Para bien y para mal, a lo largo de más de medio siglo he creado una simbiosis con mi ciudad. Cuando puedo (sobre todo en los últimos años de mi vida) recorro sus calles de norte a sur, de oriente a poniente y a lo largo (de ser posible) de la zona metropolitana, inabarcable por su caótico y desmedido crecimiento.
El entorno, gris, insípido, monótono, se antoja un espacio informe, caótico, mutable a niveles vertiginosos. Pero quienes hemos establecido este vínculo irracional e inexplicable, miramos estos paisajes urbanos con otros ojos; creo que no sería exagerado reconocer que, además de cierto masoquismo, en estos periplos se cuela su dosis de amor.
Confesaré que, contra un pleito que en cierta ocasión tuve con un taxista, el Paseo Alcalde me ha parecido el mayor acierto urbano, y en particular a mí me viene, como dicen, de perlas, porque estando cercana ya la fecha de mi jubilación, tengo a la mano un espacio ideal para matar las tardes en santa paz. (El pleito ese consistió en que el taxista se quejaba, mientras circulábamos por un barrio de anchas aceras, de todos los carriles que les robaban a los automóviles. “Que les abran una zanja de veinte centímetros (a los peatones), que caminen en fila india, para qué quieren tanto espacio”).
Pues esta introducción sirve para hablar de una serie de esculturas que adornaron, de febrero a mayo, el Paseo Alcalde, las diferentes representaciones de “Timoteo” (“Timo”, como le llama su creador, Rodrigo de la Sierra). Estos detalles vuelven más gratos mis deambulares por estas calles tapatías. Así que por el simple deseo de dejar constancia de estos momentos significativos para mis días, reproduzco las fotografías que tomé durante alguno de estos paseos.
La desinformación preside esta nota, porque de muchos detalles me enteré tarde, y a la mala. A finales de mayo quise completar la serie (había visto una escultura de Timo en la glorieta de la Normal) y cuando, cámara en mano, quise realizar las últimas tomas, el modelo había desaparecido. Ahora me entero que en la glorieta se instalaron seis esculturas, obviamente ausentes de mi galería. Para completar la información se puede ingresar a este vínculo de la página de la Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco, desde donde también se puede descargar el catálogo.
Con miras a mis paseos vespertinos en mis años de jubilación, ruego a quien me escuche y tenga la capacidad para concretar este mi anhelo futuro, que se convierta en un acto permanente esto de engalanar las calles con exposiciones de esta naturaleza, o de alguna otra que nos enriquezca como peatones y como ciudadanos.