Con espuma de melancolía
enjugo mi rostro
en la tibia casona
del libro de mis días.
Dos escasas décadas
me alejan de tu arribo
hinchado y trémulo
con innato anhelo
de cobijo y alimento.
Te recibí pasmada, anhelante
de tu elíxir mezcla de encanto y amor
cual indefenso cervatillo
tendido en un apacible bosque.
Madre e hijo aventurados a la vida
constelación de experiencias
sonrisas e inquietudes
tristeza y regocijo
la amalgama cotidiana.
Mi ser estuvo
robustecido con tus avances
apacible cual remanso
en tropiezos y enfermedad.
La sombra de preocupación me asalta
ante la envergadura de tus alas
al remonte de insospechados horizontes
etérea configuración de tu porvenir.
Bendigo a Dios y a la naturaleza
por el dulce embeleso
el divino embrujo
de tu vida.