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Berónica Palacios: la poesía de la áspera cotidianidad

Pedro Valderrama Villanueva


Son varios los motivos que me entusiasman esta tarde en que nos reunimos para presentar Roja rutina (CECA, 2019), de Berónica Palacios Rojas (Chapala, Jalisco, 1973), no solamente porque este nuevo poemario es, tal vez, el trabajo más reposado que la poeta chapalense nos ha ofrecido hasta ahora (anteriormente ya había publicado Nostalgias, 2002; Herencias, 2003; Corazón por fuera, 2006; Hombre mar, 2014; El vuelo del ángel, 2016, entre otros), sino porque hay una historia muy especial que me liga en lo personal con ella. Me permito enseguida contarles un poco esta historia.

Allá por el lejano año de 1996, hace ya casi 23 años, ambos ingresamos a la licenciatura en Letras Hispánicas, en la ex Facultad de Filosofía y Letras de la UdeG. Por aquel entonces un servidor cursaba el quinto semestre en la Escuela Normal de Jalisco, para algún día volverme maestro de primaria, y me aventuré, como muchos otros estudiantes también lo suelen hacer, a cursar una segunda carrera simultáneamente. Gran error. El tiempo, entre otros factores (el servicio social, un diplomado y ¡trabajar!), simplemente no ajustó.

Al concluir mi primer semestre en Letras, creo que debía como la mitad de las materias. Terrible el asunto. Y, viéndolo bien en retrospectiva, no del todo. Gracias a ese primer y único semestre en Letras conocí numerosas personas con quienes, en algunos casos, a lo largo de los últimos 23 años, he mantenido un estrecho contacto, como son Alejandro Zapa, Yadira Munguía, Joanna Zeromska, Ana Lilia Larios y, desde luego, Berónica Palacios, entre otros; ellos fueron algunos de los primeros compañeros (hoy en día amigos) con quienes me embarqué en este extravagante viaje que es la literatura jalisciense.

Bero

De Berónica, desde aquel momento, me sorprendió su constancia y entrega por la pasión que para ella son las letras en general. Me pareció, desde aquel entonces, una joven luchona. Incluso la recuerdo durante aquel primer semestre con su vientre abultado de donde poco tiempo después nacería Osvaldo, su primer hijo. Recuerdo asimismo con mucha alegría nuestra visita grupal a la casa de los papás de Berónica en Chapala un fin de semana, donde casi nos amaneció en el malecón acompañados de algunas botellas de tequila y refrescos, entre bromas, risas y sueños por realizarse en el mundo, aún lejano en ese entonces, de las letras.

Pocos años después me volví a topar con ella en la misma ex Facultad, pero ahora como estudiante de la maestría en Estudios de literatura mexicana; Bero, además de cursar su último semestre de la carrera, también elaboraba la más diversa bisutería con los más diversos materiales empleados, como semillas, plumas, piedras, hilos (una actividad que hasta el presente aún realiza); una diversidad tan amplia y creativa como su escritura, para auxiliarse y salir adelante con los gastos en sus años como estudiante y joven madre.

Poco tiempo después, Berónica se embarcaría en uno de los proyectos que la ha acompañado a largo de más de 15 años. Me refiero, desde luego, a la revista que es hoy sinónimo del quehacer de ella, la revista Papalotzi: la revista independiente más longeva en este momento de Guadalajara, al lado de Va de nuez, de Rosario Orozco. Esta empresa cultural ha pasado por todo tipo de altibajos a lo largo de sus 31 números, ha continuado adelante pese a todas las adversidades de la mano de Berónica y Dante Alejandro.

Papalotzi ha demostrado ser más que una publicación literaria, una especie de excusa para reunir amigos y allegados interesados por las mismas pasiones: las artes plásticas y las letras; Papalotzi es una reunión para compartir el pan, las experiencias y leernos unos a otros; un claro reflejo de la personalidad abierta y amistosa de Berónica, pues es bien conocida su actividad como tallerista y promotora, además. Para aquellos que la conocemos, la entrega incondicional también la caracteriza. Su constante involucramiento con sus alumnos, para promover la lectura y la escritura, es otra característica que la mayoría relacionamos con ella.

Asimismo Berónica, además de todo lo señalado anteriormente, es poeta: dueña de una de las voces más singulares de la poesía jalisciense contemporánea. Fue allá por el lejano año de 2002 cuando apareció su poemario debut, Nostalgias, uno de los trabajos más poderosos de la poesía local (editado modestamente en una editorial independiente de Zamora, Michoacán) y penosamente ignorado (como suele suceder en el medio literario de la capital jalisciense), del cual nos aventuramos a escribir una reseña. Este, dicho sea de paso, fue nuestro primer artículo publicado en las páginas de El Informador. Ahí escribimos, entre otros detalles, que su poesía era una escritura que venía desde las entrañas. Sus creaciones venían desde lo más profundo de nuestra poeta, sin máscaras ni juegos. Sólo dardos directos al oído del lector. Esos rasgos que hallamos en la poesía desde ese primer momento también lo encontraremos a lo largo de su obra posterior. Rasgos difíciles de hallar en la poesía femenina de Guadalajara, del pasado y el presente. Tanta honestidad en sus versos es inexistente en nuestra poesía. Tal vez en algunos trabajos de poetas del pasado, como Olivia Zúñiga y Rebeca Uribe, y más recientes, como Patricia Medina, en Contracorriente, y en los poemas de la recién fallecida maestra Lavinia Cuevas, son las excepciones.

En Roja rutina hallamos fuertes contrastes en su escritura: imágenes contundentes, la áspera cotidianidad, las nostalgias constantes, una voz ruda e inconfundiblemente feminista, aunadas a imágenes tiernas y bien cuidadas. Berónica brinda la oportunidad para que sus lectores se reflejen en las líneas de la poeta chapalense; una especie de espejo es lo que tiende Berónica en su poesía. Por, ejemplo, en “Rutina”, poema con el que abre el libro, escribe:

Hoy decidí dejar todo para la mañana que nunca llegará
la costura / la carne a medio cocer / el amuleto empezado
las tortugas sin comida /
y hacer el amor con el pensamiento (p. 5).

El amante ausente también habita en la obra de Berónica Palacios, incluso, a veces sus versos pareciera que son válvulas de escape para los momentos de despecho. Pero en Roja rutina el hombre se vuelve presencia viva y fuerte. Fuente de placeres indómitos que sólo él puede proveer.

Los poemas de Berónica no sólo brillan por las introspecciones existenciales, sino, además, por lo novedoso de sus creaciones. Novedoso por tratarse de una mujer. Me explico: la poesía escrita por mujeres en Guadalajara, digámoslo como es, es hasta ahora recatada y bien escrita, imágenes muy cuidadas y temas recurrentes como la vida familiar y los sueños esfumados. Algo distinto ocurre con los poemas de Berónica Palacios, desde luego hay excepciones, como las antes mencionadas. Berónica va más allá, sus versos, me aventuro a decir, se aproximan a la poesía disidente de los años setenta en Guadalajara, época en que numerosos poetas, como Ricardo Yáñez, Ricardo Castillo, Raúl Bañuelos, Enrique Macías y Carlos Prospero, a través de poemas impúdicos y desgarradoramente directos, rompieron con la escritura local; se dio, pues, una renovación poética (Valderrama, 2018). Algo similar sucede con la escritura de Berónica. Cito enseguida el poema “Vaginas” que nos remonta al memorable poema de Castillo, “Las nalgas”. La primera parte del poema de Palacios reza así:

Las vulvas dan felicidad al viajero,
vida y resguardo al indigente.
Seguridad al esposo,
fortaleza al ejército y sosiego al extraviado.
Las vaginas adolescentes despiden
el aroma de los desencantados.
Atraen a perversos, parientes, mujeres y hombres.
En primera entrega regala sus lluvias (p. 48).

Por último, después de leer el presente poemario, me asaltan diversas preguntas que ciertamente la autora nos podrá esclarecer; por ejemplo: ¿qué es la roja rutina? ¿Este poemario es un homenaje a las mujeres sentenciadas (voluntaria o involuntariamente) a una vida de amas de casa y embrujadas por sus nostalgias irremediables? ¿O es, como Wolfgang Vogt alguna vez escribió, que la poesía femenina de Guadalajara trata principalmente de los “problemas” de las mujeres, como la menstruación, como cuando escribe Bero: “Crecí soñadora e indómita hasta que sangró la herida / Entonces / la líquida prudencia se perdió entre mis piernas”?

La respuesta es una incógnita, tal vez Roja rutina es más bien una excusa para divagar entre los mares turbulentos que es la poesía de Berónica Palacios. Por lo pronto, disfrutemos de este nuevo poemario maduro que nos ofrece la originalísima creadora chapalense, una enamorada de todo lo que se parezca a la literatura. ¡Enhorabuena!


Bibliografía

Palacios Rojas, Berónica (2019). Roja rutina. Guadalajara: CECA.

Valderrama Villanueva, Pedro (2018, febrero). “Las publicaciones literarias de Guadalajara (1970-1990) y la poesía disidente”. En Estudios Jaliscienses. Número 111.


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