglamento señalado.

Al observar el porcentaje de alumnos que no llegaron al 65% de asistencias descubrimos que en dos de los grupos se rebasa la mitad del total de estudiantes registrados. En el resto (exceptuando, de nuevo, a los grupos de sexto) los afectados por esta situación siempre es superior a la tercera parte.

Al considerar estos datos con los presentados previamente no podemos menos que deplorar tanto el escaso interés de los estudiantes por asistir a clases como su indiferencia ante el detalle de que este ausentismo —al margen del que debería ser su principal interés al asistir a la escuela: aprender, la adquisición de conocimientos, actitudes y valores— impacta directamente en su calificación y deriva no sólo en reprobar una asignatura, sino incluso en quedar retenidos y no poder avanzar al siguiente nivel en el bachillerato.


Las calificaciones

Ante panorama tan desolador, los profesores debemos buscar algún medio para apoyar —atendiendo además el multicitado exhorto de nuestras autoridades— a estudiantes que, de una u otra manera, cumplieron en otros rubros. De esta manera, a partir del encuadre presentado al inicio del curso, se revisan los trabajos, tareas y el resto de actividades presentados por los bachilleres para ver si hay manera de que rescaten algún puntito que los lleve del 59 al 60 de calificación, puntaje mínimo para acreditar la asignatura. Entonces ¡oh, fortuna!, he aquí los resultados finales:

5

Esperemos que nuestros desocupados lectores confíen en nuestra palabra si les aseguramos que, previo a la pandemia, el porcentaje de reprobados era menor. Y que incluso aquellos que alcanzaban calificación en ordinario era mayor. De nuevo llamamos su atención sobre esos dos grupos en los que menos del 50% obtuvo la calificación en periodo normal (ordinario). De igual forma consideremos (para mal) que el porcentaje en este sentido no es para nada positivo.

Observemos la última tabla que presentamos a continuación. Poco alentador el número total de acreditados. De nuevo apelamos a la buena fe de nuestros lectores: crean si les decimos que, con respecto a semestres previos (a la pandemia, insistimos), el puntaje también sufrió un drástico descenso; abundaron los 60 (sesenta) de calificación porque muchos de los alumnos aprobados apenas demostraron lo mínimo para ser acreedores a ello.

6

La pregunta que encabeza esta reflexión pretende llamar la atención sobre el hecho de que un elevado porcentaje de estudiantes nunca asistió a clases, y gran parte de ellos apenas si asomó las narices al salón. Muchos de ellos hicieron acto de presencia hasta el final de semestre para interrogar al docente sobre lo que podían hacer para acreditar la materia. A estas alturas, nada, respondíamos sin ambages.

Es obvio cómo impacta este ausentismo no ya en la calificación, sino en aquellos conocimientos, actitudes y valores que se supone deben asimilar y aplicar en su vida los estudiantes. Por todo ello, vale la pena que los implicados en el fenómeno educativo nos replanteemos desde qué perspectiva pensamos nuestro quehacer. ¿Cuál es la finalidad de la educación, sus prioridades? ¿Cumplimos con nuestras responsabilidades sólo por compromiso? ¿Consideramos los valores morales y humanos implícitos en nuestros actos?


Nota

* No se trata, desde luego, de una muestra significativa, pero como puede apreciarse, ilustra de manera clara uno de los problemas acuciantes que enfrenta la educación en estos días.


Jumb29

Gracejo

Rubén Hernández Hernández


Jumb1

Paseo Escultórico

Festival Cultural de Mayo


Jumb2

Murales y muralistas tapatíos

Murales


Jumb3

Carolina Escobar Colombia

Collage


Jumb4

Atelier

Escultura


Jumb5

Lorenza Aranguren

Pintura


Jumb6

30 años de arte en el MUSA

Pintura


Jumb7

Nazarín

Fotografía


Jumb8

Armando Parvool

Fotografía