La educación en México: del hecho al dicho
Presentación
El presente escrito es apenas una noción panorámica de la relación existente entre la educación y la sociedad, y de cómo se afectan mutuamente en el marco de la globalización.
Está compuesto por tres partes. Las dos primeras (lo global, lo nacional) exploran el pensamiento de distintos autores acerca de los estragos económicos, políticos, sociales, culturales y ambientales que la globalización ha generado en el mundo en general, y en México en particular; y de cómo la educación se constituye en herramienta valiosa para la búsqueda y la concreción del equilibrio.
La tercera parte (lo personal) reúne las conclusiones y las propuestas personales en relación con los fenómenos que se exponen en las dos primeras, y están pensadas y orientadas a incidir en el contexto de la educación mexicana en todos los niveles.
Lo global
Globalización
Para diversos autores (Stavenhagen, 2001; Opazo, 2001; Ornelas, 2000) la globalización es una tendencia a establecer relaciones de interdependencia económica entre todos los países, y es vista por algunos como una gran oportunidad de impulso y desarrollo para cada uno, pero las diferencias económicas, políticas, sociales y culturales existentes entre ellos genera una dinámica heterogénea que les impide participar en condiciones de igualdad.
Esta tendencia fue iniciada en los países industrializados, mayormente desarrollados y con la más grande ventaja económica. Y lo que de entrada se concebía como una oportunidad para todos, se convirtió en una relación de poder que abrió abismos más amplios y profundos entre los países ricos y los pobres, que ha hecho a los primeros más ricos y poderosos y a los segundos más pobres, desvalidos y dependientes, dado que no cuentan con la misma capacidad de competencia.
Los países ricos, al obtener mayores beneficios, obtienen también mayores ventajas a nivel nacional, comunitario e individual; y se constituyen en potencias dominantes. Los países pobres, en objeto de dominio.
A la par de la expansión económica, en las naciones poderosas se generó también el avasallamiento de la ciencia, la tecnología y los medios masivos y electrónicos de comunicación, a través de los cuales las naciones no desarrolladas han sufrido un mayor sometimiento y una imprescindible dependencia. Dos razones lo explican: 1) los países que tienen dinero para invertir en ciencia, generan conocimiento útil para entender la naturaleza y al hombre y para desarrollar tecnologías (entre otras, las de la comunicación). Esto inicia un círculo virtuoso, pues quienes poseen el conocimiento, la tecnología y los medios de comunicación, pueden comercializarlos y producir mayor riqueza; 2) los países pobres, en cambio (este es el círculo vicioso), no tienen dinero para montar laboratorios de investigación avanzados, ni para apoyar y brindar buenas oportunidades de desarrollo a sus científicos. Esto hace que los científicos salgan al extranjero en busca de mejores oportunidades, mismas que encuentran en los países del primer orden. Con esta práctica sus naciones de origen se vuelven más pobres, y las anfitrionas más ricas.
Consecuencias de la globalización
En la globalización es el mercado quien dicta las reglas del juego. Ante esta realidad, los estados han entrado en una condición de invalidez, apatía, indolencia y complicidad cada vez más inaceptables, por cuanto se han abandonado la discusión y el debate que permiten la concepción, el diseño, la implementación y la evaluación de políticas públicas orientadas al logro de mayor equilibrio social y desarrollo humano.
Como la globalización se funda en el beneficio económico, se descuidan el impacto social, cultural y ambiental, poniendo en riesgo a la humanidad y al resto de las especies. Al respecto, algunas de las consecuencias más sentidas de la globalización son:
• Los países ricos son detentadores del poder. Los países pobres y sus habitantes son víctimas de la dominación, la marginación y la explotación (Stavenhagen, op. cit.).
• La eliminación conceptual (no física) de las fronteras, pues las constantes migraciones alteran el perfil étnico y demográfico (Stavenhagen, ibid.) y el sentido de identidad nacional (Ornelas, op. cit.).
• En los países pobres, los habitantes sufren desempleo masivo, subocupación y violencia.
• El empleo de la tecnología en la producción hace prescindible el factor humano, los salarios son pésimos, se deteriora la salud física y mental y la dignidad de las personas.
• Las mujeres tienen necesidad de integrarse al trabajo productivo para completar el ingreso familiar y enfrentan violencia doméstica, laboral y vecinal y desintegración familiar.
• Los jóvenes no hallan lugar en la familia, la escuela ni el trabajo. Se sienten excluidos, expuestos a drogas y violencia.
• Las ciudades crecen, los ciudadanos se desencuentran, la gente pierde tiempo en trasladarse, emerge la delincuencia y las personas viven recluidas tras las rejas de sus propias casas: los ricos, en mansiones custodiadas; los pobres, en pocilgas (Opazo, op. cit.).
Todas, condiciones que llevan a quienes viven en situación de exclusión leve, moderada o severa, a desarrollar la sensación de dolor, impotencia y desesperanza y al emprendimiento de movimientos que intentan tender puentes hacia la emancipación y el equilibrio. Entre otros: los de las mujeres, por la equidad de género; los de los homosexuales, por sus derechos políticos y de ejercicio de su preferencia sexual; los de los jóvenes, por las oportunidades de formación y laborales; los de los ambientalistas, por el cuidado del planeta, de la vida humana y las demás especies… Estos movimientos suelen tener asiento en las organizaciones no gubernamentales, grupos indígenas, instancias ciudadanas, iglesias, sindicatos, partidos políticos, algunas magistraturas (más escasamente; Arce, 2001)… y operan prácticamente sin recursos. Los gobiernos no tienen mucho interés en ellos y, por lo mismo, no les asignan presupuesto ni los integran a ningún programa o plan de desarrollo. Las manifestaciones a través de las cuales se expresan suelen estar presentes en la literatura, el teatro, el cine, las canciones, las luchas juveniles, femeninas, que buscan operar cambios en las relaciones humanas (Opazo, op. cit.).
Visiones desde la educación
No obstante el planteamiento pesimista de los apartados anteriores respecto al efecto corrosivo de la globalización, hay quienes reconocen que es imposible detener este fenómeno; por lo que, en lugar de oponerse, es necesario observar las ventajas que ofrece y aprovecharlas para limitar sus impactos negativos. A fin de lograrlo, se ha pensado en los distintos principios, dimensiones, ámbitos, propósitos, metodologías, alcances, instancias, concepciones y modalidades de la educación; y en ésta, como el recurso con la mayor capacidad de generar conocimiento, conciencia, comprensión y manejo de las expresiones sociales y ambientales que de la globalización se derivan, procurando el bienestar y las buenas relaciones de todos los seres humanos y revertir los daños ocasionados a la naturaleza y al planeta.
Los cuatro principios fundamentales de la educación (Stavenhagen, op. cit.), constituidos en cimiento y punto de partida de todas las acciones educativas, son: 1) aprender a conocer: consiste en el uso y aprovechamiento de la información de manera autogestiva; 2) aprender a hacer: desarrollo de habilidades para adaptarse a los cambios del mercado laboral a través del tiempo; 3) aprender a ser: construcción de la personalidad humana basada en valores éticos, estéticos y espirituales que acerquen a los individuos a la felicidad; y, 4) aprender a convivir: hacer posible la convivencia en comunidad, sin prejuicios y con respeto de los otros, a través de lo cual se obtiene el reconocimiento de sí mismo.
El universo de estos principios puede abrigar los conceptos de desarrollo humano (Opazo, op. cit.), educación humanista (Fernández, 2001), pedagogía de la ternura (Mújica, 2001), participación social, ciudadana y popular (Caruso, 2001), y las modalidades de educación formal (sistematizada; Ornelas, op. cit.; Prawda y Flores, 2001) e informal (popular y de jóvenes y adultos; Arce, op. cit.; Zarco, 2001; Rivero, 2001).