Café frío. Es tarde, todo sigue igual, no tengo ánimos de levantarme. Fantasmas del pasado que atormentan nuestro presente.
Duerme, ellos seguirán ahí.
No, eso no…
¡Calla!
No, no… eso no…
¡Calla, te digo!
Despierta, ahora también están en tus sueños. Café frío. Puedes ver el sol entrar por la ventana. Cierra la cortina, vuelve a dormir, todo va a seguir igual.
Sales de la cama, tomas el café frío, te vistes y decides salir.
Lo ves, te sonríe, le sonríes, se saludan, charlan un rato, se van al café.
Es un juego…
No me gustan los juegos, no, no, no…
A todas las niñas buenas les gustan los juegos…
—¿Qué pasa? —te interrumpen.
—Nada —contestas.
—Bien, vamos a comprar esos libros que dijimos.
—Vamos.
Y la culpa no era mía, ni de dónde estaba, ni cómo vestía… Nos cruzamos con una marcha feminista.
Para, para…
Te callaste, no gritaste, el miedo te paralizó, no entendiste. Lloraste, la puerta se abre, un vaso de agua, otra habitación, aquí no pasó nada.
Duermes, despiertas y ahí nada pasó.
Duermen, duermen durante años, despiertan, los despiertan y los liberan, vuelves a llorar. El vaso de agua se transforma en un café frío.
Sigues durmiendo, despiertas de vez en cuando y tratas de silenciar todos esos demonios, memorias de esa noche. Ocho años, la habitación de… mi pijama, el violador eras tú. Duermes, descansas, eres libre, no te culpas más. Café caliente al despertar. Respiras, sonríes.