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La vía láctea en el espejo

Antonio Marts


Lo de Patricia García es perturbar conciencias mediante las escenas que nos muestra a través de estas obras. Destaca la madurez en la concepción y la puesta en obra, además de un ojo muy particular para plasmar, como si se tratara de una instantánea fotográfica, paradójicamente, momentos invisibles para otros ojos.

El universo es una madre xoloitzcuintle en diálogo onírico con la luperca romana. La vía láctea espejo-puerta del ciclo inevitable de la vida y la muerte, ese ser o no ser en infinitud que la mano hábil devela para susurrarnos las memorias de los ausentes en vida y en espíritu. Sí, su paleta es oscura para, en contraste, mostrar la luminosa presencia del otro, de los otros, como parte nuestra.

Al filo de la navaja, la pintora apuesta por representar el dolor y el vacío sin renunciar a la esperanza. En sus lienzos el tornado, la oscura tormenta, el olvido, acechan la quietud aparente, el silencio. Un hilo tenso juega a contener aquello que podría irrumpir la escena. Y esa tensión es lo que atrapa la mirada.

Detrás del silencio las protagonistas de la obra de Patricia García nos retan. Nos desafían desde su otro lado a reconocer nuestras ausencias; se arrancan el corazón y con él en la mano parecen dirigirse a nosotros. ¿Qué nos quieren decir? ¿Sabremos interpretar el mensaje? ¿Abriremos las puertas del alma a la luz que emana de esos trazos?

Dudar será siempre vital; ¿somos el que mira desde este lado o será que formamos parte, también, del cuadro que la Patricia del otro lado del espejo ha pintado?


Jumb25

Ana Hatherly

Exposición en el MUSA